No cierres los ojos Akal

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El arte de la guerra de Sunzi es una obra maestra de la estrategia. Su enfoque abarca todas las formas de conflicto y sus principios subyacentes se pueden aplicar en muchos contextos. Aunque se centra en la guerra y prioriza las reflexiones militares, siempre tiene en cuenta las condiciones políticas y económicas. Se dirigía a los jefes militares que libraban guerras en China hace unos 2400 años y, aun así, los consejos todavía resultan relevantes para cualquiera que se vea atrapado en un conflicto y pretenda salir victorioso de él. Por dicha razón, hoy día se lee a Sunzi en círculos políticos y empresariales tanto o más que en círculos militares. El arte de la guerra tiene también la ventaja de ser relativamente breve. Algunas de las alusiones pueden resultar hoy oscuras, pero las brillantes viñetas de C. C. Tsai ayudan a explicar su sentido, a la vez que insuflan nueva vida a los temas principales de Sunzi.

¿Fue Sunzi (el maestro sol), este general sabio y victorioso, una persona real? El consenso actual es que lo fue, en efecto, y que vivió alrededor de 550/500 a.C. Estos años se conocen como el Periodo de las Primaveras y Otoños chino, una época de guerras regulares y cruentas entre Estados rivales, durante la cual las alianzas y las enemistades mudaban con facilidad. Se decía de él que había servido al rey Helü de Wu, quien guerreaba constantemente con el Estado vecino de Chu, y que lo había ayudado a ganar una serie de batallas, entre ellas la decisiva batalla de Boju (506 a.C.), aunque en ninguna de las crónicas históricas oficiales se menciona su nombre. Los trece capítulos que componen el libro se recopilaron durante el periodo siguiente, el Periodo de los Reinos Combatientes (481 a.C.-403 a.C.), y fue entonces cuando adquirió la reputación de ser un texto esencial para la práctica militar. En el año 1080 d.C., el emperador Shenzong de Song dijo que El arte de la guerra era el más importante de los siete textos militares clásicos. Es, por lo tanto, un libro que ha ayudado a moldear el núcleo del pensamiento estratégico chino a lo largo de los siglos.

Para el lector occidental resulta sin duda todo un reto acercarse al sentido original y captar todas las sutilezas del texto. Ninguna traducción de una obra antigua puede ser directa y siempre surgen desacuerdos acerca de cómo deberían entenderse determinadas frases o palabras. Por añadidura, el libro surgió en un contexto espiritual e intelectual muy concreto. Para entenderlo lo mejor posible, es necesario acometer un intenso estudio de los orígenes del texto y del significado de los vocablos individuales. Aun así, El arte de la guerra tiene un atractivo intemporal y apela a las preocupaciones contemporáneas. Incluso fuera de contexto puede seguirse leyendo con aprovechamiento, pues nos recuerda algunas de las constantes del comportamiento humano, así como los cambios que éste ha experimentado. Como ocurre con otras obras maestras de siglos pasados, puede albergar multitud de interpretaciones y suscitar pensamientos relevantes para las preocupaciones inmediatas del lector actual.

La cualidad por la que destaca El arte de la guerra es que brinda una forma de estrategia pura con muchas aplicaciones potenciales. Es holístico en cuanto a la gama de factores que toma en consideración, directo a la hora de responder a nuevos desarrollos y, aun así, se guía por un marco claro de prioridades y principios. A diferencia de la mayoría de los escritos occidentales sobre este tema, la estrategia no se concibe como un plan fijo, establecido al inicio de una campaña y que debe ejecutarse tal cual por mucho que cambien las circunstancias. Cuando trata de los asuntos bélicos, no supone que los factores políticos, económicos, militares y geográficos lleven caminos separados. Al contrario, enfatiza su interacción en un escenario dinámico. No dice, por ejemplo, que haya que alcanzar la victoria a cualquier precio. Cuando se desdeñan los costes en aras de ventajas a corto plazo, toda una campaña militar puede finalizar abruptamente porque nos hemos quedado sin fondos. Se presta una atención minuciosa a las alianzas. Tal vez un ejército sea lo bastante fuerte como para encargarse por sí solo de todos los contendientes, pero su tarea se vuelve mucho más sencilla si su coalición se expande o si el enemigo pierde a sus socios.

