Sade

Hoy hace 285 años que nació el “sadismo”, el del Marqués

En este momento vamos a dedicarnos a violar el testamento de una persona. Donatien Alphonse François de Sade pedía en él ser enterrado en una fosa en alguna zona boscosa de la que fue una de sus propiedades (la Malmaison, no muy lejos de París) con el deseo de que «una vez recubierta» dicha fosa, y sembrada de bellotas, «las huellas de mi tumba desaparezcan de la faz de la tierra, como espero que mi memoria se borre de la mente de los hombres, exceptuando a unos pocos que tuvieron a bien amarme hasta el último momento y de los que me llevo un muy grato recuerdo a la tumba».

Se trata del Marques de Sade, y su memoria, no solo no se ha borrado de la mente de los hombres, sino que se han vertido ríos de tinta y de palabras en torno a su figura. Es más, se ha acuñado el término “sadismo” para todo lo relacionado con la crueldad y el horror. Nada más alejado del olvido.

Hoy, en el 285 aniversario de su nacimiento el 2 de junio de 1740, nos unimos a la profanación de ese testamento recordándole, eso sí, para algo más que para limitarnos al término de “sadismo”: para rememorar su obra escrita.

Donatien Alphonse François de Sade, más conocido nobiliariamente por su título de Marqués de Sade (París, 1740 – Charenton, Francia, 1814), fue un escritor, ensayista, filósofo, lujurioso, activista político y noble francés conocido por sus novelas libertinas y su encarcelamiento por delitos sexuales, blasfemia y pornografía.

Su leyenda negra, salpicada por los tumultuosos años de la Revolución Francesa y por varios escándalos sexuales, envió sus obras al terreno de lo maldito y la Iglesia católica las incluyó en el Índice de libros prohibidos. Bien es cierto que los supuestos crímenes que cometió nunca le hicieron sombra a los que narraba en sus textos de ficción.

Cuando tenía 37 años fue condenado a prisión por su disoluta conducta. En realidad, no hacía cosas más horribles y grotescas que sus aristocráticos iguales en la decadente capital francesa, el problema era su arrogancia, falta de discreción, su pasión por el lado salvaje de la vida y su escasa habilidad para construir alianzas, lo que le procuró enemigos muy peligrosos. Habló de sexo sin pudor, y eso era pecado en una sociedad tan cínica como la parisina de finales del siglo XVIII.

Pasó 13 años en las cárceles de Vincennes y La Bastilla, desde donde escribió algunas de sus libros.

Su obra influyó a novelistas y poetas como Flaubert, Rimbaud o Dostoievski. André Breton, uno de los fundadores del movimiento surrealista, lo proclamó el ‘divino marqués’. Apollinaire afirmó que Sade fue «el espíritu más libre que jamás ha existido».

Sade fue tan independiente que con frecuencia tuvo problemas con el poder durante aquellos convulsos años en Francia: antes de la revolución, por sus orgías; en el periodo del Terror, casi es guillotinado por su moderación política; y con Napoleón, de nuevo encarcelado por “demencia libertina”.

Pero miremos hacia algunas de sus obras.

Sade

Aline y Valcour, o la novela filosófica es la primera novela firmada por el marqués de Sade, escrita durante su estancia en la cárcel de La Bastilla. De forma epistolar, narra los amores de los dos personajes que le dan nombre, al tiempo que se entremezclan las historias de otros tantos que van conformando un relato que no es único, pues el resultado son en realidad dos casi independientes: La historia de Aline y Valcour y La historia de Sainville y Leonore. Sade fue duramente criticado por el contenido de la obra, considerado repleto de vicios y muy lejos de ajustarse a la moral de la época.

Según señala Concepción Pérez Pérez en el estudio preliminar de nuestra edición, “existe un Sade eminentemente transgresor y otro que busca reconocimiento social, un Sade «nocturno» y otro «diurno», según la denominación de Jean Roussel, vertientes ambas que Michel Delon caracterizó como «implícita y esotérica» (u oculta), frente a la «explícita y exotérica» o proyectada hacia afuera”.

El gran biógrafo sobre Sade, Maurice Lever consideraba que Aline y Valcour es indiscutiblemente la gran novela de Sade. Independiente de si lo es o no, Concepción Pérez resalta “que estamos frente a un libro imprescindible para el buen conocimiento del autor, una obra que este apreciaba de manera particular y cuya importancia hay que reivindicar en el lugar que merece”.

Sade entiende hacer de esta novela no su obra más secreta o la más fuerte, sino su obra maestra, con todo el cuidado, afinamiento y equilibro que implica este término, siendo «en muchos aspectos la más personal».

Aline y Valcour surge de la cantera de la prisión, y en concreto, junto con el grueso de la producción sadiana, se gesta en la Bastilla, cuyos muros abandonó el prisionero en vísperas de la célebre toma para ser trasladado al asilo de alienados de Charenton.

