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EL SOCIALISTA | 16 de agosto de 1895, n.º 493 | Karl Kautsky

Friedrich Engels fue hijo de un fabricante y nació en Barmen (provincia renana) en 1820. Esta provincia era la parte de Alemania más desarrollada industrial y políticamente. La proximidad a Inglaterra, por un lado y a Francia por otro; su situación sobre la vía fluvial del Rin, su riqueza en carbón y en metales, habían hecho nacer en dicha provincia, antes que en ninguna otra de Alemania, una grande y poderosa industria, una burguesía revolucionaria, enemiga del feudalismo, y también un fuerte proletariado, en el que ya podían apreciarse los gérmenes de su conciencia de clase. La pequeña burguesía influía menos en el territorio del Rin que en el resto de Alemania.

Ese territorio era también una de las pocas regiones alemanas que poseían una tradición revolucionaria, habiendo estado durante 20 años, hasta 1815, bajo la influencia de la Revolución francesa y en parte bajo el dominio francés. Las ideas y el derecho creados por la gran revolución imperaron allí con toda su fuerza durante la juventud de Friedrich Engels.

La filosofía alemana. Hegel

Entonces fue igualmente cuando floreció la filosofía alemana. La revolución social del siglo XVIII, que en Inglaterra fue sobre todo una revolución industrial y en Francia una revolución política, fue solamente en Alemania, debido a circunstancias particulares, una revolución en los cerebros, una revolución filosófica. Precisamente porque la revolución en las cosas fue en Alemania mucho más lenta e incompleta que en Francia e Inglaterra, fue más fundamental la revolución en las ideas.

Esta revolución alcanzó su expresión más alta en la filosofía de Hegel. Maestros de escuela alemanes la han acusado de ser una justificación reaccionaria de todo lo viejo y de todo lo anticuado. Hegel había dicho: «Todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real». Los maestros de escuela, no viendo más que las viejas formas sociales y políticas de su tiempo, creyeron que según Hegel, solo estas eran racionales. Olvidaron que los gérmenes de lo nuevo eran tan reales como los restos de lo viejo.

Lejos de ser conservadora, la filosofía de Hegel es esencialmente revolucionara, pero no en el sentido político, sino en el sentido filosófico, es decir, por la constante modificación y transformación de lo existente, por el continuo desarrollo de nuevos antagonismo o contrastes y el continuo triunfo sobre los ya existentes. Y es en este sentido como en realidad ha obrado principalmente la filosofía de Hegel.

Lo mismo que Heinrich Heine, Feuerbach, Marx  y otros, Friedrich Engels sufrió del poderoso influjo de Hegel. Su educación económica, teórica y práctica, hizo que su hegelianismo no fuera un simple juego de dialéctica, sino un medio de investigación científica; no un método para deducir de las ideas la realidad existente, sino, por el contrario, para explicarse las ideas como resultado de los hechos. Engels quiso al principio hacer estudios universitarios, y al salir de la pequeña escuela real de Barmen, donde había adquirido conocimientos generales de Física y Química, base inapreciable para su consecutiva instrucción en las ciencias naturales, entró en el gimnasio de Elberfeld. Pero por circunstancias de la familia y por una temprana tendencia a la oposición política, que le hizo odiar toda carrera de funcionario, resolvió dedicarse al comercio un año antes del examen de bachillerato. Desde 1838 trabajó en una casa de comercio de Barmen, más tarde estuvo en Berlín un año como voluntario y después en Mánchester, donde, desde 1842 a 1844 trabajó en una fábrica de que su padre era socio. En todo este tiempo no interrumpió sus estudios filosóficos.

En Inglaterra, la madre patria del capitalismo, el engranaje del sistema de producción capitalista se presentó claro a su vista. Allí pudo comprender la situación del proletariado, sus sufrimientos, así como también su porvenir histórico. Su interés por el proletariado se acrecentó, y pronto lo encontramos en medio del socialismo, todavía utópico, de entonces, lo mismo que el movimiento obrero, aun no socialista, de aquella época. Ambos los estudió con entusiasmo, pero no como espectador, sino como combatiente. Fue colaborador de la Northern Star (Estrella del Norte), órgano del partido cartista, y del New Moral World (Nuevo Mundo Moral), de Robert Owen.

Al volver a Alemania, visitó en París a Marx con quien ya estaba en relación epistolar. De entonces data su amistad, que había de ser de tanto alcance para ambos. Pronto su comunidad de ideas fue tan íntima, que juntos escribieron un libro, rompiendo abiertamente con la nueva escuela hegeliana.

 El materialismo dialéctico

Como la filosofía alemana en general, el hegelianismo era idealista; pretendía que las ideas no eran las imágenes de los fenómenos reales, sino que tenían una existencia propia, y que su desarrollo era la base del desarrollo de las cosas. Contra esto se levantaron Marx  y Engels. Sostenían el método dialéctico de Hegel, pero no admitían la superestructura dogmática de su filosofía. En el lugar de la ideología pusieron el materialismo. Consideraron el mundo real –la naturaleza y la historia– como él se presenta a todo el que lo examina, sin quimeras idealistas preconcebidas. Sacrificaron sin misericordia todo fantasma idealista que no estuviera de acuerdo con los hechos. Mantuvieron, en fin, con fidelidad absoluta, el criterio materialista.

