No cierres los ojos Akal
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Los Vencidos de la Vida (1888), un grupo de intelectuales formado por escritores de la generación del 70. De izquierda a derecha: (sentados) Guerra Junqueiro, el conde de Sabugosa, Eça de Queirós, el conde de Arnoso; (de pie) el marqués de Soveral, Ramalho Ortigão, Carlos Mayer y el conde de Ficalho; (en la escalera) Carlos Lobo d’Ávila y Oliveira Martins.

José Maria Eça de Queirós es una de las más brillantes figuras de la literatura portuguesa. La obra literaria de Eça de Queirós constituye en sí misma el inicio y el culmen de la escuela realista-naturalista en Portugal y de su estética.

Podemos preguntarnos cómo llega Eça de Queirós a inaugurar en Portugal esta corriente literaria, y a desarrollarla y cultivarla hasta alcanzar su máximo esplendor y hacerla crecer, a través de su genio artístico, en modernidad. Si el escritor británico Julian Barnes afrma en su obra El loro de Flaubert que la experiencia en Oriente del escritor francés marcó su paso del romanticismo al realismo y que fue en este viaje en el que concibió de una manera clara el personaje de Madame Bovary, algo similar puede decirse que sucedió con Eça de Queirós. En su biografía del escritor portugués, João Gaspar Simões afirma que Eça «en 1869 era parnasiano con pretensiones satánicas» y que fue en su viaje a Oriente cuando comenzó a interesarse por el género de la novela y la estética realista a través de sus lecturas de Renan y de Flaubert, especialmente de su Madame Bovary. Aparte de este viaje oriental de Eça de Queirós en el que estuvo acompañado por las lecturas de estos dos autores franceses, la llegada del realismo a Portugal se vio definida por una serie de circunstancias de carácter cultural e intelectual que acabaron marcando el desarrollo de la personalidad literaria de Eça.

La Cuestión de Coímbra

Cuando Coímbra pasó a ser, en 1864, una ciudad ligada a París a través de la vía férrea, los estudiantes de su universidad empezaron a tener acceso a libros franceses, ingleses y alemanes, traducidos al francés, que proyectaban una Europa enfocada al progreso, la ciencia y los avances de la humanidad. Así, las lecturas que algunos universitarios de Coímbra hicieron de Comte, Flaubert, Proudhon, Renan o Strauss, entre otros, facilitaron que se comenzase a observar de un modo crítico la situación política, religiosa, social y cultural de Portugal. Es en este contexto cuando en 1865 tiene lugar la polémica conocida como Questão Coimbrã que definiría a la llamada Generación del 70, de la que forma parte, entre otros intelectuales, Eça de Queirós. Esta polémica enfrentó a un grupo de estudiantes de la Universidad de Coímbra, encabezados por Antero de Quental y Teóflo Braga, con los defensores de una lírica romántica de corte arcádico, representados por António Feliciano de Castilho, poeta perteneciente a la segunda generación romántica portuguesa, quien se había erigido en protector y padrino de aquellos autores que continuaban cultivando esta forma de poesía.

La Questão Coimbrã estalla, entonces, en el año 1865, con la publicación de la carta-posfacio que Castilho escribió al libro Poema da Mocidade, del por entonces joven poeta Pinheiro Chagas. Por una parte, Pinheiro Chagas ya había criticado en algunas publicaciones lisboetas a Antero de Quental y Teóflo Braga; por otra, en su carta-posfacio, Castilho reprobaba a los jóvenes poetas de Coímbra y su modo moderno de entender la poesía. La crítica de Castilho, fechada el 27 de septiembre de 1865, fue contestada el 2 de noviembre de ese mismo año por Antero de Quental en un opúsculo publicado con el título de Bom Senso e Bom Gosto en el que Antero subrayaba la importancia de que los jóvenes poetas escribiesen una poesía que sirviese como vehículo de la revolución y del «Ideal» para las transformaciones que ese momento de la Historia exigía. Además, Antero criticaba en su opúsculo la poesía fútil y provinciana de Castilho y sus seguidores. Estas dos posturas, la de Antero y la de Castilho, encontraron diferentes apoyos que prolongaron la polémica durante meses.

