Tolstoi

Vayamos con Tolstoi para que nos cuente la guerra en Rusia

Entrados ya en el tercer año de la guerra de Ucrania, un buen mensaje para quienes quieren que odiemos a los rusos, solo por haber nacido en Rusia -por cierto los ucranianos que nacieron entre 1721 y 1917 también eran rusos- sería interesarnos por los escritores rusos. Hoy, 9 de septiembre, hace 197 años que nacía Lev Tostoi.

Considerado uno de los escritores más importantes de la literatura mundial, recibió múltiples nominaciones para el Premio Nobel de Literatura y para Premio Nobel de la Paz.

Procedente de una conocida familia de la antigua nobleza rusa, León fue el cuarto de los cinco hijos del conde Nikolái Ilich Tolstói y la condesa Maríya Tolstaya. Nació en 1828 en Yásnaya Poliana, en una finca de su familia a unos 210 kilómetros al sur de Moscú.  Su acceso a la educación lo convirtió en una persona políglota, ya que podía hablar inglés, turco, francés, alemán, tártaro y ruso, así como un poco de hebreo para leer la Biblia.

Durante 1844 comenzó a estudiar Derecho y Lenguas Orientales en la Universidad de Kazán, pero abandonó sus estudios y regresó a Yásnaia Poliana, para luego pasar gran parte de su tiempo entre Moscú y San Petersburgo.

Según cuenta el propio Tolstoi, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la, entonces, corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.

Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven, decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército.

Aunque todo el mundo lo conoce por sus míticas obras Guerra y paz y Ana Karénina, nosotros nos detendremos en lo que escribió fruto de su experiencia en la guerra. Se trata de cuatro relatos recogidos en la obra Ecos de Crimea y del Cáucaso: Relatos de Sebastopol (1855), El prisionero del Cáucaso (1872), Después del baile y Hadzhí Murat, de 1903.

Como señala Ernesto Calabuig en su introducción, “¿puedo abstraerme del hecho de que, tanto el día que recibí el encargo de este prólogo como en estos otros días en los que trato de redactar un texto que esté a la altura, ucranianos y rusos se desangran literalmente en una espantosa y prolongada guerra?”. Calabuig coincide con el traductor, Sergio Hernández-Ranera, en que seguro, en 2022, Tolstoi hubiera abrazado de nuevo un pacifismo sin reservas, esa revolución no violenta y despojada en la que trató de profundizar hasta el día de su muerte.

“Resulta atrevido, valiente (y, añadiría, necesario) -añade Calabuig- reivindicar y celebrar también con estas cuatro maravillas literarias al gran escritor ruso precisamente en un ambiente general de rusofobia ciega e indiscriminada, en un mundo de pensamiento único y de noticias teledirigidas”.

Ecos de Crimea y del Cáucaso posee un mensaje pacifista que reina en toda su obra, donde el sufrimiento se reparte desigualmente entre las clases sociales que componen el ejército zarista.

Los Relatos de Sebastopol son tres crónicas «periodístico-literarias» que detallan el terrible asedio a esta ciudad durante la Guerra de Crimea, que duró de 1853 a 1856, y que Tolstói vivió como alférez de artillería. El prisionero del Cáucaso, Después del baile y Hadzhí Murat están ambientados en el contexto de las guerras del Cáucaso de mediados del siglo XIX, en Chechenia. En Después del baile, además, plantea con mucha profundidad un dilema moral a través de dos sentimientos experimentados en una misma noche: el amor y la barbarie. Hadzhí Murat (1903), su última novela, narra la historia de un prófugo perseguido por sus antiguos camaradas chechenos, que ofrece sus servicios a los rusos a cambio de ayuda.

Como señaló el filósofo Antonio Ríos en su libro Lev Tolstói, más allá de la épica y el heroísmo de los personajes del Cáucaso, para el escritor ruso “esos personajes son el espejo en que se reflejan dos temas fundamentales: el poder y belleza de la naturaleza salvaje y la vida cotidiana de los hombres, ya sean cosacos, rusos o chechenos”.

“La guerra, los combates, las conversaciones, los bailes, las traiciones, los amores o las venganzas representaron al final un escenario, el del género humano, con sus pasiones y ambiciones, un vasto mundo que se extendía ante los ojos de quien sabía leerlo e interpretarlo como pocos: el enorme observador, conocedor y narrador del alma humana que fue Lev N. Tolstói”, remata Calabuig.

Con el tiempo, Tolstói desarrolló una fuerte visión espiritual del mundo, vinculada a los primeros cristianos y la figura de Jesucristo, algo que le llevó a manifestarse públicamente como pacifista, además de escribir varios libros que fueron de gran influencia en el pensamiento sobre la no violencia en todo el mundo, destacando la relación que mantuvo con el político indio Mahatma Gandhi.

El cristianismo de Tolstói enfatizaba cinco principios: no enojarse, no codiciar, no hacer juramentos (incluyendo promesas), no resistirse al mal y amar a los enemigos. La no resistencia al mal, la doctrina que inspiró a Gandhi, no significaba que el mal debiera aceptarse, sino simplemente que no podía combatirse con medios malignos, especialmente la violencia. Así, Tolstói se convirtió en pacifista.

Antes de terminar, quiero señalar otra obra, Sonata a Kreutzer, donde Tolstoi analiza algo tan de actualidad hoy como son las relaciones matrimoniales, el amor y los celos.

La obra constituye un alegato sobre el ideal de la abstinencia sexual y un tratado exhaustivo en primera persona acerca del sentimiento de los celos y el feminicidio.

Tolstói señala cómo el matrimonio y sus obligaciones, cómo el amor o la maternidad incondicionales, implican para muchas mujeres la condena a un infierno en vida o incluso a la muerte.

La crudeza de la narración provocó que al poco de publicarse fuera censurada en Rusia. En 1890, la oficina de Correos de Estados Unidos prohibió el envío de periódicos que contuvieran fragmentos de la obra. Esta sentencia fue ratificada por el fiscal general de los Estados Unidos ese mismo año. En palabras del propio Theodore Roosevelt, Tolstói era «un pervertido sexual y un desvirtuador de la moral.»

Hoy, casi dos siglos después de su nacimiento (197 años) no podemos traer a Tolstoi a que vea nuestro mundo de guerra en Ucrania y el debate sobre las relaciones de pareja y el feminismo, pero sí podemos viajar nosotros al mundo narrativo de Tolstoi para leer lo que nos cuenta sobre esos temas.

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