Por primera vez apareció ese nuevo materialismo dialéctico en el libro referido: La sagrada familia o crítica crítica de la crítica, contra Bruno Bauer y consortes. Este libro fue escrito en París en 1844 y apareció en Fráncfort en 1845. La mayor parte está escrita por Marx, y el contenido, correspondiendo a los estudios que hasta entonces Marx había cultivado con preferencia, es histórico y filosófico. Apenas se toca en él el lado económico. Sin embargo, el punto de vista proletario aparece ya bien claro.

La situación de la clase obrera en Inglaterra

Las publicaciones de los dos pronto tomaron carácter más económico. Marx profundizaba cada vez más en los estudios económicos. Por su parte, Engels publicó el resultado de sus investigaciones económicas en un trabajo, del cual ha aparecido hace poco una traducción inglesa, prueba de su gran importancia aun en estos tiempos. Nos referimos al libro La situación de la clase obrera en Inglaterra, que se publicó en 1845.

Aunque de menor dimensión, se habían publicado anteriormente otros trabajos económicos de Engels. Entre ellos, merece citarse especialmente un artículo aparecido en 1844 en el Anuario Franco-Alemán que dirigían Marx  y Ruge, titulado «Bosquejo de crítica de la Economía política». Este artículo tiene gran importancia, porque en él se intenta por primera vez fundar el socialismo sobre la Economía política. Engels solo conocía entonces esta de un modo muy superficial (por ejemplo, a Ricardo únicamente por su intérprete M’Culloch). De ahí que apareciesen muchos errores, junto a algunos gérmenes de socialismo científico, del cual Engels, en unión a Marx, había de ser fundador; gérmenes muchas veces ocultos por reminiscencias de formas de Socialismo que Engels había visto en Inglaterra.

Cosa muy distinta se observa en La situación de la clase obrera en Inglaterra. Aquí Engels hace ya la crítica del cartismo y del owenismo, y pide la combinación de ambos en una unidad superior: el movimiento obrero debe ser la fuerza que lleve adelante al socialismo, y el socialismo debe ser el objetivo del movimiento obrero.

De una manera general, puede decirse que el socialismo utópico inglés, el owenismo, no quería saber nada de movimiento obrero, ni de huelgas, ni de asociación gremial, ni de acción política. Por el contrario, el movimiento obrero, el cartismo, estaba completamente dentro de los límites del régimen existente del salariado: completa libertad de asociación, derecho electoral, jornada normal de trabajo y, cuando más, pequeña propiedad territorial. Tales eran los medios que la mayoría de los cartistas querían, no para transformar el actual orden social, sino para hacerlo más soportable a las masas.

Contra esto decía Engels:

«En su forma actual, el socialismo nunca podrá extenderse a toda clase trabajadora. Hasta va a tener que rebajarse, retrocediendo por un momento al terreno cartista… La fusión de socialismo con cartismo, y la reproducción a la inglesa del comunismo francés, será lo que venga enseguida, y ya ha empezado en parte. Solo entonces, cuando esto se haya realizado, dominará realmente en Inglaterra la clase trabajadora».

Y esta unión del socialismo con el movimiento obrero constituye la esencia del socialismo científico moderno. En La situación de la clase obrera fue terminantemente expresada por primera vez la necesidad de ella. Con este libro empieza, pues, el socialismo científico. Se asienta ya en gran parte, aunque solo comprendiéndola a medias, sobre la misma base en que dos años más tarde se levantó el Manifiesto comunista, obra común de Marx y Engels, basada en la interpretación materialista de la historia, que Marx expresó claramente al primero. Pero en este último trabajo resalta más el papel histórico de los antagonismos y de las luchas de clases. El mismo Engels dice acerca de este punto en el apéndice a la edición inglesa de La situación de la clase obrera:

«Con mucha insistencia dice este libro que el comunismo no es solo el lema fundamental del Partido Obrero, sino una teoría que comprende la emancipación de la sociedad entera, incluso la clase capitalista, de su mezquina situación actual. En teoría, esto es perfectamente exacto; pero de ninguna aplicación, o algo peor, en la práctica. Mientras las clases poseedoras, no solo no sientan la necesidad de su emancipación, sino que se opongan enérgicamente a la propia emancipación del proletario, la transformación social tiene que ser preparada y realizada únicamente por la clase trabajadora».

La situación de la clase obrera es la primera obra de socialismo científico, no ya por sus juicios respecto al movimiento obrero y al utopismo, sino también por el método de exposición del estado de la clase trabajadora en Inglaterra. No es una simple enumeración de los sufrimientos de la clase laboriosa, como resulta en otros libros de carácter filantrópico, sino una exposición de las tendencias históricas de la producción capitalista en general, en tanto que esta determina la situación de la clase trabajadora.

[El texto continúa en Friedrich Engels. Karl Kautsky (2 de 7)]

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