Kafka

Ser alegre, vivir atormentado, morir solo; la soledad de Kafka en tres novelas

Hace 101 años, un día como hoy, 3 de junio, moría el escritor checo Franz Kafka. Y lo hacía de tuberculosis y en el anonimato, al igual que Gregorio Samsa, el protagonista de La metamorfosis.

Solemos asociar como rasgo característico de las personas atormentadas a actitudes hurañas y aisladas; mientras que vemos a las personas afables, como felices y sin problemas. Pues esto no se cumplía en Kafka, era un hombre agradable, de trato fácil y divertido para sus amigos y, en cambio, angustiado y con una vida tormentosa. Tuvo conflictos con su padre de joven, fue inestable afectiva y sexualmente con sus parejas y vivió desesperado por el diagnóstico de la enfermedad que le llevara a la muerte.

El resultado de su obra y personalidad es el uso en español del término kafkiano para describir situaciones insólitas, absurdas y angustiosas.

Kafka

Aunque su obra más conocida es La metamorfosis, vale la pena que nos detengamos en lo que denominamos La trilogía de la soledad, sus tres novelas que nos muestran a ese escritor angustiado y trágico que tanto terminó influyendo en Albert Camus y Jean-Paul Sartre, por su existencialismo, y en Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez por su potencial imaginación y fantasía.

Estas tres obras son El desaparecido, El proceso y El castillo.

El desaparecido, también conocida como América y también como El fogonero fue iniciada en 1911 la dejó inconclusa en 1912 y publicada póstumamente en 1927.

Desde 1982 se publica con el título original que Kafka pensó: El desaparecido.

La historia describe el ir y venir de un muchacho de 16 años, inmigrante de Europa, llamado Karl Rossman, en los Estados Unidos. Forzado a ir a Nueva York por sus padres porque había sido seducido por la criada con quien después tuvo un hijo. Durante el viaje se hace amigo de un fogonero del barco.

El desaparecido es la historia de un muchacho que, cargado de un infatigable optimismo, se aferra a cada frágil indicio de prosperidad con que se cruza. Invariablemente, algo acabará frustrando sus planes por reconducir su vida, condenándolo a la desdicha. En esta novela inacabada, Kafka nos muestra cómo, por mucho que nos empeñemos, la esperanza conduce a la desilusión, separándonos de quien queremos ser hasta hacernos desaparecer.

El proceso también es una novela inacabada de Kafka, publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso, escrito entre 1914 y 1915.

En el relato, Josef K. es arrestado una mañana en su casa acusado por un desconocido de un crimen del que tampoco no sabe nada. Desde este momento, el protagonista se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe qué es y con argumentos aún menos concretos, tan solo para encontrar, una y otra vez, que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más humildes y limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la justicia y a la ley.

Josef K. acaba repasando su vida en busca de algún hecho que sea merecedor de la denuncia y su posterior detención. La inaccesibilidad de las altas instancias de la justicia y del Estado atrapará al protagonista en un laberinto desmoralizante.

Al final, Josef K. se convierte en objeto de una maraña legal y jurídica que nadie parece controlar realmente, pero que todos respetan y a la que todos se someten.

El castillo fue publicada póstumamente en 1926, se trata, de nuevo, de una obra inconclusa que Kafka había empezado a escribir en enero de 1922.

Su protagonista, conocido solamente como K., lucha para acceder a las misteriosas autoridades de un castillo que gobierna el pueblo al cual K. ha llegado a trabajar como agrimensor.

Los esfuerzos que K. hace por contactar con su contratador o alguna autoridad con influencia en el castillo que pueda aclarar la situación son vanos: cada paso que da lo enmaraña más y más en unas relaciones sociales establecidas que le resultan ajenas, incomprensibles y que nunca son lo que parecen.

El castillo trata sobre la alienación, la burocracia, y la frustración, aparentemente interminable, de los intentos de un hombre por incorporarse al sistema.

La ideología de Kafka en estas obras también es objeto de discusión. Algunos han visto una influencia marxista en la satirización de la burocracia en El proceso y El castillo. Otros ven una tendencia anarquista en el individualismo antiburocrático de Kafka, tomando en cuenta su breve militancia en una organización anarquista y su apoyo a algunas campañas de los anarquistas checos. Existe también una lectura de El proceso enel contexto antisemita y pre-nazi en el que vivió Kafka.

Supongo que habrán observado que estas tres obras fueron publicadas después de su muerte. Y es que antes de morir, Kafka dejó escrito lo siguiente: «Mi última petición. Todo lo que dejo atrás […] en forma de cuadernos, manuscritos, cartas, borradores, etcétera, deberá incinerarse sin leerse y hasta la última página».

Durante su enfermedad, Kafka no sabía si se recuperaría y le dijo a su íntimo amigo Max Brod que los únicos libros que debían sobrevivirle eran La condena, El desaparecido, La metamorfosis, En la colonia penal, Un médico rural y Un artista del hambre.

Kafka era incapaz de destruir su obra e hizo recaer dicha responsabilidad en la persona de su  amigo, Max Brod. Tras el entierro del escritor, su padre firmó un contrato por el que otorgaba a Brod el derecho a publicar póstumamente todas las obras de Franz Kafka. Brod no cumplió la petición de su amigo y publicó los libros.

En palabras de Brod: «Debería haber designado a otro albacea si estaba total y completamente decidido a que se cumplieran sus instrucciones».

Brod pasó el resto de su vida ensalzando la figura de su fallecido amigo, al cual calificó como: «El más profético (y perturbador) cronista del siglo XX».

Pocas veces la historia deberá estar tan agradecida a un “traidor”.

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