No cierres los ojos Akal

Hay libros que a pesar de una aparente sencillez e inocuidad han ido conformándose con el paso del tiempo en auténticos pozos sin fondo de interpretaciones, comentarios, apreciaciones, glosas, conclusiones y aclaraciones. Alicia en el país de las Maravillas es, probablemente uno de los casos más significativos a este respecto. Y acercarse a este clásico de la mano de Martin Gardner es posiblemente la manera más sencilla de tratar de entender en toda su amplitud la obra de Lewis Carroll.

portada-alicia-anotadaY es que el exhaustivo trabajo de Gardner durante más de 40 años en torno al personaje de Alicia nos permite conocer y entender a Alicia desde puntos de vista que quizá nunca nos hubiéramos imaginado. Como decía Gardner, “hoy día los niños se sienten perplejos y a veces asustados ante las atmósfera pesadillesca de los sueños de Alicia. Sólo el hecho de que los adultos –científicos y matemáticos sobre todo- sigan disfrutando con los libros de Alicia les ha asegurado a estos su inmortalidad”. Pero, ¿es realmente imposible para los más jóvenes entender la Alicia de Carroll hoy en día?

Evidentemente hay interpretaciones de Alicia que se escapan no solo para los más jóvenes lectores, sino para muchos de los lectores adultos. Martin Gardner obvia las exégesis alegóricas y las psicoanalíticas -quizá porque sean demasiado fáciles, quizá porque sean demasiado complejas- en su Edición Anotada de Alicia. ¿Es realmente necesario que nos expliquen el significado de caer por una madriguera de conejo o de acurrucarse  en el interior de una casita diminuta con un pie dentro de la chimenea?  ¿O de ver en Alicia un símbolo materno? ¿Tiene sentido una interpretación alegórica de Alicia como metáfora del enfrentamiento religioso entre anglicanos y católicos en Inglaterra? Interpretaciones sobre Alicia de este tipo hay muchas y variadas, pero la fantasía disparatada para niños no es un manantial de visiones psicoanalítcas. Hay demasiada abundancia de símbolos, y los símbolos tienen demasiadas explicaciones (lo que no implica que las Alicias de Carroll no fueran una válvula de escape para su represión  a través de las violentas, caprichosas y desenfrenadas visones de sus libros).

Y es que el disparate de Carroll no es tan casual y sin sentido como podemos imaginarnos. Porque si leemos Alicia, y también si observamos la vida, racionalmente y sin ilusión, parece un disparate contado por un matemático idiota; sin embargo, ese mismo matemático nos puede llevar a descubrir aspectos únicos cambiando simplemente la mirada, simplemente a través de dos bromas incomparables: Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y A través del Espejo.

Tanto al otro lado del espejo como en el País de las Maravillas muchos de los principios y leyes que consideramos válidos en el mundo real ceden paso a otros muy distintos. El Gato de Chesire, con sus súbitas o graduales desapariciones, enuncia la tesis de la locura universal (“Aquí estamos todos locos. Yo estoy loco, Y tú también”); el tiempo se detiene en la merienda de locos (“El Tiempo no quiere saber nada conmigo y se ha detenido para siempre en las seis de la tarde […] aquí estamos siempre a la hora del té y no queda tiempo ni para lavar la vajilla entre taza y taza”); en el jardín de la Reina de Corazones el orden natural se irá invirtiendo cada vez más (“Para ellos, el juego no tiene reglas, o si las tiene, nadie se molesta en cumplirlas”). Y tras perder la lógica, después el tiempo, y finalmente, las convenciones sociales, Alicia se encuentra al otro lado del espejo con Humpty Dumpty, que invierte la lógica del lenguaje (“cuando yo empleo una palabra significa lo que yo quiero que signifique… ¡ni más ni menos!”).

Educada en el mundo victoriano de Oxford la diminuta visitante sabe adaptarse al contraste de sus puntos de vista con los sustentados por los habitantes del nuevo e imaginario entorno. Y aquí es donde de este viaje de Alicia podemos aprender tantas cosas. Quizá antes de pertrecharnos de materiales más complejos, pesados, costosos y ciertamente aburridos, cualquier viaje por un libro, y por qué no, por la vida misma, deba iniciarse con el sencillo paso de hacerse con la maleta de Alicia, cargada simplemente de curiosidad, una portentosa vitalidad, ingenio y capacidad de aprendizaje. Con estos simples aparejos es capaz de no sucumbir  a la hostilidad que por regla general le manifiestan los habitantes del país de las Maravillas y concienciarse de la falta de base de muchos de nuestros prejuicios y creencias, que un sentido común no tamizado por la crítica toma por inmutables.

Quizá perdiendo así su interés para los más jóvenes lectores, Alicia se ha ido convirtiendo en un personaje al que se le han ido atribuyendo roles, perspectivas, dimensiones y aristas que la han hecho madurar, quizá, de manera innecesaria. “¡Pobre, pobre Alicita! – se lamentaba G. K. Chesterton-. No solo la han cogido y le han hecho recibir lecciones; la han obligado a imponer lecciones a los demás”. Y aunque una de las grandezas de los buenos libros sea la multiplicidad de perspectivas y lecturas, nunca olvidemos que la lectura de un libro debe iniciarse en la suspensión de la credulidad, a la expectativa de que cualquier cosa pueda ser cierta; Cojamos, simplemente, la maleta de Alicia, a quien “le habían pasado cosas tan maravillosas, que ya nada le parecía imposible”.

Alicia anotada. 150 aniversario / Edición de lujo

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