Pascual Serrano
Este 18 de noviembre se cumplen 47 años de lo que se considera «el mayor suicidio colectivo de la historia», en el que más de 900 personas murieron en una comunidad en Guyana establecida por Jim Jones.
Jim Jones, un carismático pastor evangélico, había fundado el Templo del Pueblo como una comunidad religiosa racialmente integrada en Indianápolis en 1956, antes de trasladarse a California una década más tarde.
Jones hablaba de un inminente apocalipsis nuclear, y creía que su comunidad «socialista apostólica» podría prosperar después de eso.
El grupo, aunque religioso, fue fundado sobre ideales socialistas, y proveía atención sanitaria y otros servicios sociales a sus miembros.
Después de múltiples escándalos e investigaciones, Jones decidió crear en 1977 una comunidad utópica en Guyana donde estaría a salvo de la intervención de las autoridades estadounidenses, o de los miembros que tenían parientes preocupados.
Allí se creó el Proyecto Agrícola del Templo del Pueblo, informalmente conocido como Jonestown, derivado el nombre de su líder.
La popularidad de Jones creció enormemente en ese periodo y pasó de tener 50 miembros en 1977 a tener más de 900 miembros en su momento de apogeo en 1978.
Pero aquello no era el paraíso completo que les prometieron. El asentamiento era extraordinariamente remoto, y se vio afectado por deficiencias agrícolas que impedían que el grupo fuera autosuficiente.
Los miembros del grupo vivían juntos en pequeñas casas comunales, y trabajaban largos días bajo un calor sofocante.
La gente de los alrededores relataron historias de horror sobre duras palizas y tortura, especialmente a los niños.
El 14 de noviembre de 1978, el congresista estadounidense Leo Ryan, viajó a la ciudad de Georgetown, localizada a 240 kilómetros de Jonestown, acompañado de una delegación del Congreso, periodistas y algunos disidentes de la secta, para comprobar si eran ciertas las acusaciones de fraude, lavado de cerebro, encarcelación y tráfico de drogas y armas.
El 17 de noviembre, Ryan y su asistente lograron entrevistarse con varios integrantes del grupo comunitario. Aunque al principio todo iba con normalidad, algunos residentes le pidieron si podían abandonar la colonia con él. Esto desencadenó la furia de algunos de los miembros más fanáticos e incondicionales.
A partir de ahí se desencadenó la violencia. Murieron cinco personas, incluido el congresista Ryan.
De vuelta al complejo, Jones simultáneamente instó a sus más de 900 seguidores a que se quitaran la vida, advirtiendo que los militares de Guyana invadirían el lugar y se llevarían a sus hijos tras lo ocurrido con la delegación estadounidense.
Murieron después de la ingesta de un ponche de frutas mezclado con cianuro.
En el libro Jonestown. Jim Jones y la secta del Templo del Pueblo, Lucía Marí Bernabé (Araknne) analiza la enigmática figura de Jim Jones, carismático líder de la secta del Templo del Pueblo, quien condujo a estas personas, muchas de ellas afroamericanas, a cometer un «suicidio masivo colectivo» en su nombre, así como un ataque terrorista al gobierno de los Estados Unidos.
La autora nos cuenta que esta historia no abandonó su cabeza desde que descubrió “el documento de audio más enfermizo y triste que he escuchado en toda mi vida, «La cinta de la muerte»”.
Se trata de la última cinta grabada que se tiene del Templo del Pueblo de Jim Jones. Con sus 44 minutos y 30 segundos de duración, según Bernabé, no deja indiferente a nadie: “En la cinta podemos escuchar al reverendo Jim Jones intentando convencer a los integrantes de su congregación para que envenenen con cianuro a sus hijos y después ellos hagan lo mismo. Sólo se necesitan 44 minutos de audio para comprender la psique de uno de los genocidas más despiadados del mundo. Escuchar los gritos y lloros desesperados de decenas y decenas de niños y bebés y la voz de Jones gritándoles «No seáis así, abandonad esta histeria y morid con dignidad», hiela la sangre a cualquiera”.
Sorprende que apenas hubiese información en español sobre este caso, a diferencia de otras tragedias de sectas como la de La Familia de Charles Manson o los Davidianos de Waco. Sin embargo, en Estados Unidos tuvo un gran impacto que incluiría libros, canciones y documentales que se pueden ver en diferentes plataformas.
Absolutamente toda lo que relata en este libro Lucía Marí Bernabé es real, aunque en ocasiones no lo parezca. Según explica, toda la extrajo de los “documentos oficiales de la posterior investigación que hubo por parte del FBI y de la página oficial de Jonestown de la Universidad de San Diego en Estados Unidos, que cuenta con el archivo de documentos más extenso sobre Jim Jones y el Templo del Pueblo. Estos archivos constan de cartas originales de los feligreses del culto y familiares, grabaciones de audio y de vídeo de los acontecimientos, fotografías y, por último, pero no menos importante, los testimonios directos de los pocos supervivientes de la mayor masacre dentro de un culto, la tragedia de Jonestown”.
Bernabé nos recuerda que “los monstruos de los cuentos de hadas no existen. Los monstruos de verdad no son lobos en el bosque o brujas en casitas de chocolate, no, los monstruos llevan un disfraz de persona, por eso es tan difícil identificarlos y son muy reales”.
Con su libro busca “saber identificar a los monstruos que viven entre nosotros, monstruos que se aprovechan de la debilidad de la gente vulnerable para controlarlos y manejarlos a su antojo”.