Las Conferencias Democráticas en el Casino de Lisboa

A finales de la década de 1860, y ya en Lisboa, Eça de Queirós y otros compañeros como Teóflo Braga o Manuel de Arriaga, quienes se convertirían años después en presidentes de la República de Portugal, los escritores Ramalho Ortigão y Guerra Junqueiro, o futuras notables figuras de la intelectualidad portuguesa como Oliveira Martins o Adolfo Coelho, constituyeron un grupo de intelectuales y amigos que se hizo llamar el Cenáculo y en cuyas reuniones, literarias y bohemias, se leía a Baudelaire, a Leconte de Lisle o a Flaubert y se escuchaba la música de Mozart y Beethoven.

En 1871, después de una serie de viajes a París, a América y a la isla de San Miguel, en su Azores natal, Antero de Quental regresó a Lisboa y, marcado por sus lecturas de Proudhon, se erigió en una suerte de mentor del Cenáculo. Influenciados por la situación europea del momento, por la caída del régimen de Napoleón III y el surgimiento de la Comuna de París, este grupo de intelectuales llevará a cabo una serie de acciones cuya finalidad será renovar la nación portuguesa de acuerdo con las iniciativas que se estaban desarrollando en otros países de Europa. De este modo, surgieron en 1871 las Conferências Democráticas no Casino Lisbonense, un ciclo de intervenciones a cargo de algunos miembros del Cenáculo, cuya finalidad era atender a la transformación social, moral, religiosa y política de los pueblos, modernizar la nación portuguesa, conocer los avances que estaban teniendo lugar en otros países de Europa y agitar en la opinión pública las grandes cuestiones de la filosofía y de la ciencia moderna.

Debido a su contenido político y de subversión, esta iniciativa impulsada por Antero de Quental fue clausurada por el ministro del Reino de Portugal António José de Ávila antes de que llegaran a pronunciarse todas las conferencias programadas. Entre quienes sí pudieron participar en las Conferencias del Casino, antes de la prohibición de las mismas, podemos destacar a Antero de Quental quien, además de encargarse de la sesión inaugural, pronunció la conocida conferencia sobre las Causas de la decadencia de los pueblos peninsulares; otros participantes fueron Adolfo Coelho, quien habló acerca de la necesidad de renovación del sistema educativo en Portugal o Augusto Soromenho quien, en una conferencia titulada La literatura portuguesa, se alejó del espíritu del ciclo al enaltecer la creación literaria romántica y el espíritu literario de Chateaubriand.

Eça de Queirós, por su parte, intervino con una conferencia cuyo título fue anunciado como La nueva literatura y a la que el propio escritor denominó El realismo como nueva expresión del arte. A pesar de que no se conserva una copia de esta conferencia, es posible conocer parte de su contenido a través de las notas que aparecieron en la prensa del momento. Según se recoge en estas notas, en su aproximación teórica a la escuela realista, Eça criticó la literatura romántica que en esos momentos se estaba produciendo en Portugal tanto en los géneros narrativo, lírico, dramático como en la crónica periodística y se apoyó en el pensamiento de Proudhon y Taine para sostener la necesidad de revolucionar las letras portuguesas a través del realismo con el fin de ligarlas al tiempo en el que se vivía y a las necesidades que ese tiempo exigía. Así, abogó por un arte basado en la observación, en su vínculo con la sociedad y lo real, en el que ya parece hacerse patente una aproximación estética al naturalismo.

El texto de esta entrada es un fragmento de la introducción del  libro “La reliquia»
de José Maria Eça de Queirós publicado por Ediciones Akal

«La reliquia» – José Maria Eça de Queirós – Akal

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