¿Física social o sociología?

JUAN GOBERNA

Ediciones Akal acaba de publicar la primera traducción en lengua española de las doce lecciones relativas a la «física social» que el filósofo francés Auguste Comte publicara entre 1839 y 1842 en los volúmenes cuarto, quinto y en la primera parte del sexto de su célebre Cours de philosophie positive. El proyecto editorial que ahora ve la luz tiene el mérito añadido de haberse fraguado y desarrollado en un país como España, donde el predicamento de Comte y de sus discípulos ha sido desde siempre más bien escaso (por no decir prácticamente inexistente), circunstancia que, quizá, se deba más al desconocimiento directo de la obra del fundador del positivismo que a una valoración particularmente negativa de sus innegables aportaciones a la historia del pensamiento universal.

Tras describir las diferentes situaciones en las que se hallaban las distintas ciencias fundamentales de su tiempo, y habiendo alabado los estados de positividad que éstas habían alcanzado, en la primavera de 1839 Comte se lanzó por fin a la fundamentación de una última ciencia, la física social, cuyo principal objetivo sería aquilatar, en la complejidad de su orden, todas las leyes y todos los métodos de las precedentes. La elección de la expresión «física social» no fue en absoluto fortuita, pues lo que Comte pretendió subrayar con ella fue, precisamente, la continuidad de análisis existente entre los fenómenos naturales y los fenómenos sociales. De hecho, esta última física y su arte o práctica correspondiente, la política científica, que ponía por primera vez al alcance del ser humano la posibilidad de ordenar sobre criterios universales las relaciones entre individuos, tenían que producir forzosamente los fenómenos más complejos y, en consecuencia, su tratamiento positivo sólo podía concebirse tras la consumación efectiva de la positividad en las restantes ciencias. La ciencia social del positivismo comtiano pretendió constituirse, en consecuencia, como una doctrina perfecta y necesaria, la única capaz de fundar una política orgánica que resolviera de forma definitiva los desórdenes, las revueltas y las revoluciones que estaban azotando a Occidente desde 1789.

Sin embargo, en su empeño por demostrar que los estudios sociales requerían una ciencia propia, Comte también recurrió a un neologismo de su propia cosecha, un término relativamente peculiar en el ámbito de la lengua francesa, compuesto por una raíz latina y un sufijo griego, que tendría un gran porvenir: «sociología». Comte inventó este término y lo utilizó por primera vez en la cuadragésimo séptima lección del Cours. Consciente del interés que podría tener su delimitación conceptual, se preocupó por definir su significado de inmediato en nota a pie de página:

Creo que debo aventurar, desde ahora, este nuevo término, exactamente equivalente a mi expresión, ya introducida, de física social, a fin de poder designar mediante un nombre único esta parte complementaria de la filosofía natural que se relaciona con el estudio positivo del conjunto de las leyes fundamentales propias de los fenómenos sociales.

¿Física social o sociología? Tanto monta, monta tanto… Comte recurrió a ambos conceptos indistintamente, si bien, al menos en un primer momento, privilegió la expresión «física social» sobre el todavía demasiado novedoso término de «sociología».

Juan R. Goberna Falque es docente e investigador del Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Murcia. Acaba de editar el libro Física social de Auguste Comte.

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