Honrar honra

Tomás Rodríguez

Mi pareja trabaja 14 horas al día. Se levanta a las seis de la mañana la práctica totalidad de días de la semana para adelantar parte de sus tareas. De camino a su trabajo –y de vuelta de él– trabaja igualmente, revisando notas, corrigiendo, preparando exposiciones y reuniones.

Foto: dcJohn

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Después pasa entre 7 y 8 horas en su puesto de trabajo con una labor tan multidisciplinar como intensa, agotadora. Finalmente, de vuelta a casa, sigue trabajando hasta la noche, revisando, preparando y contactando con decenas de personas para ayudarles en su trabajo.

Mi pareja, pese a lo que pueda parecer en la descripción anterior, no dirige una compañía, no es una ejecutiva ni una consultora; no es, me temo, una emprendedora de esas que por lo visto nos hacen tanta falta. La profesión de mi pareja no tiene tanta buena fama, no tiene tanta lumbre, no está tan bien vista. Al parecer no genera empleo ni rentas, su trabajo no es productivo para el país y la sociedad. No es válido hoy.

Mi pareja es profesora.

Trabaja como no he visto a nadie trabajar, con un compromiso ajeno a esta sociedad de emprendedores de tres al cuarto y empresarios de discurso fácil. Ella ejerce de educadora con todos sus alumnos, los más aventajados y los que tienen dificultades; de instructora, cuando la disciplina parece ser el camino para ayudar a los alumnos más dispersos; de preceptora común de grupo de jóvenes, a los que hay que integrar, además de educar; de preocupada tutora de cada alumno y, por ende, de familiar cercano, amiga, asistente social y psicóloga de familias enteras; de orgullosa e inquieta mentora de jóvenes de ilusión enorme y, al mismo tiempo, miedo atroz al futuro; de pedagoga, de acción y práctica, como ningún otro que quiera llevar tal título puede ser sin pisar cada día un aula. Docente, la llaman formal y fríamente; maestra, en el fondo, la forma y el alma, como lo fueron sus padres y abuelo.

Maestra, pues, que enseña al que aprende y que por ello, incluso al decir de la Real Academia de la Lengua, tiene mérito relevante entre los de su clase.

Pocos trabajos tienen tantas aristas. Pocos tienen tanta importancia y pocos dejan una huella tan profunda en la vida de cada individuo como este. Pocos trabajan tanto como ellos y pocos lo hacen en beneficio de tantas personas. Por la fuerza de la educación, ellos, licenciados, diplomados y doctores, interinos y titulares, funcionarios y contratados, experimentados e inexpertos, agobiados por los recortes y el desprecio neoliberal, tienen sobre su espalda el peso del futuro de un país, de un continente y de un mundo que cada vez es más hostil para con nuestros jóvenes.

Ella tan solo lleva 6 años ejerciendo –porque la docencia, al parecer, se ejerce– y ya tiene sobre sí el peso de toda un vida laboral, ya lleva consigo los problemas de cientos –miles en realidad– de alumnos y de familias. Está cansada, como muchos de sus compañeros, cansada de una sociedad que no les reconoce, que les ningunea y les desprecia. Hastiada de anteponer todo, su salud incluida, a sus alumnos y de recibir tan poco de todos nosotros. Como todo lo que conlleva esfuerzo, años de estudio y trabajo en este miserable país, son atacados por la mediocridad de nuestra clase política y por la mediocridad, si cabe más dañina, de lo más bajo de nuestra sociedad, y no me refiero con ello al lumpen que intenta sobrevivir, sino a la sociedad de ignorantes arrogantes que configuran buena parte de nuestro lamentable país, los titulados en nada y los profesionales del descrédito.

Ella, y ellos, nos son vitales. Todo pasa por la educación, nada es posible sin ella. Ellos lo saben, pero parece que nosotros no.

Foto: Loasturiano.com

Foto: Loasturiano.com

En Taramundi, un hermoso pueblo de los valles del occidente asturiano con apenas 200 habitantes, hay una estatua dedicada a la memoria de un profesor. En su base se puede leer:

EXCMO. SR. D. MANUEL LOMBARDERO ARRUÑADA

MAESTRO NACIONAL CONDECORADO POR S. M. ALFONSO XIII CON LA CRUZ DE CABALLERO DE LA ORDEN CIVIL DE ALFONSO XII

TARAMUNDI, A UNO DE SUS MÁS PRECLAROS HIJOS

HOMENAJE DE SUS DISCÍPULOS RESIDENTES EN ESPAÑA Y AMÉRICA FIELES A LA DIVISA HIDALGA DE HONRAR HONRA

NACIÓ EN CABANIÑAS 11 DE ABRIL DE 1852

FALLECIÓ EN TARAMUNDI 18 AGOSTO 1919

«Fieles a la divisa hidalga de “honrar honra”», algo que hoy, en la economizada y deshumanizada sociedad que hemos construido, quizá hemos olvidado.

Espero que no sea tarde.

978-84-460-3729-3-2502

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