No cierres los ojos Akal

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  • Síntesis
  • Tema: La mortalidad
  • Fuentes: Tablillas encontradas en la biblioteca de Asurbanipal, rey de Asiria (c.668–627 a.C.), en Nínive; Epopeya de Gilgameš, rey de Uruk, ed. y trad. de Joaquín Sanmartín.
  • Escenario: Uruk, ciudad de Sumer, en el sur de Mesopotamia, después del diluvio.
  • Figuras clave:
  • Gilgamesh. Rey de Mesopotamia.
  • Enkidu. Amigo íntimo de Gilgamesh.
  • Shamash. Dios del sol y de la justicia.
  • Ishtar. Diosa de la fertilidad y de la guerra.
  • Utnapishtim. Hombre inmortal, inmensamente sabio.

En la Epopeya (o Poema) de Gilgamesh, su protagonista se enfrenta a la inevitabilidad de la muerte, descubre la amistad verdadera y empieza a comprender las responsabilidades de reinar. Este largo poema, una de las obras literarias más antiguas conocidas, entreteje una serie de relatos que se consideran inspirados por un rey que gobernó la ciudad sumeria de Uruk entre 2800 y 2500 a.C.

Escrito en arcilla

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Copia en yeso de la undécima de las doce tablillas halladas en Nínive que contiene el fragmento de la Epopeya de Gilgamesh donde se narra la historia de Utnapishtim y el diluvio.

Las doce tablillas de arcilla a partir de las cuales se recopiló la versión más completa del poema de Gilgamesh salieron a la luz en 1853 durante las excavaciones de la biblioteca del rey Asurbanipal II en la antigua ciudad asiria de Nínive. Basándose en la tradición oral y en versiones anteriores del mito, las tablillas combinan en un único poema épico una serie de relatos sobre Gilgamesh. Mientras que algunos versos se remontan a c.2100 a.C., los más recientes, escritos en acadio cuneiforme, una antigua lengua semítica de Mesopotamia, datan del periodo neoasirio (siglos IX–VI a.C.).

Las lagunas de la versión ninivita del poema se rellenaron con textos del periodo babilonio medio (siglos XV–XI a.C.) que se encontraron en otros lugares. El hallazgo de las tablillas supuso un enorme avance hacia el conocimiento de la vida cotidiana en la antigua Mesopotamia.

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La doma del tirano

Al rey Gilgamesh le gustaba pasear por las murallas de Uruk para medir el tamaño de su reino. Se decía que un rey que conocía la extensión de sus murallas era noble y bueno, pero en realidad Gilgamesh maltrataba a sus súbditos y era un depredador sexual que no conocía límites. Cuando el pueblo apeló a los dioses en busca de ayuda para contener a su rey, Anu, el dios del cielo y señor supremo del universo, decidió que Gilgamesh necesitaba un compañero que domesticara su naturaleza salvaje.

Aruru se lavó las manos, pellizcó un poco de barro y lo tiró al erial. En el erial hizo a Enkidu. Epopeya de GilgameshAnu encargó la tarea a Aruru, diosa de la creación, que hizo a Enkidu. Al principio este era un salvaje que corría con los animales, comía hierba y vivía apartado. En la antigua Mesopotamia, si alguien vivía fuera de los muros de la ciudad o como nómada era considerado no solo montaraz, sino también peligroso. Hasta que Enkidu no fuera admitido en la sociedad civilizada no podría ejercer su papel de domador y ayudante de Gilgamesh.

Un cazador al que Enkidu había destrozado las trampas acudió al rey y le pidió que enviara a Enkidu una ramera capaz de someter su violento temperamento. Gilgamesh envió a Shamhat, una prostituta del templo, que copuló con Enkidu durante siete días. Después, cuando Enkidu intentó volver con los animales, estos le ignoraron. Enkidu se dio cuenta de que algo había cambiado: a través de su despertar sexual había empezado a civilizarse. Luego Shamhat lo llevó a la ciudad de Uruk, lo vistió y le dio pan para comer y cerveza para beber. Al ser tratado como un hombre por primera vez, la transformación de animal en humano de Enkidu estaba completa.

Entretanto, Gilgamesh había soñado con un ser al que amaría más que a una mujer, alguien que sería tan fuerte como él. Su madre, Ninsun, una diosa menor y sacerdotisa del templo, interpretó el sueño y le dijo que pronto conocería a un hombre que podría ser su igual y su compañero de aventuras.

