No cierres los ojos Akal

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José Gómez Alén | Fundación de Investigaciones Marxistas

¿Tiene sentido, ya en pleno siglo XXI, volver la mirada hacia el pensamiento de Karl Marx y las aportaciones de la tradición historiográfica marxiana para encontrar en ellas herramientas de análisis y propuestas conceptuales útiles con las que enfrentarnos a los retos de investigación y estudio de la historia? O, por el contrario, ¿hay que abandonarlas por inservibles y abrazar modelos que provienen de otras corrientes, particularmente las posmodernas que frecuentan hoy el campo académico? O, a modo de síntesis, ¿es posible la confluencia de la herencia marxiana con los planteamientos epistemológicos que emanan de esas tendencias para profundizar en el conocimiento del pasado y entender cómo hemos llegado a este presente tan complejo?

Los acontecimientos que marcaron el final de la Guerra Fría parecían dar paso al triunfo definitivo del liberalismo capitalista y su idea de único modelo posible invadió la esfera política, intelectual y mediática de nuestro mundo, mientras todo tipo de voces se apresuraban a incinerar el corpus intelectual y analítico que había germinado al amparo de la obra del viejo pensador de Tréveris en un contexto en el que «el final de la historia» suponía el entierro de las cenizas del marxismo junto a su autor en el cementerio de Highgate, al norte de Londres. Sin embargo, casi tres décadas después, la larga crisis económica que desde 2007 ha convulsionado como ninguna otra el capitalismo ha traído al primer plano las viejas contradicciones del modelo que, lejos de desaparecer, resurgieron con más fuerza mostrando la verdadera realidad de los «paisajes floridos», entonces prometidos y ahora convertidos en sobreexplotación capitalista y desmantelamiento progresivo del llamado Estado de bienestar, al tiempo que las nuevas y focalizadas guerras de nuestro presente desangran el continente africano y el mundo árabe dejando tras de sí millones de refugiados que ensombrecen la realidad cotidiana del en otro tiempo vitoreado como el mejor modelo posible.

La evidencia de esa realidad ha vuelto a poner sobre el escenario intelectual la obra de Karl Marx y, en la última década, sectores de la intelectualidad académica en el mundo anglosajón e iberoamericano han vuelto su mirada hacia el autor de El capital para rastrear, también historiográficamente, las claves que permitan comprender las causas y la profundidad de la crisis y sus visibles consecuencias. Y si, en el 2017, el 150 aniversario de la edición del primer libro de la obra mencionada y el centenario de la revolución rusa propiciaron, más allá de nuestras fronteras, numerosas iniciativas que evidencian el interés intelectual y político por repensar la obra de Marx, en este 2018, la conmemoración del bicentenario de su nacimiento seguramente continuará mostrando la vitalidad y actualidad de un análisis que está aún muy lejos de haberse agotado.

En España han sido escasas las iniciativas dedicadas a reflexionar y debatir sobre las cuestiones apuntadas y seguramente tengamos que buscar las causas de ese alejamiento en la limitada influencia del marxismo en nuestro pasado. Un pasado que se remonta a los tiempos de la Segunda República cuando el marxismo pugnaba por asentarse entre nosotros y que finalmente solo fue un lejano precedente sin continuidad durante gran parte de la larga dictadura. Conviene tener en cuenta este factor a la hora de explicar la debilidad del marxismo entre nuestra intelectualidad y en nuestra historiografía.

Coincidimos con José Antonio Piqueras cuando, en este mismo volumen, destaca la solidez intelectual de Manuel Sacristán en el marxismo español. Un rasgo que, en el campo de la historia, caracterizaba el trabajo de Josep Fontana, quien, sin duda, con la misma consistencia intelectual que Sacristán contribuiría a visualizar en España las corrientes historiográficas europeas que bebían analíticamente en la tradición marxiana. No es casualidad que Sacristán y Fontana coincidieran en la oposición clandestina al franquismo como miembros del Partido Socialista Unificado de Cataluña y miembros de su Comité de intelectuales, ni que desde ese compromiso político y a través de Nous Horitzons y otras revistas similares realizasen importantes aportaciones en sus respectivos campos desde finales de los años cincuenta del pasado siglo.

