En las postrimerías

Foto: Johanna H

Ahora, a poco más de una semana de que todo se vaya al tacho, sólo a nosotros se nos puede ocurrir volver. Bueno, lo cierto es que nunca nos habíamos ido, simplemente nos habíamos quedado mudos. Contagiados del ambiente derrotista que tanto hemos criticado en este mismo lugar, hemos asistido atónitos a lo que acontecía a nuestro alrededor. A lo largo de este año hemos sacado a la luz libros que ya nos advertían de ello (¿verdad, Scopa?, ¿verdad, Žižek?), pero nunca pudimos suponer que adquiriría una realidad tan aterradoramente tangible. Cada día hemos ido descubriendo que la indigencia ética e intelectual de este país puede ser un saco sin fondo; que las cotas de indignidad y desvergüenza hace tiempo que traspasaron el límite de lo tolerable; cómo el cinismo de los poderosos, sabedores de su inmunidad, se pavonea chulesco ante nuestras narices. Y todo esto nos ha tenido paralizados, conteniendo la respiración, como si, al no oírnos, pudiésemos protegernos de ese corazón de las tinieblas en el que nos han despertado bruscamente de nuestro plácido sueño.

Tal vez buscábamos palabras grandilocuentes que arrojar a la cara al enemigo, grandes pensamientos que diesen testimonio de nuestra talla moral, de nuestro irreductible compromiso con la decencia cívica, sin darnos cuenta de que, con esta actitud, pose huera las más de las veces, por el camino nos dejábamos lo fundamental: los libros. Porque, sí, seguimos vivos, en ningún momento hemos dejado de sacar nuevos títulos: libros de denuncia –esos que nunca falten–; libros que nos agarran por los hombros para, al sacudirnos, quitarnos de encima cualquier atisbo de conformismo; libros que en sí mismos constituyen un elogio del conocimiento en estos tiempos de incuria y banalidad; y también libros gratificantes, acogedores, en los que se conjugan a la perfección términos como divulgación y calidad, cálidos volúmenes en los que refugiarnos en estos días de fríos interiores y exteriores. Nos habíamos olvidado de todo esto, y lo más importante, nos habíamos olvidado de vosotros, de los que aún consideráis que no todo está perdido; de los que creéis que más vale Žižek en mano que cincuenta Grey volando; de los que pensáis que Adorno es algo más que un ornamento; de los que cuando os preguntáis qué hacemos –porque algo hay que hacer– esperáis que os den argumentos que no insulten vuestra inteligencia.

Foto: Vipul ㏄ Mathur

Sí, estamos a las puertas de las postrimerías, y cada mañana, al despertar, abrimos con cautela la ventana para comprobar si ya han empezado a sonar los terribles metales que anuncian el apocalipsis (cualquier otra puesta en escena constituiría una decepción). Pero si esto se viene abajo, que nos pille haciendo lo que más nos gusta, apurando hasta la última gota el mayor de nuestros placeres, la peor de sus pesadillas: hacer buenos libros. Hasta entonces, seguiremos a vuestro lado.

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