Agenda para la cuestión animal. Las Cinco Libertades

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Jessica Pierce, Marc Bekoff | Agenda para la cuestión animal

La libertad es la clave de muchos aspectos del buen vivir animal. Y la falta de libertad está en la raíz de muchas de las desdichas que nosotros infligimos, intencionadamente o no, a los animales que están bajo nuestro «cuidado», ya sea que estos sufran de aislamiento físico o social, ya que estén impedidos para moverse libremente por su mundo y ejercer los diversos sentidos y capacidades hacia los que han evolucionado de una manera tan bella. Para cumplir mejor con nuestras responsabilidades hacia los animales debemos hacer todo lo posible para que la necesidad fundamental que promovamos y protejamos sea su libertad, incluso cuando eso signifique dar prioridad a sus necesidades por encima de alguno de nuestros propios deseos.

Las Cinco Libertades

Gran parte de quienes se han interesado por los temas de la protección animal están familiarizados con las Cinco Libertades. Las Cinco Libertades tienen su origen, a principios de la década de 1960, en un estudio de 85 páginas del Gobierno británico, Report of the Technical Committee to Enquire into the Welfare of Animal Kept Under Intensive Livestock Husbandry Systems. Este documento, al que se denomina de manera informal Informe Brambell, era una respuesta a la indignación pública ante el maltrato de los animales en los entornos agrícolas. Animal Machines, el libro de Ruth Harrison, publicado en 1964, había llevado a los lectores hasta el interior de los recintos de los sistemas industrializados desarrollados recientemente por la industria pecuaria en Gran Bretaña, lo que se conocía como «cría industrial». Harrison, de religión cuáquera y objetora de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial, describía prácticas terroríficas, como los sistemas de jaulas en batería para las gallinas ponedoras y las jaulas de gestación para las cerdas, y los consumidores se escandalizaron de lo que se escondía tras los portones cerrados.

Para apaciguar al público, el gobierno de Gran Bretaña encargó una investigación sobre la industria pecuaria, dirigida por el profesor de Zoología de la Universidad de Bangor, Roger Brambell. La comisión concluyó que, sin la menor duda, el tratamiento de los animales en la industria alimentaria suscitaba graves dudas éticas y que había que hacer algo al respecto. En su informe inicial, la comisión especificaba que los animales deberían tener libertad para «levantarse, tumbarse, girarse, acicalarse y estirar sus patas». Esos requerimientos sorprendentemente mínimos fueron conocidos como las «libertades» y representaban las condiciones que la Comisión Brambell consideraba que eran esenciales para el bienestar animal.

La comisión solicitó igualmente la creación del Farm Animal Welfare Advisory Committee para vigilar la industria pecuaria británica. En 1979 se cambió el nombre de la asociación por el de Farm Animal Welfare Council y, posteriormente, las libertades se ampliaron hasta adoptar su forma actual. Las Cinco Libertades exponen que todos los animales bajo cuidado humano deberían poder:

  1. Librarse del hambre y de la sed, mediante un acceso fácil al agua y una dieta que les conserve la salud y la energía.
  2. Librarse de la incomodidad, dotándoles de un entorno adecuado.
  3. Librarse del dolor, las heridas y la enfermedad, mediante la prevención o el diagnóstico y tratamiento rápido.
  4. Ser libres de expresar un comportamiento normal, siéndoles proporcionado un espacio suficiente, instalaciones adecuadas y compañía apropiada de la misma especie animal.
  5. Librarse del miedo y la angustia, asegurándoseles condiciones y tratamientos que les eviten el sufrimiento mental.

Las Cinco Libertades se han convertido en la piedra angular popular del bienestar animal en muchos países. Las Cinco Libertades se invocan ahora en relación no solamente con los animales de granja sino también para los animales que se encuentran en laboratorios de investigación, zoos y acuarios, en refugios de animales, consultas veterinarias y muchos otros contextos de uso humano. Las libertades figuran en casi todos los libros que tratan sobre el bienestar animal, se encuentran en casi todas las páginas web dedicadas al bienestar de los animales con destino alimentario o de investigación, forman la base de muchos de los programas de control del bienestar animal y se enseñan a la mayoría del personal que trabaja en los campos de la industria pecuaria.

Las Cinco Libertades se han convertido prácticamente en una abreviatura para hablar de «lo que los animales quieren y necesitan». Proporcionan, según una reciente declaración del Farm Animal Welfare Council, un «marco de trabajo lógico e inclusivo para el análisis del bienestar animal». Prestad atención a estos puntos, parecen decir, y habréis cumplido con creces en lo que respecta al cuidado animal. Podréis estar seguros de que los animales están perfectamente.

Merece la pena detenerse un momento para darse cuenta de lo avanzado que era el Informe Brambell en realidad. Nos encontrábamos en la década de 1960, en el momento de gloria del conductismo, una escuela de pensamiento que aportaba un análisis mecanicista de los animales, y en un momento en el que, para muchos investigadores y para otras personas que trabajaban con animales, la noción de que los animales pudieran experimentar dolor era aún únicamente una superstición. El Informe Brambell no solamente admitía que los animales tienen conciencia del dolor, sino también que experimentaban estados mentales, que tenían vidas emocionalmente ricas y que hacer felices a los animales implicaba algo más que simplemente reducir sus fuentes de dolor y sufrimiento, que además había que proporcionarles experiencias positivas y placenteras. Estas reivindicaciones nos suenan obvias, pero, a mediados de la década de 1960, resultaban simultáneamente novedosas y controvertidas.

