El 18 de julio se dio un golpe de Estado, se inició una guerra civil y algunos se apropiaron de la economía española. Las dos primeras cuestiones forman parte de la historia, la tercera continúa en el presente.
De eso trata el libro Franquismo S.A., del periodista Antonio Maestre.
Como dice el autor en su prólogo, “es un libro de lo que nos robaron”, sobre “aquellas familias y empresas que hoy en día tienen su posición ganada gracias a la guerra y a la dictadura”.
Con nombres y apellidos, Maestre presenta “un puzzle que recoge el trabajo de historiadores y académicos, de periodistas que me precedieron y de escritores que encontraron las palabras precisas”.
Es evidente que los ciudadanos actuales españoles no somos responsables del comportamiento o el papel de nuestros abuelos en la guerra civil o en los años de la dictadura, pero si se trata de un patrimonio económico que hemos heredado y que se amasó y consolidó con los crímenes del franquismo, la responsabilidad no desapareció con la muerte del criminal y algo queda para sus herederos de hoy. Su pregunta, por tanto, es “¿Por qué en España nadie se avergüenza o pide perdón para haber conformado su fortuna al calor de una dictadura genocida como la franquista?”
Los mecanismos de enriquecimiento de personas y empresas con el franquismo fueron variados. Algunas del entorno de las elites franquistas usaron mano de obra forzada gracias al programa de redención de penas para los presos. Otras se aprovecharon de la represión contra las empresas competidoras que cometieron “el delito” de apoyar la legalidad republicana, otras se aprovecharon de las contrataciones públicas a dedo del régimen. Y todas ellas amasaron fortuna bajo una dictadura que mantenía unas condiciones laborales de explotación con un sindicalismo libre prohibido.
Algunas de esas empresas ya no se llaman igual, han cambiado su nombre, se han fusionado con otras, pero su dinero sigue procediendo del mismo saqueo, y sus directivos y accionistas mantienen aquellos apellidos.
Maestre recuerda que, a diferencia de otros países tras la Segunda Guerra Mundial, en España no ha habido ningún proceso de reparación e indemnización hacia las personas cuyo patrimonio fue expoliado por el fascismo. La razón también la aclara el autor, es que aquí los ladrones y criminales ganaron la guerra. Ya lo dijo Franco en 1942: “Nuestra Cruzada es la única lucha en que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”.
Maestre dedica las más de doscientas páginas de su libro a detallar los nombres de personas y empresas que, tras enriquecerse a la sombra del franquismo, siguen operando con normalidad en la democracia sin rendir cuentas sobre su saqueo y robo. “Es difícil encontrar una gran empresa que no se haya conformado con favores y malas artes durante el franquismo, en el más benévolo de los casos, y que ahora no aluda a la cultura del esfuerzo como un mantra sobre el que vehicular su imagen corporativa”, afirma. Y Antonio Maestre las repasa todas: Mercadona, Grupo Quirón, Mahou, Damm, Urbis, Fenosa, Iberdrola, Acciona, OHL, bancos, petroleras, navieras…
En el franquismo, como el rey en el medievo, los cargos públicos y las responsabilidades en los consejos de administración de las empresas públicas fueron usados como un pago del botín de guerra a cuenta de los servicios prestados a multitud de cargos militares que hicieron la guerra en el bando fascista. Si por abajo, a los desgraciados afines les dieron los estancos y despachos de lotería, por arriba se repartieron los consejos de administración con sus dividendos y sueldos millonarios.
En el año 1979 la revista Fomentos de la Producción publicó un listado con las cien personas más ricas de aquel momento. Eran personas que se acumularon su fortuna con el franquismo y que hoy perduran sus apellidos en las listas de los más poderosos y acaudalados. Un estudio del diario El Mundo llegó a la conclusión de que una tercera parte del dinero de los más ricos en 1979 seguía en las mismas manos de las sagas familiares en 2009.
El autor revela una cosa muy curiosa y significativa. Los silencios y ocultamientos en el diccionario de la Real Academia de la Historia, donde no aparece ninguna referencia vergonzosa al enriquecimiento de los saqueadores. La explicación es sencilla. Basta con repasar la lista de los patrocinadores del diccionario: Fundación BBVA, Banco Santander, Fundación Juan Miguel Villar Mir, Iberdrola… “Por eso lo esconden. Por eso lo ocultan. Porque son ellos”.
Por eso Antonio Maestre los destapa, por eso los cita. Porque sabe y demuestra que son ellos.