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El manejo europeo de una crisis financiera esencialmente privada acabó en una generalizada crisis de la deuda soberana en la UE. La deuda incobrable se trasladó desde el sector privado al público. Se convirtió en el problema de los contribuyentes.

Términos del rescate

Los bancos de toda Europa reconocieron su masiva exposición a pérdidas a causa de la deuda que habían comprado y vendido durante la explosión del crédito. La burbuja crediticia estalló cuando la crisis subprime golpeó al sector financiero estadounidense y cuando el préstamo global, especialmente en dólares, se congeló súbitamente en 2008. Algunos bancos europeos locales tenían influencia política en sus respectivas naciones y negociaron un rescate. Sin embargo, los bancos expuestos al préstamo transfronterizo suponían un reto mayor; esto era especialmente cierto para los préstamos realizados por bancos del centro a bancos de la periferia. Los bancos de la periferia europea estaban enormemente apalancados y rápidamente se derrumbaron. Ni los bancos de la periferia, ni los gobiernos que supuestamente los regulaban, serían capaces de llegar a devolver toda la deuda impagada que debían, incluso si desearan hacerlo. Esto planteaba un dilema para los bancos que les habían prestado dinero. ¿Cómo podían reducir su exposición al colapso de la periferia? Dicho de otro modo, ¿quién podía devolverles sus créditos incobrables?

De acuerdo con el principio de la corresponsabilidad del acreedor, los prestamistas deberían compartir con los deudores la exposición al riesgo, especialmente para los préstamos realizados al final del boom crediticio, que –por lo menos retrospectivamente– tenían pocas oportunidades de que alguna vez fueran devueltos. Cuando se está reestructurando la deuda pública (porque no puede ser devuelta), el término compartir las cargas se utiliza para describir esencialmente la misma idea: distribuir las pérdidas o compartir el dolor. Los bancos prestamistas, principalmente en los centros financieros europeos, deseaban desesperadamente minimizar la corresponsabilidad o evitarla por completo.

En 2008 la banca en los países periféricos empezó a implosionar rápidamente cuando estalló la burbuja crediticia global. Muchos bancos en la periferia (y algunos en el centro) están ahora en la bancarrota. Su colapso fue doloroso para sus accionistas. Los titulares de bonos –que prestaron dinero a estos bancos– no querían sufrir la misma suerte. El problema, desde el punto de vista de los bancos solventes que quedaban, era el dinero que habían prestado a bancos que se habían derrumbado. Aunque los préstamos a estos bancos eran contratos privados, la estrategia de los sobredimensionados bancos prestamistas fue acudir con el sombrero en la mano a sus gobiernos locales para convencerlos de que necesitaban ayuda, incluso cuando el procedimiento bancario normal estipula que esos préstamos deberían ser cancelados (por lo menos parcialmente).

La UE creó fondos de rescate –bajo los auspicios de la Comisión Europea– para complementar los fondos de gobiernos locales y del FMI. Si los bancos europeos eran expertos en algo, era en la deslocalización a fondos basados en Luxemburgo. La Comisión estableció sus propios fondos de rescate también en Luxemburgo, respaldados por garantías de los contribuyentes de Estados Unidos. Los nuevos fondos eran otra oportunidad para el rescate. Esta vez, todos los contribuyentes europeos estaban atados por la misma cuerda.

El periodista estadounidense Bill Moyers entrevistó en Moyers & Company a Neil M. Barofsky para analizar el rescate estadounidense de AIG. Entre 2008 y 2011, Barofsky era el inspector general del Departamento del Tesoro que supervisaba el TARP. Era un investigador de la New York school of Law y ha escrito un libro sobre rescates financieros. En la entrevista de Moyers & Company, Barofsky situaba los rescates en Estados Unidos y Europa dentro de un contexto:

El objetivo real en la mayoría de los rescates es favorecer a las contrapartes y a los acreedores, la gente en el otro lado de la transacción […]. Cuando Europa está hablando de rescatar el gobierno europeo, de lo que realmente está hablando –cuando está rescatando a Grecia o España– es de rescatar a los bancos que prestaron todo ese dinero a esos países. Así que todos los rescates bancarios, institucionales o de países, se reducen a lo mismo: asegurarse de que los bancos en el otro lado de estas transacciones quedan saneados.

La maniobra funcionó. Con pocas excepciones (Islandia es una de ellas), los bancos europeos fueron rescatados generando miles de millones de euros de deuda pública. La generosidad pública con el sector bancario fue sorprendente si es que no directamente excesiva. En primer lugar, los gobiernos nacionales (tanto en el centro como en la periferia) rebuscaron a fondo en los bolsillos de sus contribuyentes para rescatar a algunos de sus bancos locales. Sin embargo, en la periferia la situación estaba desbordada. No había suficiente dinero como para rescatar a sus hiperapalancados sectores financieros. Esto planteó un problema para los bancos en el centro porque el apalancamiento utilizado por los bancos en la periferia fue posible gracias al dinero que ellos les habían prestado.