Cuesta imaginar que los artífices de las Cinco Libertades no consiguieran identificar la paradoja fundamental: ¿cómo se puede decir que un animal en un matadero o en jaulas en batería es libre? Que tu captor te alimente y aloje no es libertad, es simplemente que tu cuidador te mantenga con vida. De hecho, las Cinco Libertades en realidad no se centran en la libertad en sí misma, sino más bien en mantener a los animales bajo privaciones de tal calibre que ninguna persona honrada podría describir esas condiciones como libres. Y esto es por completo coherente con el desarrollo del concepto de bienestar animal.

Las preocupaciones por el bienestar se concentran habitualmente en prevenir o aliviar el sufrimiento y en asegurarse de que los animales están bien alimentados y cuidados, sin cuestionarse las condiciones subyacentes de cautividad o encierro que constituyen la naturaleza real de sus vidas. Rendimos tributo de boquilla a la libertad hablando de «gallinas en libertad» o de «recintos naturales en el zoo». Pero la verdadera libertad de los animales es el único valor que no queremos reconocer, porque ello supondría un examen profundo de nuestro propio comportamiento. Podría implicar que tuviéramos que cambiar la forma que tratamos a los animales y nos relacionamos con ellos, no limitarnos a hacer jaulas más grandes o a proporcionarles nuevas actividades enriquecedoras para limar los afilados bordes del aburrimiento y de la frustración, sino conceder a los animales una libertad mucho mayor en un amplio abanico de ámbitos.

La cuestión básica es que, en la amplia mayoría de nuestras interacciones con los demás animales, estamos restringiendo de forma grave y sistemática su libertad para relacionarse socialmente, merodear, comer, beber, dormir, mear, cagar, tener sexo, elegir, jugar, descansar y alejarse de nosotros. El empleo de la frase «en la amplia mayoría» podría parecer extremista. Sin embargo, cuando se reflexiona sobre ello, caemos en la cuenta de que somos una potencia considerable y temible, no solamente en ámbitos donde los animales se usan para la producción de alimentos, la investigación, la educación, el ocio y la moda, sino de manera global; por tierra, mar y aire, la invasión de otros animales por parte de los humanos no está remitiendo. De hecho, aumenta a marchas forzadas. Esta época, a la que se da el nombre de Antropoceno o Era de la Humanidad, es cualquier cosa menos humana. Podría con todo derecho llamarse la Ira de la Humanidad.

Queremos mostrar lo importante que es reflexionar sobre el concepto de libertad a la hora de debatir sobre los animales. A lo largo de este libro vamos a examinar las miles de formas en las que los animales bajo nuestro cuidado experimentan restricciones de su libertad y lo que significan estas restricciones en términos de su salud física y psicológica concreta. Toneladas de pruebas científicas, tanto observaciones de comportamiento como marcadores fisiológicos, han establecido que los animales tienen reacciones fuertemente negativas ante las pérdidas de libertad.

Una de las labores más importantes que podemos hacer a favor de los animales es explorar las formas en las que minamos su libertad y después ver cómo podemos proporcionarles más, y no menos, de lo que realmente quieren y necesitan.

El contenido de esta entrada está extraído del libro “Agenda para la cuestión animal” de Jessica Pierce y Marc Bekoff

Agenda para la cuestión animal. Libertad, compasión y coexistencia en la Era Humana

portada-agenda-cuestion-animalUn renombrado experto en comportamiento animal como Marc Bekoff y una destacada professional en el campo de la bioética como Jessica Pierce exploran el mundo real de lo que experimentan cinco categorías de animales, empezando por aquellos que sufren los mayores grados de falta de libertad y de elección –gallinas, cerdos o vacas en los sistema de producción industrial de alimentos–, así como por los animales que se utilizan en los ámbitos de la experimentación y la investigación, como ratones, ratas, gatos, perros y chimpancés. A continuación, los autores se ocupan de los animales en los que la noción de pérdida de libertad resulta más ambigua y controvertida, principalmente los ejemplares que se mantienen en zoos y acuarios, o los animales de compañía. Por último, revelan al lector las inesperadas formas en que la actividad humana limita la libertad de los animales que viven en libertad en la naturaleza, y abogan por un punto de vista más compasivo a la hora de enfocar el asunto de la conservación.

En cada uno de los casos combinan estudios científicos con relatos de animales concretos, con el fin de enfrentar al lector a la maravilla de nuestros compañeros de vida, así como mostrar el sufrimiento que padecen y la necesidad de un profundo cambio de paradigma que de verdad les asegure no un simple bienestar cuanto un verdadero bien-ser.

Un libro fundamental para educar y animar a la gente a repensar cómo nuestros comportamientos y modos de vida afectan a otros animales, y cómo podemos –y debemos– desarrollar formas más pacíficas y menos violentas de interactuar con ellos.

Agenda para la cuestión animal – Jessica Pierce, Marc Bekoff – Akal

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