Para Concepción Pérez, Aline y Valcour es una justificación de Sade frente a sí mismo y frente al mundo, siendo la obra de ficción en la que la crítica sadiana ha encontrado una mayor proyección autobiográfica. Pero la novela filosófica va mucho más allá de la mera justificación, situándose en la encrucijada entre lo autobiográfico, la filosofía y la literatura.

Aline y Valcour fue el proyecto al que más costó ver la luz entre toda la obra publicada por Sade, en lo que fue un parto difícil y tediosamente largo, retardado durante varios años. Los problemas con la novela se agravaron cuando el impresor es guillotinado el 8 de enero de 1794, lo que conlleva que todo el material ya impreso quedó secuestrado y precintado, con la edición paralizada. La primera preocupación de Sade cuando recuperó la libertad tras su excarcelación el 15 de octubre de 1794 fue por tanto solicitar ante la Administración que se le devolviera el material impreso.

En opinión de Concepción Pérez,“Aline y Valcour no solo pretende ser la novela filosófica, sino que se construye como una auténtica macronovela o compendio narrativo que abarca los principales géneros narrativos y registros de escritura del siglo xviii: relato de viajes y aventuras, novela libertina, relato utópico, novela de aprendizaje, novela picaresca, cuento filosófico y apólogo moral, novela sentimental y psicológica, relato trágico, sin olvidar el registro cómico y el erudito y científico, todo ello utilizando como soporte el género epistolar”.

Sade

A principios del siglo XX apareció, en un rollo, el manuscrito de Las 120 jornadas  de Sodoma. Fue escrita en treinta y siete días, los que van del 22 de octubre al 28 de noviembre de 1785. El lugar de redacción, también esta vez, fue una celda de la Bastilla, y el procedimiento utilizado para transportar al papel sus ideas, para materializar en un texto su desbordante imaginación, fue llenar, con letra microscópica y por ambos lados, un rollo de papel de algo más de dos metros de largo y doce centímetros de ancho.

En Las 120 jornadas de Sodoma, se dedica a la tarea gigantesca de hacer la lista completa de las anomalías, de las desviaciones, de todas las posibilidades humanas. Cataloga una amplia variedad de perversiones sexuales perpetradas contra un grupo de adolescentes esclavizados, y es el trabajo más gráfico de Sade.

Todavía en agosto de 2012, Corea del Sur prohibió por «obscenidad extrema» la publicación de este libro.

Sade murió pensando que esta extensa novela que escribió en la Bastilla había sido destruida al estallar la Revolución.

La adaptación que hizo Pasolini, ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, convirtió la novela del Marqués de Sade en una obra todavía más icónica.

Otro volumen que destacamos es Los infortunios de la virtud. El presidente burlado, que reúne esas dos historias.

Sade

Los infortunios de la virtud también fue escrita por el Marqués de Sade en la Bastilla. La primera versión, la incluida en este libro, se redactó en sólo quince días, y su autor la dio por terminada el 8 de julio de 1787. El argumento se basa en una adolescente, Justine, que, después del fallecimiento de sus padres, recurre a todos los estamentos sociales para conseguir un trabajo digno y preservar su virtud, y en todos los casos, en lugar de recibir ayuda, lo que encuentra son incitaciones al vicio.

Justine simboliza la virtud que debe enfrentarse a las añagazas del vicio y, contrariamente a lo que cabría esperar, en lugar de ser recompensada por mantener su virtud, lo que recibe es toda clase de agravios. Por el contrario, los libertinos que abusan de ella se ven recompensados.

El presidente burlado es un cuento en el que el Marqués de Sade ajusta cuentas con los magistrados de Aix-en-Provence, aquellos que lo condenado a dos penas de muerte por envenenamiento y sodomía.

Sade fue condenado por ese tribunal tras un encuentro con cinco prostitutas en Marsella. Dos de ellas, se sintieron después indispuestas, pasando varios días vomitando una sustancia negruzca y sanguinolenta. Se sospechó de unos caramelos que les ofreciera Sade. Analizadas las deposiciones no se encontró restos de veneno conocido y tras ser analizados los caramelos se determinó que se trataba de bolas de anís. Las muchachas, con el paso de los días, recuperaron su salud. No obstante, Sade y su criado fueron condenados a muerte por envenenamiento y sodomía.

El protagonista de El presidente burlado es un magistrado de Aix que Sade lo describe grotesco y ridículo.  

Por último, Los crímenes del amor es un libro publicado por primera vez en 1799. Este, junto a Aline y Valcour y La marquesa de Gange, son los únicos libros que se salen de su estilo tradicional, sin escenas de sexo o tortura explícitos.

Está estructurado en once novelas cortas en las que el amor y el deseo convergen en diferentes situaciones que llevan a los personajes a cometer locuras o vivir plenamente.

En conclusión, no tengamos miedo al “sadismo” y leamos al Marqués de Sade, aunque pidiese en su testamento que no lo recordáramos.

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