Gilgamesh y Enkidu se encontraron cuando este último impidió al rey entrar en la estancia de una recién casada. Ambos lucharon y, aunque Gilgamesh fue el vencedor, reconoció a Enkidu como un igual y un hermano.

La caza de Humbaba

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En la antigua ciudad de Sippar, a orillas del Éufrates (hoy en Iraq), se han encontrado máscaras de arcilla de Humbaba, el demonio gigante muerto por Gilgamesh.

Gilgamesh, que llevaba tiempo deseando demostrar su fuerza, se propuso abatir a Humbaba, el demonio nombrado por los dioses guardián del Bosque de los Cedros, con el objetivo de talar los árboles más altos y llevarse su valiosa madera a Uruk. Hombre y animal a la vez, Humbaba era un adversario formidable: su fuerza era inmensa y era capaz de exhalar fuego. Gilgamesh se armó hasta los dientes y solicitó la bendición de los sacerdotes del templo. Alarmados, los ancianos de la ciudad le advirtieron de que estaba sobrestimando sus capacidades: para poder llegar hasta el bosque, y con más razón para luchar con Humbaba, debía llevar a Enkidu con él. Siguiendo el consejo, Gilgamesh recabó la ayuda de Enkidu, y ambos partieron hacia el Bosque de los Cedros contando con la protección de Shamash, dios del sol y la justicia, al que había invocado la madre de Gilgamesh.

Cuando llegaron al bosque, Humbaba se burló de ellos, pero antes de que pudiera hacerles daño, Shamash levantó unos fuertes vientos que lo atraparon. Gilgamesh y Enkidu obtuvieron ventaja y lo hirieron. Pese a que Humbaba suplicó por su vida, Gilgamesh lo mató, taló los cedros, hizo una balsa y regresó a Uruk con su carga.

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Gilgamesh y Enkidu luchan con leones para demostrar su fuerza en esta impronta de sello cilíndrico sumerio (III milenio a.C.).

La furia de Ishtar

Mi amigo ha tenido un sueño […]. El mismo día en que tuvo el sueño se le agotaron las fuerzas. Epopeya de GilgameshYa de vuelta en Uruk, Gilgamesh se lavó y se puso ropajes nuevos. La diosa acadia Ishtar, que estaba observándolo, le pidió que fuera su esposo. Si aceptaba, le dijo, ella le procuraría más riquezas de las que jamás pudiera soñar. Gilgamesh la rechazó, recordando la suerte que había corrido su marido anterior, Dumuzi, al que la diosa había enviado a los infiernos.

Encolerizada, Ishtar acudió a su padre Anu, dios del cielo, y le rogó que le entregara el Toro del Cielo para enviarlo a castigar al pueblo de Uruk por la afrenta que suponía el rechazo de Gilgamesh. Anu acabó aceptando, pero advirtió a su hija que el animal llevaría siete años de hambruna a Uruk. Cuando el Toro del Cielo bajó a la ciudad, desgarró la tierra, y cientos de personas cayeron hacia la muerte a través de las grietas abiertas en el suelo. La tercera vez que el toro atacó las murallas de la ciudad, Gilgamesh y Enkidu lo mataron y ofrecieron su corazón en sacrificio a Shamash. Luego Enkidu arrojó despectivamente un trozo de cuarto trasero del toro a Ishtar, demostrando con ello su falta de respeto a los dioses.

Esa misma noche, Enkidu soñó que Anu, Ea, Shamash y Enlil (el dios que concedía la realeza y que había sido el amo de Humbaba) se reunían para tratar de la muerte de Humbaba y del Toro del Cielo. En el sueño, Anu y Enlil decidían que uno de los dos causantes debía morir. Shamash protestaba, aduciendo que los dos amigos habían ido al Bosque de los Cedros bajo su protección. Sin embargo, a pesar de sus argumentos, los demás dioses decidían que era Enkidu quien debía morir.

