“¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”. Son las palabras de Simón Bolívar el 15 de agosto de 1805, subido en el Monte Sacro, cerca de Roma. Y hoy, 24 de julio, que hace 242 años de su nacimiento, vamos a recordarlo.
Veinte años después de esas palabras en Roma, como recuerda Hugo Chávez, “el Imperio español en las Américas se había derrumbado y una serie de repúblicas independientes se extendían desde el Río de la Plata hasta la desembocadura del Orinoco, desde la Tierra del Fuego hasta los desiertos de México”.
Para los españoles, Simón Bolívar es otro más de los independentistas latinoamericanos que luchó contra España, pero para gran parte de América Latina es mucho más que eso. Y si ha habido un líder reciente que lo ha recuperado, ensalzado y venerado es Hugo Chávez, el expresidente de Venezuela. Por eso, contar con un libro que incluya lo más importante de los discursos, los manifiestos, las cartas y los decretos de Bolívar, y todo ello presentado por Hugo Chávez es el mejor documento para conocer al prócer latinoamericano y traerlo a la actualidad. Se trata de Hugo Chávez presenta a Simón Bolívar. La Revolución Bolivariana.
Simón Bolívar, como la mayoría de aquellos líderes independentistas, procedía de familia adinerada. Los Bolívar eran dueños de haciendas, minas y esclavos, y tenían intereses comerciales no sólo en Venezuela, sino por todo el Caribe. Sin embargo, el joven Simón perdió a sus padres siendo niño, se quedó al cuidado de su tío, pero se fugó para quedarse con su hermana mayor, algo que los jueces no le permitieron y los separaron por la fuerza. “Así que Bolívar -dice Chávez- se forjó en el yunque de la rebelión. Cabalgaba por las calles de Caracas entablando conversación con muchachos cuyos orígenes eran muy diferentes a los suyos”.
La figura de Simón Bolívar no se entiende sin la de su tutor, Simón Rodríguez, un librepensador y un hombre ilustrado que tendría una enorme influencia sobre Bolívar, y que Chávez no dejaba de citar. Su lema “o inventamos o erramos” fue una constante en los discurso del expresidente venezolano.
De todos sus documentos, Chávez destaca la llamada Carta de Jamaica. “Si el Libertador nació en 1805, podemos decir que el proyecto bolivariano de integración nació en Jamaica en 1815. Fue allí donde la visión geopolítica unitaria de Bolívar salió a la superficie y su proyecto –continental, antiimperialista, republicano, igualitario y libertario, por el que luchó en los años sucesivos– adquirió fuerza”.
Dice Chávez que “Bolívar había comprendido que la independencia no sería posible sin la participación del pueblo venezolano: los pobres, los peones, los esclavos y los negros. Lo primero que hizo al desembarcar fue ordenar la emancipación de los esclavos y la igualdad social para todos mediante un célebre decreto firmado en Carúpano el 2 de junio de 1816”.
Así decía Bolívar: «Considerando que la justicia, la política y la patria reclaman imperiosamente los derechos imprescindibles de la naturaleza, he venido en decretar la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados».
Otro documento importante es el Discurso de Angostura. En él expuso su visión del sistema político ideal para las Américas, basado en el principio de que «el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política».
Bolívar fue un auténtico revolucionario. Conforme avanzaba en su lucha por Sudamérica -presionando para obtener la liberación de los esclavos, confiscando tierras y distribuyéndolas entre los pueblos indígenas, construyendo escuelas en las que también tenían cabida las niñas, los hijos de los indígenas y los de los esclavos-, se volvía cada vez más revolucionario.
Hugo Chávez lo considera como el “hombre que derrotó al imperio con la espada y pensó en el futuro del pueblo al que liberó. Las acciones militares preparaban el terreno para la revolución social”.
Así se aprecia en el decreto que dictó en Chuquisaca (la actual ciudad de Sucre) el 14 de diciembre de 1825, relativo a la agricultura y en el que ordenaba la redistribución de la tierra: «Cada individuo, de cualquier sexo, o edad que sea, recibirá una fanegada [44 hectáreas] de tierra».
Con él -dice Chávez- “establece Bolívar un principio contrario al del capitalismo: un principio socialista. En realidad, cada día que pasa estoy más convencido de que la evolución del pensamiento de Bolívar apuntaba al socialismo. Si hubiera vivido unos cuantos decenios más, estoy completamente seguro de que se habría convertido en un socialista, como su maestro Simón Rodríguez”.
Es evidente que el sueño de Bolívar nunca se hizo realidad. Propuso una unión de repúblicas que se extendía desde el Caribe hasta la Patagonia y, en diciembre de 1824, invitó a todos los líderes sudamericanos de la época a un congreso en Panamá que acabó celebrándose en 1826. Fue un fracaso: la unidad a la que llamaba Bolívar no llegó nunca. En su lugar, se impuso el poder en ascenso de los Estados Unidos; fue en esos años cuando James Monroe instauró en Washington su doctrina, en virtud de la cual Latinoamérica se convirtió en el patio trasero de los Estados Unidos, sin que haya dejado de serlo desde entonces.
El proyecto de Bolívar explotó en innumerables pedazos, quebrado por la oposición de los opulentos terratenientes y bajo la presión de la primera oleada del imperialismo norteamericano.
Bolívar murió en Santa Marta, en la costa caribeña de Colombia, el 17 de diciembre de 1830, a la edad de cuarenta y siete años.
Aunque había nacido rico, murió sin ninguna propiedad material: hubo que vestir al cadáver con una camisa que no era suya, porque la que llevaba Bolívar estaba hecha jirones. Todos lo habían abandonado y murió expresando en una frase histórica su frustración e impotencia: «He arado en el mar y he sembrado en el desierto».
García Márquez en su novela El general en su laberinto, recrearía magistralmente esos últimos días de Bolívar.
Sí hubo una cosa en la que acertó Bolívar, en una amenaza que describió con toda claridad: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad».
«Allá arriba, al norte de este continente, hay una nación muy grande, muy hostil y capaz de todo», añadió.
Siempre podemos volver a soñar con una América libre, leyendo a Simón Bolívar guiados por Hugo Chávez. Quién sabe si la historia, en algún momento, muestra que Simón Bolívar no aró en el mar.