No cierres los ojos Akal

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Houria Bouteldja

¿Por qué escribo este libro? Porque no soy inocente. Vivo en Francia, vivo en Occidente. Soy blanca; nada puede absolverme. Odio la buena conciencia blanca; la maldigo. Se ubica a la izquierda de la derecha, en el corazón de la socialdemocracia, es ahí en donde reina hace ya tiempo, florecida y resplandeciente. Hoy está añeja, gastada. Sus viejos demonios la atrapan y las máscaras caen. Pero aún respira. Gracias a Dios no ha logrado conquistar mi territorio. No procuro ninguna escapatoria. Ciertamente, el encuentro con el gran Sur me aterroriza, pero me rindo. No esquivo la mirada de los sin-papeles y no desvío la mía de los muertos de hambre que encallan en nuestras costas, vivos o muertos. Prefiero hablar sin tapujos: soy criminal. Pero de extrema sofisticación. No tengo sangre en mis manos, eso sería demasiado vulgar. Ningún sistema de justicia del mundo me llevará ante los tribunales. Yo delego mi crimen. Entre mi crimen y yo está la bomba. Soy quien detenta el fuego nuclear. Mi bomba amenaza al mundo de los metecos y protege mis intereses.

Entre mi crimen y yo están, primeramente, la distancia geográfica y, luego, la distancia geopolítica. Pero están también las grandes instancias internacionales: la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), las multinacionales, el sistema bancario. Entre mi crimen y yo están las instancias nacionales: la democracia, el Estado de derecho, la República, las elecciones. Entre mi crimen y yo están las ideas bellas: los derechos humanos, el universalismo, la libertad, el humanismo, la laicidad, la memoria de la Shoah, el feminismo, el marxismo, el tercermundismo. Y hasta los porta-valijas, que están en la cima del heroísmo blanco y a quienes aún respeto. Me encantaría respetarlos todavía más, pero son ya rehenes de la buena conciencia, títeres de la izquierda blanca. Entre mi crimen y yo están la renovación y la metamorfosis de las grandes ideas, en caso de que el “alma bella” caducara: el comercio justo, la ecología, el comercio orgánico. Entre mi crimen y yo están el sudor y el sueldo de mi padre, los subsidios familiares, los permisos con goce de sueldo, los derechos sindicales, las vacaciones escolares, los campamentos de verano, el agua caliente, la calefacción, el transporte, mi pasaporte…

Estoy separada de mi víctima —y de mi crimen— por una infranqueable distancia. Y esa distancia se expande. Los puntos de control de Europa se han desplazado hacia el sur. Transcurridos cincuenta años desde las independencias, es el Magreb el que mata a sus propios conciudadanos y a los negros de África. (Por poco digo a “mis hermanos africanos”, pero ya no osaría hacerlo una vez confesado mi crimen.) Adiós Bandung. A veces sucede que la distancia entre mi crimen y yo se reduce. Hay bombas que explotan en el metro, torres abatidas por aviones que se desploman como un castillo de naipes, periodistas de una célebre editorial que son diezmados. Pero, inmediatamente, la buena conciencia hace lo suyo. “Todos somos americanos”, “todos somos Charlie”, es el grito del corazón de los demócratas, la unión sagrada. Ellos son todos americanos, todos son Charlie. Todos son Blancos.

Si yo fuese juzgada por mi crimen, no actuaría como si estuviese ofendida mi virtud, pero alegaría circunstancias atenuantes. Yo no soy del todo blanca, yo estoy blanqueada. Estoy ahí porque he sido vomitada por la historia, porque los Blancos estaban en mi casa, y siguen estando ahí. ¿Qué es lo que soy? Una indígena de la República. Soy, ante todo, una víctima. Perdí mi humanidad en 1492 y luego en 1830 (año de inicio de la conquista y colonización francesa de Argelia. – N. de la T.-), y me paso toda la vida reconquistándola.

Los blancos, los judíos y nosotros. Hacia una política del amor revolucionario

portada-blancos-judios-nosotrosFraguada en la militancia política, la de Houria Bouteldja es una voz viva, con punta. Su fuerza proviene de la inconformidad, del malestar ante un mundo que se afirma en la exclusión racial y que ha ejercido el colonialismo ideológico, económico y político— sobre las nuevas generaciones. Su “nosotros” no es un nosotros universalista, no estamos todos mencionados (diremos, en paráfrasis al texto).

El presente libro puede leerse como un manifiesto descolonial para el siglo XXI o, más puntualmente, como una invitación al amor revolucionario, que no pertenece al romanticismo, sino a la justicia. Es éste un llamado a descolonizar el mundo, a reconocer que el privilegio de unos cuantos se construye sobre la opresión de muchos. Si bien es cierto que Houria escribe desde su contexto como pensadora franco-argelina, lo hace desde la vivencia propia, en los barrios racialmente segregados de París.

La cualidad más importante de los textos que marcan hito es encontrar, desde una particularidad, lo que es común a los humanos. Al mencionar indígenas, la autora se refiere a “los colonizados” por Francia, y al evocar judíos, los invita a reconocer su pasado común. Esta misma convocatoria podría leerse en clave latinoamericana, con los pueblos autóctonos excluidos, con la invitación a reconocer las diversas historias y filosofías en el territorio común. El testimonio de un iracundo autorreconocimiento aguarda en estas páginas que no se conforman con exponer, o sólo señalar con reticencia teórica… Reside aquí un modo apasionado por convocar a un solo cauce en beneficio de todos.

Houria Bouteldja

Militante política descolonial franco-argelina, Houria Bouteldja es representante del PIR (Parti des Indigènes de la République) y su obra se ha caracterizado por mantener un ejercicio crítico contra la islamofobia, el racismo y el neocolonialismo.

Su formación incluye estudios en lenguas extranjeras aplicadas —inglés y árabe— en Lyon. Participó en la fundación de los colectivos Les Blédardes (Los inmigrantes de la colonia) y Una escuela para todos y todas. En enero de 2005 participó en el inicio de El llamado de los indígenas de la República, que dio origen al movimiento —del cual es portavoz— Indigènes de la République, que lucha contra la discriminación hacia los descendientes de la histórica colonial y contra la ideología racista y colonialista. En 2014 recibió el premio de Combate contra la islamofobia de la Islamic Human Rights Commission. Ha participado como coautora en los libros La Révolution en 2010?: les vrais enjeux de 2007 y Nous sommes les indigènes de la République.

Los blancos, los judíos y nosotros – Houria Bouteldja -Akal

 

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