Fontana, assistant lecturer en el curso 1956-1957 en la Universidad de Liverpool, leyó de primera mano a los marxistas británicos en las monografías de Our History, que los historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña comenzaron a editar en 1956. En aquel curso tuvo la oportunidad de acceder a los primeros números de Marxism Today y a la revista Past and Present, fundada por aquellos historiadores en 1952. Publicación esta que le enviaría a su maestro Vicens Vives con quien incluso intercambiaría correspondencia a propósito de un artículo de Pierre Vilar publicado en el número 10, «Problems to the Formation of Capitalism», No es pues extraño que a su regreso a la Universidad de Barcelona propusiera la suscripción a la prestigiosa publicación y que, unos años más tarde, cuando ya dirigía la colección de historia de la editorial Ariel, se incluyera el mencionado artículo, traducido al castellano por el propio Fontana, en el libro de Vilar, Crecimiento y desarrollo.

El compromiso de Sacristán y Fontana confluyó, durante el tardofranquismo, con el de una nómina, no muy amplia pero sí muy activa, de intelectuales que desde el antifranquismo militante tiñeron de marxismo su trabajo profesional en sus específicos campos de conocimiento: Gustavo Bueno en el ámbito de la filosofía; historiadores como Manuel Tuñón de Lara (1915-1997) y las aportaciones que bajo su amparo generarían los coloquios de Pau; el trabajo renovador de Enric Sebastià (1930-2006) desde la Universidad de Valencia; el de Abilio Barberó (1931-1990) y Marcelo Vigil (1930-1987), las contribuciones historiográficas de Juan José Carreras (1928-2006) en la Universidad de Zaragoza o las de algunos nombres que participan en este volumen o que son reconocidos por su obra en estas páginas.

En el haber de Fontana hay que destacar además su labor editorial para facilitar nuestro acercamiento a la obra de una parte importante de la historiografía europea de la tradición marxiana. En esa tarea de asentar el pensamiento marxista, los intelectuales españoles contaron con la connivencia y el soporte de algunas editoriales que fueron imprescindibles para la difusión del marxismo y a las que Piqueras dedica en estas páginas una merecida atención. Así nos llegaría la obra de historiadores franceses como Pierre Vilar o Albert Soboul y otros, que ampliarían nuestra mirada historiográfica. Entre las editoriales merece nuestra atención Ciencia Nueva, creada por simpatizantes y militantes del Partido Comunista y en la que estaban comprometidos Manuel Sacristán y el historiador Domingo Plácido, traductor de Benjamin Farrington y autor de un capítulo del presente libro. La obra de Farrington fue la primera de una serie de publicaciones que nos familiarizarían con los trabajos de otros marxistas británicos, V. Gordon Childe, Maurice Dobb o Arthur L. Morton; con el debate sobre la transición del feudalismo al capitalismo y con obras de Marx como La lucha de clases en Francia o Formaciones económicas pre-capitalistas que incluiría una excelente introducción de Eric Hobsbawm, después de superar algunos problemas con la censura para convertirse en el primer texto que se publicaba en España del que posteriormente se convertiría en el historiador más conocido en el mundo.

En la década de los setenta, en el escenario final del franquismo y la transición se produjo una explosión editorial marxiana a pesar de las suspensiones, el rechazo de títulos, el cierre de Ciencia Nueva e incluso las sanciones y autos de procesamiento en el Tribunal de Orden Público, caso del editor Ramón Akal quien, desde 1972, se incorporó a la tarea de difundir el pensamiento y la historiografía marxista. Su presencia en las librerías y en los campus universitarios se debía, en gran medida, a la militancia comunista de estudiantes, profesores y profesionales de formación universitaria. Esa presencia se mantuvo hasta bien avanzada la década de los ochenta cuando, como consecuencia de los cambios políticos y culturales que habían fraguado en su primer lustro, el marxismo comenzó a perder el atractivo intelectual de las décadas anteriores. Lo que durante la Transición parecía una marea dominante mostró entonces una debilidad que, a comienzos de los años noventa, desembocaría en una mayoritaria desafección de los intelectuales con respecto al viejo paradigma y el inicio de una desbandada hacia refugios teóricos, mediática y académicamente más cálidos. La influencia marxiana quedó entonces bajo mínimos y durante años su herencia solamente podría percibirse en las líneas de investigación de los historiadores ligados a diferentes organizaciones políticas y sociales, mientras en la universidad solo algunos nombres, que aparecen en los capítulos de este libro, resistían los embates de las corrientes posmodernistas que parecía alzarse como un sólido castillo teórico.

