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Presos que reducen su condena leyendo libros

Pascual Serrano

Que las prisiones dispongan de biblioteca es algo normalizado históricamente y que ya nadie cuestiona como un acierto. Lo que supone un mayor avance es la posibilidad de que los presos puedan reducir su condena leyendo libros, algo que es una realidad en los sistemas penitenciarios de algunos países.

Uno de los ejemplos más espectaculares es Brasil, donde existe la ley de «Redención por la Lectura», que ofrece a los reclusos la oportunidad de reducir el tiempo de duración de su pena mediante la lectura de libros.

Esta iniciativa, establecida en 2013, durante el gobierno de Dina Rousseff, busca fomentar la educación y la cultura en la población carcelaria, incentivando la reinserción social a través de la lectura. Los presos pueden elegir entre obras de ficción, filosóficas, científicas y algunos clásicos obligados.

Elegidos por un comité especial para participar en el programa, los reclusos tienen cuatro semanas para leer cada libro y escribir un ensayo al respecto, legible y con los cuidados mínimos de presentación, tras el cual pueden obtener la reducción de la pena. Esta iniciativa ha llevado a un aumento en la participación en programas de lectura en las cárceles de Brasil.

Esta normativa les permite reducir hasta cuatro días de su condena por cada libro leído, con un límite de 12 libros por año. Es decir, pueden lograr 48 días de libertad por año de sentencia.

La medida ha tenido un impacto positivo en el sistema carcelario brasileño, promoviendo el acceso a la educación y la cultura entre los reclusos. Además de reducir la pena, la lectura tiene otros beneficios, también puede ayudar a mejorar la salud mental de los presos y fomentar habilidades de pensamiento crítico y empatía.

La ley de «Redención por la Lectura» ha sido elogiada como un ejemplo innovador de cómo la educación y la cultura pueden desempeñar un papel fundamental en la rehabilitación de los individuos y en la reducción de la reincidencia delictiva.

El acceso de los presos a los libros está contemplado en el documento “Las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos”,  conocidas como Reglas Mandela. Se trata de una serie de lineamientos que estableció la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para garantizar los estándares que se reconocen como idóneos para el tratamiento de las personas privadas de su libertad.

La regla referente a las bibliotecas penitenciarias y su acceso a los presos es la 64 del total de 122 reglas que contiene la norma de la ONU, y establece que “Cada establecimiento penitenciario tendrá una biblioteca suficientemente provista de libros instructivos y recreativos, que podrán usar los reclusos de todas las categorías. Se alentará a los reclusos a que se sirvan de la biblioteca lo más posible”.

El nombre dado a estas reglas supone un homenaje al expresidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, quien vivió 27 años encarcelado como parte de su lucha por los derechos humanos, la igualdad, la democracia, la cultura de paz y el apartheid en su país.

Estas recomendaciones para el encarcelamiento digno fueron establecidas el 17 de diciembre de 2015 y revisan e incorporan nuevos conceptos a las ya establecidas en 1955.

Además de Brasil, existen otros países o regiones que promueven políticas de rehabilitación para presos a través de la lectura, aunque no siempre es una medida generalizada o con beneficios formales en todos los sistemas penitenciarios.

En Argentina, algunas provincias, como Buenos Aires, tienen programas donde los presos pueden acortar su condena leyendo y elaborando informes sobre los libros.

En México, en ciertos estados, como el de Puebla, se ha implementado el programa “Leer para la Libertad», donde los reclusos también reciben beneficios como reducción de penas al demostrar lectura y comprensión de textos.

En Italia, aunque no es una política nacional, algunas cárceles permiten a los presos reducir su condena mediante actividades educativas, incluyendo la lectura.

En Estados Unidos, algunos estados, como California, tienen programas de rehabilitación educativa en prisiones, donde la lectura puede ser parte de cursos que ayudan a reducir condenas o mejorar condiciones carcelarias.

En Chile, el programa «Libro Libre» fomenta la lectura en prisiones, aunque no necesariamente reduce condenas, sino que forma parte de actividades de reinserción.

En cuanto a España, no hay una reducción directa de pena por leer, pero existen programas de acceso a bibliotecas y talleres literarios que pueden influir en permisos de salida o beneficios penitenciarios.

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