No cierres los ojos Akal

Lavorare con lentezza senza fare alcuno sforzo
chi è veloce si fa male e finisce in ospedale
in ospedale non c’è posto e si può morire presto

Lavorare con lentezza senza fare alcuno sforzo
la salute non ha prezzo, quindi rallentare il ritmo
pausa pausa ritmo lento, pausa pausa ritmo lento

sempre fuori dal motore, vivere a rallentatore

Lavorare con lentezza senza fare alcuno sforzo
ti saluto ti saluto, ti saluto a pugno chiuso
nel mio pugno c’è la lotta contro la nocività

Lavorare con lentezza senza fare alquno sforzo

Lavorare con lentezza
Lavorare con lentezza
Lavorare con lentezza
Lavorare con lentezza
Lavorare con lentezza

Enzo Del Re, 1974

En algún momento, allá por los albores del mundo moderno, el tiempo se volvió contra la vida. Hasta ese momento la había acompañado, inevitable, grabando en su registro las experiencias de la gente y, en los cuerpos, las metamorfosis de la carne. El tiempo se manifestaba en las arrugas de los rostros, las cosechas o las ruinas, no en las agujas de relojes. Fue ahí que empezamos a luchar contra el tiempo y su maquinaria de cronómetros, horarios y ritmos; a la manera de Chaplin, girando entre unos engranajes fabriles que, para nuestra desorientación, se han invisibilizado. Tal es el sino de nuestra posmoderna condición: enfrentarnos al tiempo en pos de la recuperación de una vida perdida de inicio, por nacimiento o nación, y que siempre se nos acaba escapando por obedecer −aun sin querer− alguna modalidad de mando que nos devuelve irremediablemente al tajo.

Este ensayo surfea a golpe de aceleradas reflexiones una revolución geohistórica que no es otra que la seguida desde sus inicios por las propias formaciones sociales capitalistas. Con su surgimiento, la relación entre tiempo y vida mutó en modalidades de explotación siempre dispuestas a indagar en la potencia productiva del cuerpo social, sus singularidades y sus simbiosis. Una constante marcaría desde entonces las sociedades humanas: explotar la potencia constituyente de la vida por medio del control político del tiempo. De ahí que, al final, la lucha por la abolición del trabajo se haya acabado convirtiendo en una pugna por la significación, reapropiación y reconfiguración de la relación entre tiempo y vida.

A lo largo de las páginas de este libro, Jorge Moruno profundiza en esta cuestión de la relación entre tiempo y vida desde un punto de fuga que él mismo expone en los siguientes términos: «Toda revolución, toda aspiración de cambio, pasa por reordenar el reparto y el sentido del tiempo; es la tensión impaciente e indómita que desobedece al contador del capital». He ahí una guía para comprender las mutaciones del trabajo contemporáneo. Si queremos alcanzar a comprender qué está sucediendo en nuestras sociedades y cómo es que se nos hace tan difícil sustraernos y combatir las relaciones de explotación, justamente allí donde antes todo parecía tan evidente, es preciso resolver primero el problema que liga hoy tiempo y vida.

A tal fin se hace inevitable el análisis genealógico de las formas de explotación, cuyas mutaciones se suceden ante nuestros ojos de manera acelerada. Desde la revuelta del sujeto proletario industrial contra la fábrica nacida de «la entrada del cronómetro en el taller» −al decir de Coriat−, hasta las formas actuales de la precariedad laboral, se han seguido innúmeras metamorfosis cotidianas, a menudo imperceptibles, que a cada momento han venido a responder, desobedeciendo, a las exigencias políticas del mando capitalista. Este, por su parte, las ha necesitado siempre para poder acometer su propia regulación y asegurarse la pervivencia bajo formas a cada paso más creativas, innovadoras y robustas. Por eso, por más intrincada que se haya hecho la realidad social −o precisamente debido a ello−, nunca deberíamos perder de vista que ha sido siempre el desarrollo capitalista el que ha sido explicado por el antagonismo y no al revés.

