La localidad costera de Laguna Beach, a 80 kilómetros de Los Ángeles, vio en el estío de 1966 un curioso fenómeno: un basurero diciendo «¡Te quiero!» a todos aquellos que se cruzaban con él. Al día siguiente el superior le reprendió, preguntó si estaba borracho, y al abrir la boca del acusado no notó ningún hedor. No es difícil de entender que la sustancia era otra, todavía desconocida para el gran público, y que respondía al nombre de Orange Sunshine. Esta era una variedad del LSD potentísima, manufacturada en esa misma ciudad, y cuyo rastro sigue de manera afilada y jocosa el escritor y periodista Nicholas Schou.

Vista de Laguna Beach