No cierres los ojos Akal

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«Una de las principales figuras de la izquierda», rezaban varios titulares; la red tardó poco en mostrar su disgusto por el fallecimiento de Marta Harnecker.  Los términos efectistas, adjetivos lacrimógenos y excesos a la hora de mostrar admiración se mezclaban en los artículos con los análisis biográficos detallados y los agradecimientos por su labor intelectual. Aun así, los titulares no mentían, Marta Harnecker fue una de las intelectuales de la izquierda latinoamericana más importantes.

Sin embargo, el modo para referirnos a los fallecidos siempre difiere del trato que se les da en vida, hipocresía y sinceridad evolucionan de forma proporcionalmente inversa, y este caso no tenía por qué ser diferente. Lo noté debido a las últimas conversaciones que tuve sobre sus libros –todavía en vida de la autora–, en las que casi siempre estos merecían por parte de mis interlocutores la misma opinión cortante: «están llenos de dogmatismo».

Es una opinión válida y, a su vez, maniquea. Válida porque su obra contaba con algunas limitaciones fruto de la influencia de la visión soviética del marxismo en los años setenta –cuando desarrolló parte fundamental de su obra–. Maniquea porque, pese a dicha influencia, el objetivo de Marta Harnecker era acabar con el dogmatismo, de otro tipo, pero dogmatismo al fin y al cabo. Quería evitar las repeticiones simplistas y mecánicas de algunas ideas sobre el marxismo entre los estudiantes chilenos. Y maniquea, también, porque se centraba en criticar sus obras más famosas sin indagar en su evolución teórica, en su adaptación del leninismo a la realidad latinoamericana, en su análisis –gracias a las enseñanzas de Althusser– de que los seguidores de Marx no habían entendido toda la profundidad de los textos marxianos y en su comprensión sobre el cambio de ciclo que se dio con la caída de la URSS  ‒sin perder por ello un ápice de compromiso con los principios del comunismo‒.

En todo caso, descontextualizando su obra o no, nadie puede, ni lo ha hecho en las últimas publicaciones, evitar reconocer una de las cosas más importantes para entender su figura: Marta Harnecker convirtió el marxismo en una teoría accesible para todo el mundo.  Estudiantes, militantes primerizos y organizaciones comunistas encontraron material para poder explicar en román paladino las bases del socialismo científico, les ayudó a hacer comprender los conceptos del materialismo histórico y las características del desarrollo del capitalismo y el imperialismo, así como a introducir el análisis científico en la forma de interpretarr el mundo entre varias generaciones. Los Cuadernos de educación popularLos conceptos elementales del materialismo histórico desbordaron las paredes de la universidad chilena y acabaron circulando por toda América Latina y España.

Parece de locos, un marxismo no hecho para la discusión intelectual, no apto para  el erudito y pomposo debate académico que convierte el marxismo en una teoría atrapada en la alta cultura de consumo, sino que la transforma en accesible y popular. Popular en un sentido progresista, transformador.  Cuando con quince años estás lleno de inquietudes sociales y a la vez de idealismo, libros como los de la intelectual chilena se convierten –como diría un amigo y periodista de Tercera Información– en algo así como los Cuadernos Rubio para los más habituados al mitin político que a los videojuegos. Una ventana a la que no tendrías acceso de otra forma.

Harnecker no sólo se dedicó a la divulgación (como demuestran muchas de sus obras, más allá de sus textos de juventud, véanse La izquierda en el umbral del siglo XXI o Sin tierra), también analizó el papel desempeñado por los movimientos sociales suramericanos y desarrolló conceptos como vanguardia o hegemonía. Pero, sin quitar mérito a sus importantes y numerosas reflexiones sobre marxismo, es sin duda ese esfuerzo divulgativo el que nos marcó a muchos; y que entendemos que es tan necesario hoy, cuando el idealismo tiene un reflejo contundente en la forma de explicar la historia, donde el esfuerzo personal  y el emprendimiento parece que son el motor que impulsa los acontecimientos, en lugar de conocer el engranaje real de nuestro entorno social y político.

Recordemos y agradezcamos ese impulso divulgativo de Marta Harnecker, y rescatemos ese materialismo histórico útil para entender los procesos sociales, para saber cómo influyen lo material y estructural en nuestras vidas, sin dogmatismos, sin respuestas definitivas, pero con la aspiración de que el marxismo esté vigente y sea entendible.

¡Qué mejor forma de homenajear a Marta Harnecker que desarrollando y revisando su legado –manteniendo el espíritu pedagógico–, para volver a poner esos instrumentos teóricos en manos de todo el mundo!

Libros: Marta Harnecker en Siglo XXI Editores

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