Este enfoque abre unas posibilidades que muchas veces olvidamos debido a la obsesión por la batalla, que caracteriza a buena parte del pensamiento estratégico occidental. Sunzi entiende que las batallas desgastan las fuerzas y suponen riesgos. Prefiere, con diferencia, conducir al enemigo a una posición desesperada en la que no tenga más opciones que rendirse o aceptar la masacre. El engaño, por lo tanto, ocupa un lugar prominente en sus esquemas. Muchos de sus consejos se resumen en hacer lo contrario de lo que espera el enemigo: retirarse cuando se prepara para tu avance, avanzar cuando espera que te retires, parecer fuerte cuando cree que eres débil y débil cuando teme tu fuerza, y así sucesivamente. Sunzi busca actuar sobre los defectos de la personalidad tanto como sobre la tendencia a la precipitación. A un general con tendencia a la ira, por ejemplo, lo mejor es provocarlo para que tome decisiones apresuradas. Para que el engaño funcione, es vital saber todo lo posible acerca de las fortalezas y debilidades del enemigo. El espionaje es, por lo tanto, una parte muy importante de este enfoque, y Sunzi no se muestra nada remilgado acerca de cómo obtener información de vital interés.

En el corazón de la perspectiva de Sunzi está la preparación intelectual. El arte de la guerra enfatiza las posibilidades que brinda ser más listo que el oponente, por encima de simplemente vencerlo en la contienda. Prioriza la evaluación fría de los riesgos y de las posibilidades de vías de acción alternativas, y prescribe actuar con confianza sólo tras haber hecho dicha evaluación.

Fue este rasgo el que atrajo a Basil Liddell Hart, que puede presumir de ser el primer estratega occidental que incorporó la obra de Sunzi a su propio pensamiento. Liddell Hart comparaba El arte de la guerra con Sobre la guerra de Carl von Clausewitz, en tanto que culpaba a este último, o al menos a sus seguidores mas rígidos, de los asaltos frontales, letales y persistentes, de la Primera Guerra Mundial. Cuando conoció la obra de Sunzi, en 1927, apreció en ella el rechazo de la guerra prolongada y la necesidad de adoptar estrategias que se basaran más en las maniobras indirectas que en la confrontación directa. La reputación de El arte de la guerra aumentó cuando se supo que había sido adoptado tanto por Mao Zedong en China como por Ho Chi Minh en Vietnam del Norte. Ambos lograron victorias a pesar de la debilidad de sus posiciones iniciales. Más tarde, no solamente se consideraba que el libro proporcionaba valiosas pistas sobre el pensamiento militar oriental, sino que también se ofrecía como una explicación de la competitividad de las empresas asiáticas.

No es que El arte de la guerra esté libre de defectos. Una de las razones por las que ha resultado tan perdurable es porque los consejos se ofrecen en un nivel elevado, aspiracional, apenas acompañado de los gestos necesarios para que funcionen. Se promete la victoria si se siguen los pasos correctos de manera adecuada, pero esto suscita el problema obvio de qué ocurre si el general enemigo está siguiendo exactamente los mismos pasos. Si ambos son discípulos de Sunzi, el resultado podría ser una serie de encuentros no concluyentes que llevaran a un punto muerto. El énfasis en lo indirecto y lo implícito a expensas de lo directo y lo explícito podría conducir a ambos bandos a esquivarse el uno al otro en lugar de arriesgarse a una batalla a campo abierto. Aunque la primera prioridad de Sunzi sea terminar rápidamente la guerra, no hay garantías de que su enfoque estratégico evite un conflicto prolongado. El énfasis se pone también en lo ofensivo más que en lo defensivo. Se trata de tomar la iniciativa, más que de responder a la agresión del otro. «Si no puedes ganar, no vayas a la guerra.» Pero a veces no hay más remedio.

En último lugar, es amoral, con su elogio de la crueldad y la astucia. Quizá sea ésta la razón por la que se ha relacionado a Sunzi con los villanos de la ficción occidental (como Gordon Gekko y Tony Soprano). Aun cuando señale la importancia de contar con una causa por la que merezca la pena luchar y que eleve la moral, permanece la sospecha de que Sunzi se daría por satisfecho con cualquier cosa que funcionara. Toda obra sobre estrategia privilegia las elecciones y éstas deben sopesarse haciendo referencia a los valores tanto como a la efectividad. En tanto enfoque sobre cualquier conflicto posible, un enfoque que evita luchas largas y dolorosas mediante la adquisición de la mejor información y su análisis en frío, esta obra tiene aún mucho que ofrecer.

El arte de la guerra – Sunzi – Adaptado e ilustrado por C.C. Tsai – Akal

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