No cierres los ojos Akal

No es difícil encontrar a grandes escritores de la historia que lidiaran con innumerables rechazos antes de encontrar a un audaz editor que apostase por su obra. Más raro es que hubiesen recibido un comentario tan despectivo como el que le dedicó The San Francisco Examiner a Rudyard Kipling: “Lo siento, pero usted simplemente no sabe utilizar el inglés”.

Actuemos como abogado del diablo y pensemos que sencillamente por aquel entonces el joven escritor no se adaptaba al estilo periodístico. Por suerte, con el paso de los años y tras publicar grandes obras como El libro de la jungla, el autor británico recibió grandes halagos de novelistas como George Moore, quien calificó a Kipling, después de Shakespeare, como el único escritor inglés que escribía con todo el diccionario.

En este sentido, muchos conocen el amor que Jorge Luis Borges profesaba a Kipling. Por ejemplo, consideraba Los cuentos de así fue como un claro ejemplo de su profusión léxica en el que el autor demostraba la plenitud de un cuento en cada línea, sopesada y limitada con lenta probidad.

Menos mal que la frustración no llegó tras el despido en el periódico. De hecho, nos gusta imaginarnos que se lo tomó con buen humor y fue capaz de responder como haría años después en otro encontronazo con la prensa: un periódico al que estaba suscrito publicó por error su epitafio. Inmediatamente Kipling escribió a uno de sus editores pidiéndole que, ya que estaba muerto, no se olvidaran de borrarlo de la lista de suscriptores.

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