La complejidad de las relaciones de explotación laborales en nuestras sociedades, tan difícil de aprehender en lo ideológico como de impugnar en lo discursivo, no ha logrado tampoco esquivar las formas moleculares de resistencia, desobediencia y deserción sobre las que se ha configurado el magma que es hoy la multitudinaria composición de la producción y reproducción social. Después de todo, ha sido y es en el antagonismo donde siempre se ha radicado la posibilidad misma de formular ese reordenamiento de reparto y sentido del tiempo al que nos remite Moruno como horizonte de vida recuperable.

Con una tarea tan ambiciosa por delante, nos propone pensar sobre sus «reflexiones veloces». Puede parecer paradójico a primera vista y, sin embargo, es tan inevitable como acertado. ¿Qué sentido tendría, si libramos una batalla del tiempo, en el tiempo y por el tiempo como batalla por la vida misma, someternos a la producción académica del conocimiento? ¿Acaso no es mucho más interesante elegir otro lugar para analizar, otro locus desde el que enunciar hipótesis, cartografiar realidades y buscar explicaciones?

Jorge Moruno es todo un ejemplo de practicante de la dirty social theory o modalidad de conocimiento subjetivo, situado y precario que reivindicamos como única praxis cognitiva emancipadora posible. Se trata de alguien dedicado a una teorización antagonista al alcance de la existencia precaria, de la vida a borbotones y de la existencia siempre puesta en suspenso. A pesar de que nunca como en nuestros días han abundado tanto las figuras del cognitariado precario (falsos becarios, falsos profesores asociados y tantas otras modalidades de lo falso), no es para nada frecuente encontrar un conocimiento liberado de ataduras institucionales, audaz en la formulación de hipótesis, extrañamente laborioso en la búsqueda de ejemplos y ajeno por completo a los destinos del homo academicus.

Por suerte para quienes lo podemos leer, Moruno ha esquivado el riesgo de caer en un discurso academicista. Me consta porque lo conocí hace años ya, cuando elaboraba sus hipótesis e ideas sustrayendo valor cognitivo a su trabajo en el Bus Turístic de Barcelona. Su método es, como corresponde al conocimiento «sucio» del precariado, a un tiempo generoso y detallado en lo empírico, ágil y pragmático en lo conceptual, experimental y resolutivo en lo metodológico. Adelantamos por esto mismo que no todas las subjetividades que lean el texto que sigue saldrán indemnes, ni afectadas por igual ante sus enunciados. Estamos ante conocimientos situados que no pueden interpelar por igual a quienes lean estas páginas. Al fin y al cabo nunca ha sido cosa de entender el mundo, sino de transformarlo.

Raimundo Viejo Viñas

No tengo tiempo. Geografías de la precariedad

portada-no-tengo-tiempoLa demolición de los derechos de los trabajadores se observa en el lenguaje de la economía on demand: no trabajas para, sino que colaboras con; no te despiden, te desconectas; no te controlan, te valoran. Nos hemos convertido en pilas que fabrican datos, braceros de la información, jornaleros del consumo. Vivimos la servidumbre cotidiana como si fuera una actividad liberadora.

La vida y el trabajo se integran, no se concilian, y las relaciones sociales capitalistas colapsan las arterias sociales con ese colesterol llamado «mercancía». Si todo depende de lo que pasa, nos convertimos en esclavos de la coyuntura, siempre disponibles por lo que pueda llegar a pasar en un mundo donde nos acaba pasando de todo. Este es el laberinto que tenemos que resolver: el tránsito que va del «no tengo tiempo» a la sociedad del tiempo garantizado.

«Una guía fundamental para comprender las mutaciones del trabajo contemporáneo.» Raimundo Viejo

«Jorge Moruno se ha convertido en un pensador imprescindible de y contra la era de la precariedad.» Íñigo Errejón

No tengo tiempo. Geografías de la precariedad – Jorge Moruno – Akal

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