Qué no ver en Nápoles. Guía para viajeros ilustrados

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Con la partida a España de Carlos III (Carlos VII durante su reinado en Nápoles), la ciudad perdió a un monarca que supo valorar y difundir su asombroso legado arqueológico.

El Gran Tour era el viaje que realizaban los jóvenes aristócratas -principalmente británicos- por Europa como parte de su educación, que tuvo su auge desde mediados del siglo XVII hasta comienzos del siglo XIX. Esta guía se sitúa en la segunda mitad del siglo XVIII 

Qué no ver en Nápoles

No hace mucho, a un viajero inglés le pusieron el cañón de un trabuco entre los ojos cuando se le ocurrió protestar por el precio de una comida. La ciudad entera está envilecida. Y, habiendo como hay tanto vagabundo, los robos y la violencia son desgraciadamente frecuentes. Al no haber alumbrado público, ni siquiera llevar un criado con una linterna conjura los peligros de los rateros y los navajazos. Se puede pagar con la vida la temeridad. En una ciudad como esta, en la que comen pajaritos fritos, y llena de ignorantes que no han tenido niñez, es normal asistir a alguna ejecución. Como antes dijimos, lo que más falta haría es que alguien pudiera dar ocupación y esperanzas a este pueblo.

Quizá con ellas, por ejemplo, la ciudad no sería un mar de alcahueteo y vicio. Hay una cantidad desmesurada de prostitución, pero sobre todo de mediadores, que pueden ser desde abates a taberneros, pasando por abogados y marqueses. Esta clase malvada está por toda la ciudad, e importuna a los viajeros en los restaurantes y en la salida de los espectáculos con ofrecimientos de placer para los dos sexos. Las más desgraciadas, sin duda, son las chicas, que sin educación ninguna y consumidas por enfermedades venéreas, proliferan en los arrabales, como los de Ponteoscuro, o trabajan como «ventaneras» en las cercanías de la calle Toledo, haciendo señas inconfundibles a todos los paseantes. Sus cuartos son poco más que pocilgas y en ellos no se disfruta de ninguna intimidad, pudiendo cacarear las gallinas a vuestro alrededor mientras te entregas a perversos y reconfortantes placeres. Esto no es algo que yo sé, sino que me han contado.

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Lord Hamilton

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Lord Hamilton un domingo cualquiera

Sir William Hamilton es el embajador de Inglaterra en Nápoles desde 1764. Es anticuario, connoisseur y geólogo, un diletante de clase alta que sabe aprovechar las oportunidades que ofrece un país tan corrupto. Afable y refinado (está construyendo un jardín inglés en las cercanías de Caserta), recibe cartas de todo tipo y las despacha en varios idiomas durante tres o cuatro horas diarias. Es autor de una guía de antigüedades etruscas y griegas y desde luego no hay nadie que sepa más ni de Pompeya ni de Herculano ni del Vesubio, que ha subido cien veces.

Sus gustos son plutonianos, y pese a ser un coleccionista obseso desde los veinte años, no manifiesta los síntomas de misantropía de otros como él (todo el mundo en Nápoles espera ser invitado a las veladas semanales de su casa, por ejemplo). Su casa del Palacio Sessa se encuentra en plena bahía, y desde ella, claro está, se ve el Vesubio humeante. En sus sótanos, sarcófagos, jarrones y media Magna Grecia se amontona en atropellada confusión.

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Lady Hamilton

Hija de herrero, trabajó como doncella, modelo y bailarina en lugares de pésima reputación. Como suele pasar, pronto pasó a ser amante de un joven importante, Greville (sobrino de William Hamilton), que enseguida necesitó deshacerse de Emma y de sus caprichos. De este modo, y ya que la belleza de Emma y su larga melena castaño rojiza empezaban a ser conocidas por todas partes, la remitió a Nápoles para que pasase «unas vacaciones» con su tío. El elegante cincuentón cayó rendido y la cosa acabó en boda.

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Lady Hamilton haciendo el ridículo. Esta vez, como Bacante

Lord Hamilton empezó entonces a enseñarle los grabados de figuras danzantes y su colección de vasijas griegas. Ojalá nunca lo hubiera hecho, porque desde ese mismo momento provocó en Emma (en lo sucesivo Lady Hamilton) una revelación: ella era una extraordinaria actriz, y eso es exactamente lo que iba a hacer. Desde entonces, Lady Hamilton, que por encima de todo quiere gustar, ha empezado a poner en práctica sus «Attitudes», un espectáculo mímicotrágico-ridículo de su invención, mezcla de pose pictórica y danza. Lady Hamilton va adoptando las poses de los vasos griegos. Ahora es Agrippina llorando la muerte de Germánico. Ahora, Cleopatra digna ante César. Luego, una Sibila, y después, para demostrar su variedad de registros, una paisana napolitana con castañuelas. Su fuerte son las madres privadas de sus hijos y las doncellas a punto de ser sacrificadas. Ha hecho confeccionar vestidos para cada postura, pero estos no son más que vaporosos chales. Dos velas gruesas y altas alumbran sus intensas poses, y se supone que los invitados deben adivinar qué narices está haciendo y qué personajes clásicos está representando. Tras la representación, algunos gritan «¡Brava, Ifigenia! ¡Brava, Ariadna!», principalmente por educación. La fama de Lady Hamilton está divulgándose por Europa, y la zarina Catalina ha pedido un retrato suyo para comprobar si es tan hermosa como dicen.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El Grand Tour. Guía para viajeros ilustrados ”

El Grand Tour

Bienvenido al viaje más apasionante que un joven aristócrata puede emprender

¿Confías en que esta vida ociosa que llevas puede durar siempre? Algún día tendrás que convertirte en un hombre de provecho, así que me temo que ya es hora de que abras los ojos.

portada-gran-tourUn día serás parlamentario o un influyente hombre de negocios y tendrás centenares de personas y acres a tu cargo, por lo que es necesario que adquieras de una vez por todas conocimientos, cultura y un poquito de responsabilidad. Te sugiero que hagas el equipaje y cruces el Canal con destino a Europa continental, y que recorras países como Francia e Italia con el fin de ampliar tus horizontes, descubrir otras costumbres y paisajes, ponerte al día ponerte al día en cuanto a moda y disfrutar del arte que hasta ahora sólo has podido contemplar en los libros. Escoge la compañía de alguien que sepa instruirte y aconsejarte para sacar el máximo provecho a un viaje que cambiará la forma que tienes de ver el mundo y no dudes de tu decisión. En esta guía encontrarás todos los consejos necesarios para hacer de tu Grand Tour una experiencia inolvidable.

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