Sin embargo en el mundo anglosajón, el tsunami posmodernista, a pesar de su importante presencia, recibió contundentes respuestas, entre las que podemos mencionar las de intelectuales tan diversos como Terry Eagleton, Fredric Jameson, Alex Callinicos o Eric Hobsbawm por citar solo al más conocido entre los historiadores. Mientras, en el ámbito académico español, Josep Fontana era una de las excepciones que públicamente no compartían la conclusión de aquel «final feliz». El historiador británico y el entonces catedrático de la Universidad Pompeu Fabra articularon entonces algunas de las primeras respuestas al pretendido final de la Historia. Uno y otro veían insuficiencias y debilidades en las propuestas que se ofrecían entonces como novedosas y defendían la utilidad de las herramientas analíticas del marxismo para comprender las contradicciones del modelo capitalista desde un marco global que podía «situar y explicar el conjunto de los acontecimientos históricos». Y si el historiador británico en 1991 despedía Marxism Today confiando en que «todavía hay un lugar para el marxismo hoy, aunque ya no sea desde la páginas de Marxism Today», Fontana finalizaba su libro con una declaración de compromiso: «Merece la pena que nos esforcemos en recoger del polvo del abandono y el desconcierto esta espléndida herramienta de conocimiento de la realidad que se ha puesto en nuestras manos. Y que nos pongamos entre todos, a repararla y a ponerla a punto para un futuro difícil e incierto».

Hoy, casi tres décadas después, ese futuro está ante nosotros y aquel castillo que se nos mostraba como sólido y definitivo ya no lo es tanto y, como en otro tiempo señaló Marx refiriéndose a otras cuestiones, se puede aplicar en este caso también aquello de que «todo lo sólido se desvanece en el aire». Veinticinco años después, las propuestas puramente posmodernistas no parecen mostrar ya la fortaleza pasada ni ofrecen, en su cuenta de resultados, grandes aportaciones en forma de investigaciones empíricas. Mientras resulta evidente que el entierro de toda la diversa herencia marxiana había sido algo prematuro, hoy cada vez son más frecuentes las voces que defienden las posibilidades de sus herramientas analíticas, una vez depuradas de las visiones esquemáticas del «marxismo vulgar», para aplicarlas a proyectos y líneas de investigación que respondan a la necesidad de profundizar en el conocimiento del pasado desde una perspectiva historiográfica global y total.

Se cumplen cincuenta años de la creación de la Fundación de Investigaciones Marxistas y los que formamos parte de su ya amplia sección de historia, continuando una larga tradición de la FIM, organizamos a finales de 2014 unas jornadas que, alejadas de cualquier sentido hagiográfico, sirvieran para medir críticamente la influencia del marxismo y para valorar su aportación a la renovación conceptual y metodológica de la historiografía española en el siglo XX. Al mismo tiempo, y sin desdeñar las contribuciones metodológicas que provienen de otras tendencias, perseguían el objetivo de tratar de encontrar respuestas o sugerencias a las preguntas inicialmente planteadas.

En aquel encuentro en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, historiadores de diferentes generaciones y trayectorias historiográficas ofrecieron un balance historiográfico crítico y variado que incluía propuestas metodológicas y conceptuales con mayor o menor carga renovadora. Ahora, en el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, nos parece el momento adecuado para ofrecer aquellas aportaciones que abarcan las grandes épocas de la historia de España y abordan las cuestiones temáticas de mayor calado, al mismo tiempo que, con la mirada puesta en el presente de nuestra disciplina, reflexionan sobre los límites y la utilidad del arsenal teórico del viejo paradigma para cubrir las insuficiencias y los vacíos analíticos que percibimos en el conocimiento del pasado y entender cómo hemos llegado hasta la compleja realidad política y social del siglo XXI.

Fragmento extraído de la introducción del libro «Historiografía, marxismo y compromiso político en España»

Historiografía, marxismo y compromiso político en España – José Gómez Alén (ed.) – Siglo XXI Editores

 

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