La búsqueda de la vida eterna

¿Entonces, qué voy a hacer, Utnapishtim, adónde voy a ir? […] en mi dormitorio espera sentada la Muerte. Epopeya de GilgameshFrente a la perspectiva de su próxima muete, predicha en el sueño, Enkidu rogó desesperadamente a Shamash y maldijo a Shamhat, la ramera del templo, por haberle enseñado el camino a Uruk. Shamash lo reprendió, le dijo que debía sentirse feliz por las aventuras vividas y le aseguró que Gilgamesh dispondría su cuerpo en un espléndido lecho. Poco después, Enkidu enfermó y murió al cabo de doce días.

Desesperado por la muerte de su amigo, Gilgamesh convocó a todas las personas y a los animales para que lo lloraran con él. Después de reunir a los mejores artesanos de la tierra para erigir una estatua de oro de Enkidu, abandonó la civilización, se vistió con una piel de león y vagó por el monte en señal de duelo. De este modo, Gilgamesh reproducía a la inversa la vida de su amigo, que había sido un salvaje que aprendió a ser civilizado. Muerto Enkidu, Gilgamesh, antes civilizado, se convertía en salvaje.

A continuación, Gilgamesh partió de Uruk en busca de la inmortalidad, negándose a sufrir la funesta suerte de su compañero del alma. Una noche, mientras seguía la senda de Shamash a través del cielo, encontró el túnel que conducía al país de los dioses. Los guardianes de la entrada, dos hombres-escorpión, le contaron la historia de Utnapishtim, un superviviente del diluvio que, junto con su esposa, había obtenido la inmortalidad y se sentaba en la Asamblea de los dioses. Decidido a descubrir el secreto de la vida eterna, Gilgamesh decidió partir en busca de Utnapishtim.

En su camino al inframundo, Gilgamesh conoció a una tabernera llamada Shiduri que intentó convencerlo de que deshiciera su camino diciéndole que el viaje no era seguro para los simples mortales. Ante su insistencia, Shiduri acabó por indicarle a regañadientes cómo llegar hasta Urshanabi, el barquero de las Aguas de la Muerte que llevaba suministros a Utnapishtim. Cuando encontró al barquero, este le preguntó por qué motivo quería viajar a los infiernos, y Gilgamesh le contó que su miedo a morir, a raíz de la muerte de Enkidu, le había impulsado a buscar la inmortalidad. Sus palabras convencieron a Urshanabi, que aceptó llevarle hasta Utnapishtim.

Cuando por fin Gilgamesh llegó ante Utnapishtim, el hombre que había logrado la inmortalidad destacó el aspecto ajado y agotado del rey. Gilgamesh le habló de su dolor al ver morir a su amigo y le confesó que tenía miedo de su propia mortalidad. En respuesta, Utnapishtim le preguntó por qué se había embarcado en una búsqueda inútil en vez de disfrutar lo que le ofrecía la vida: «¿Por qué, Gilgamesh [insistes] siempre en tus penas?». Utnapishtim le explicó que los humanos no pueden ser inmortales. Son los dioses los que deciden la duración de cada vida humana y no desvelan el momento de la muerte, así que no tiene sentido buscar un camino para tratar de evitarla.

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El hombre inmortal

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En la antigua ciudad de Sippar, a orillas del Éufrates (hoy en Iraq), se han encontrado máscaras de arcilla de Humbaba, el demonio gigante muerto por Gilgamesh.

Utnapishtim contó a Gilgamesh que él había obtenido el privilegio de ser inmortal por haber salvado a la humanidad durante el diluvio, pero que esto solo podía suceder una vez y era algo ajeno al mundo mortal: Gilgamesh nunca alcanzaría la inmortalidad por ese medio. Para demostrárselo al rey, que seguía creyéndose merecedor de la inmortalidad, Utnapishtim le desafió a permanecer despierto durante seis días y siete noches, y pidió a su esposa que cociera un pan cada día y lo dejara junto a Gilgamesh cada noche que siguiera dormido, para que no pudiera negar su fracaso.

Gilgamesh aceptó el reto, pero se quedó dormido de inmediato. Cuando despertó, Utnapishtim le reprochó su arrogancia: deseaba superar la muerte y ni siquiera era capaz de superar su sueño, lo más parecido a aquella en vida. Negándose a seguir respondiendo al rey, ordenó al barquero Urshanabi que se lo llevara y, con el fin de que nadie pudiera encontrarlo de nuevo, le prohibió que volviera a cruzar a su orilla en adelante.

