FILOSOFAR

«Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse»

Uriel Bonilla

Citar al judío maldito e hispano-luso de Spinoza tiene algo de compromiso con una vocación siempre a pique de desaparecer: «Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida» (Ética, parte 4, prop. LXVII); que puede ser respondido, trescientos años más tarde, por el rumano expatriado, Ciorán: «Quien no se ha entregado a las voluptuosidades de la angustia, quien no ha saboreado en el pensamiento los peligros de la propia extinción ni ha gustado aniquilamientos crueles y dulces no se curará jamás de la obsesión de la muerte: será atormentado por ella, por haberla resistido […]» (Ciorán, Breviario de podredumbre). Quizá sea esta la característica que más sorprende a quienes se acercan a la filosofía en algún momento de su vida: la falta de acuerdo; y con ella el interminable replanteamiento de las mismas preguntas, el retorno de lo mismo.

Y, sin embargo, hay algo irresistible en este invento de la razón finita, a pesar de su tradición discutida, de sus muertes sucesivas y sus renacimientos, en su mala salud de hierro. Algo así como una promesa de comprensión en común, de compañía en la discusión, que aspira a enfrentarse a los demás como iguales, aunque sea ferozmente, a convencer y construir a pesar de la tribu o de la autoridad («la religión y la costumbre») usando el único instrumento capaz de obviar las diferencias sin aniquilarlas, la propia razón humana.

Así que, como una plegaria atendida, con un grafismo y un diseño impactante, visual y conciso, El libro de la Filosofía, de la colección El Libro de…, se organiza cronológicamente, desde el siglo -VII hasta la actualidad (de Tales de Mileto a Bell Hooks). Presta más atención a la época Moderna y Contemporánea, cierto, pero no olvida el origen de la filosofía en la Grecia clásica (China e India, se añade) y dedica también un necesario espacio a la filosofía medieval. En la introducción se desgranan las grandes líneas por las que discurre la institución, las disciplinas mayores (metafísicas, ontología, teoría del conocimiento, etc.) y alguna menor (filosofía del lenguaje); se abordan las relaciones entre la tradición occidental y oriental; se insiste en la necesidad de enmarcar las ideas en su contexto casi marítimo marcado por el espíritu del tiempo que se apuntala y trasciende. De modo que internamente a cada época se ha optado por tratar, encarnándolas, ideas concretas o reflexiones importantes: cada sección se inicia con una introducción que incluye una cronología filosófica e histórica y, a continuación, una sucesión biográfica en la que se destaca alguna figura especialmente relevante sobre las demás, v. gr.: Platón y Aristóteles en la Antigüedad; Tomás de Aquino en el Medievo; Marx en la era de la revolución; Derrida en la Contemporaneidad.

De acuerdo con criterios complementarios, acordes con el enfoque general de la obra, se integran figuras de distintas tradiciones culturales (junto a Tales de Mileto, Lao Tsé; tras Pitágoras, Siddharta Gautama) y en esto los autores coinciden con la perspectiva de Jesús Mosterín y su Historia del pensamiento, entre nosotros, o de Karl Jaspers y su idea del tiempo-eje. Al mismo tiempo, la vocación de amplitud permite conocer los puntos de vista de personajes menos habituales en las historias de la filosofía al uso: un Boecio, un Rumi, Wollstonecraft o Adam Smith; Feuerbach, Dewey o Unamuno; Tanabe, Mary Midgley, Fanon o Saussure son nombres que se mueven entre periferias y fronteras de la tradición: hay sorpresa e interés.

Al aliciente del diseño general, que ya hemos mencionado, se une la abundancia de iconos originales alusivos a ideas importantes, citas, esquemas, tablas contextuales, imágenes y fotografías y, como complemento, se incluye al final una sección de breves biografías. Figuran aquí, de nuevo por orden cronológico, otros nombres que se han considerado secundarios pero cuyo conocimiento, referenciado en el cuerpo del libro, enriquece y encuadra las figuras principales; pues a pesar del enfoque individualizado se remarca en la introducción, y se ejemplifica en las referencias cruzadas a lo largo del libro, que quienes filosofan suelen organizarse en escuelas en las que se estudian no solo las conclusiones sino también los caminos transitados para alcanzarlas. Aquí Hipatia, Al-Farabi, Autrecourt, Frege o Butler nos recuerdan que hay mucho más que decir y que conocer. Asimismo, un glosario (corrientes, ideas, conceptos) y un índice (autores/as, obras, ideas o temas) nos permiten entrar de otra manera en la abigarrada selva de los nombres y de las épocas.

Desde el año 2002 la UNESCO conmemora la importancia de esta institución bimilenaria celebrando el 20 de noviembre el Día de la Filosofía que en 2005 se transformó en Día Mundial de la Filosofía. Se busca potenciar la reflexión pública y colectiva, atenta al presente social, político y científico. También se pretende, según Audrey Azoulay, directora general de la institución con motivo de esta efeméride en 2022, la promoción de la enseñanza de la filosofía y la elaboración de los principios éticos que han de guiar a la humanidad en el futuro. Mucho más modesto y dialéctico, Sócrates de Atenas lo planteó, al borde de la muerte, como una necesidad de examen sostenido de la propia vida y de la vida de los otros. En tal situación, este libro puede muy bien servir como un mapa informativo y estructurado de ese tejer y destejer la piel del ahora en que consiste la filosofía, interés del hombre libre (vale decir mujer o varón) que repite con Epicuro y a riesgo de resultar maldito:

 «Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado joven» (Carta a Meneceo).

Uriel Bonilla Suárez es profesor de Filosofía en enseñanza secundaria.

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