El Memorando de Entendimiento

Los gobiernos de la periferia generaron deuda pública en un intento de rescatar sus afligidos sectores financieros, pero, cuando eso se demostró insuficiente, se vieron obligados a dar el drástico paso de pedir la ayuda de la troika, invitando a la intervención en sus economías. Los préstamos de la troika y la liquidez llegaron acompañados de la restricción de los deberes económicos que los gobiernos intervenidos tenían hacia sus propios ciudadanos. Las políticas económicas recomendadas fueron plasmadas en documentos que la troika exigió que firmaran los gobiernos nacionales, reteniendo los fondos del rescate hasta que sus parlamentos nacionales ratificaran esas medidas. Esta lista de medidas de austeridad se denominó el Memorando de Entendimiento. La baronesa Margaret Thatcher, antigua primera ministra británica y una de las primeras en adoptar el neoliberalismo, nunca apreció demasiado el Mercado Común, pero se deleitó con una buena crisis. La Dama de Hierro utilizaba su eslogan TINA (There Is No Alternative, no hay ninguna alternativa) para aprobar políticas neoliberales thatcherianas como privatizaciones y leyes antisindicales. La troika está ahora utilizando los mismos argumentos de la TINA para arrasar mediante sus políticas de rescate, priorizando la devolución de la deuda e implementando medidas políticas neoliberales en la nación intervenida.

Esto se hace ostensiblemente para forzar a que las economías tengan superávits presupuestarios, presumiblemente para que puedan utilizarlos para devolver la deuda soberana. Las medidas reflejadas en el Memorando han fracasado en resolver los problemas económicos de la periferia. Los ajustes estructurales –ahora rebautizados como medidas de austeridad– han empeorado las cosas. Sin embargo, han proporcionado un respiro para trasladar el coste de la crisis del sector privado al público y hubo algunas jugosas privatizaciones de activos del Estado que fueron compradas por inversores privados.

Bajo el yugo neoliberal

portada bajo el yugo neoliberalEste libro examina la influencia de la política económica neoliberal y sus fracasos en los rescates multilaterales de la troika, desde la creación de un exceso de deuda pública a los planes prioritarios de repago (austeridad diseñada para reembolsar esa deuda). Las cláusulas del Memorando incluyen aumentos regresivos de la tributación individual, reducción de los servicios sociales e incluso de las cuentas de garantías utilizadas para eliminar explícitamente controles presupuestarios de los gobiernos nacionales para determinadas corrientes de ingresos. En 2015, más de una década después de que empezara la crisis, la UE todavía está entrando y escapando de la recesión, y las economías periféricas han sido maltratadas por años de graves recesiones. Este libro hace las preguntas difíciles sobre lo que obtuvieron los contribuyentes europeos a cambio de su generosidad: ¿quién se benefició, quién perdió y qué se puede hacer mejor en el futuro?

El libro consta de seis capítulos y reúne a expertos locales de cuatro países afectados que analizan sus propios problemas económicos nacionales, los colapsos y las posteriores intervenciones: España (Vicenç Navarro), Irlanda (Tony Phillips), Portugal (Mariana Mortágua) y Grecia (Christina Laskaridis). Los diferentes capítulos se centran en las consecuencias financieras, económicas, políticas y sociales de la crisis, derivadas de la redirección de los fondos públicos para rescatar a los bancos y pagar los aumentados intereses sobre la deuda soberana. Dos capítulos más proporcionan un contexto global de las finanzas internacionales de países no europeos centrándose en cuestiones globales y en el Tercer Mundo. En el capítulo sobre la crisis en Argentina, el antiguo ministro de economía, Roberto Lavagna, comparte relevantes reflexiones de su experiencia negociando el impago argentino con el FMI y los inversores privados internacionales. Esto va complementado por un análisis teórico y práctico de la historia reciente del contagio financiero en otras regiones, como América Latina y el sudeste de Asia, por parte de Anzhela Knyazeva, Diana Knyazeva y Joseph Stiglitz.

Tony Phillips

El texto de esta entrada es un fragmento de la introducción del libro: Bajo el yugo neoliberal. Crisis de la deuda y disidencias en las periferias europeas

ieco.clarin.com: El FMI se confiesa: sacrificó a Grecia para salvar al euro y a los bancos europeos

ieo-imf.org: The IMF and the Crises in Greece, Ireland, and Portugal

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