Un regalo de despedida

La vida que buscas no la encontrarás. Cuando los dioses crearon la humanidad, le asignaron la muerte […] y se reservaron la vida en sus manos. Epopeya de GilgameshAntes de que partieran, la esposa de Utnapishtim, también inmortal, convenció a su marido para que hiciera un regalo a Gilgamesh. Utnaphistim le dijo al rey que si deseaba recuperar el brío de la juventud, existía una planta en el fondo del agua que se lo proporcionaría.

Deseoso de obtener este regalo, Gilgamesh se ató piedras a los pies, se hundió en el agua y consiguió encontrar la planta. Liberándose del lastre pudo regresar a la superficie, donde encontró a Urshanabi y le dijo que probaría la planta en el hombre más viejo de Uruk antes de usarla él mismo. Sin embargo, por el camino se detuvo a bañarse en una poza y, mientras lo hacía, apareció una serpiente que le robó la planta, mudó su piel y volvió a ser joven. Afligido, Gilgamesh comprendió que la juventud, como la inmortalidad, se le había escapado. Estaba destinado a envejecer y morir.

La historia termina como empieza: Gilgamesh vuelve a recorrer las murallas de su ciudad inspeccionando sus dominios, pero esta vez convertido en un buen rey, conocedor no tan solo de los límites de su ciudad, sino también de la condición humana. Su aceptación de la mortalidad y de su propia humanidad dejó una impresión duradera en el pueblo de Uruk, que transmitió la leyenda a través de las generaciones.

Los mitos del diluvio

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El barco construido por Utnapishtim para sobrevivir al diluvio tenía, según el poema, seis cubiertas, unos 60 m de alto y la forma de un gigantesco cubo perfecto.

El relato de cómo Utnapishtim y su esposa sobrevivieron al diluvio es similar a otros mitos de Oriente Próximo, como el sumerio de Ziusudra, el bíblico de Noé o el griego de Deucalión y Pirra. Todos ellos giran en torno a un personaje que consigue salvarse del diluvio a bordo de una gran barca.

La historia que se narra en la Epopeya de Gilgamesh es extraordinariamente parecida al relato bíblico de Noé y el arca. Cuenta Utnapishtim que antaño fue rey de una hermosa ciudad llamada Suruppak. Enlil, molesto por la proliferación y el ruido de la humanidad, abogó por su aniquilación. Los otros dioses accedieron, pero Ea, dios de la sabiduría y del agua, permitió que Utnapishtim y su esposa sobrevivieran. Dijo al rey que construyera una nave y embarcara en ella la simiente de todas las cosas vivas para luego poder repoblar la tierra. Una vez acabada la nave, llevó a bordo animales, comida y cerveza.

La tempestad bramó a lo largo de siete días y siete noches. Cuando cesó la lluvia, la nave derivó hasta la cima del monte Nimush (actual Pir Omar Gudrun, en el Kurdistán iraquí). Allí, Utnapishtim soltó una paloma, luego una golondrina y finalmente un cuervo. Al ver que el cuervo no regresaba, comprendió que era seguro salir de la nave. Hizo un sacrificio a los dioses, y estos, como en la historia de Noé, crearon el arco iris para agradecérselo.

La sabiduría de la tabernera

¡Que esté tu panza llena; que día y noche estés de buen humor, tú! […] ¡Disfruta mirando al niño que se agarra a tu mano; que la esposa goce sin cesar de tu abrazo! Epopeya de GilgameshAlgunos estudiosos afirman que la redención de Gilgamesh se debió a su encuentro con el inmortal Utnapishtim. Otros la atribuyen a la tabernera Shiduri, que vivía en la orilla del mar y que vio aproximarse a Gilgamesh, errante y vestido con pieles. Al principio le cerró la puerta atemorizada, pero luego se apiadó y se interesó por él. Gilgamesh le habló de la pérdida de su amigo, su miedo a la muerte y su búsqueda de la inmortalidad.

Shiduri replicó que la muerte formaba parte de la condición humana. En lugar de buscar la inmortalidad, debería disfrutar siempre que pudiera, compartir su buen humor y deleitarse con la amistad, alegrarse de ir limpio y llevar buenos ropajes, sentir el orgullo de ser padre y gozar de las delicias del matrimonio. Tal es la suerte, le dijo, del género humano.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la mitología”

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