No cierres los ojos Akal

iliada

La Ilíada es el relato detallado de ciertos acontecimientos acaecidos en la última fase de la guerra, de 10 años de duración, que enfrentó a la confederación de los griegos («argivos» o «aqueos») y a Troya/Ilión y sus aliados los «danaos». Es un relato que examina el absurdo de la furia y el orgullo, y el carácter tétrico de la guerra.

Agamenón, el líder de los griegos, hace montar en cólera a Aquiles, el más feroz de los guerreros griegos, al arrebatarle su justo botín. Airado, Aquiles se retira de la lucha llevándose consigo a sus seguidores –los mirmidones–. El príncipe troyano Héctor encabeza un ataque contra la flota griega, varada en la playa, y los griegos, dirigidos incompetentemente por Agamenón, están a punto de ser destruidos por completo. Aquiles se niega a volver a la lucha, pero envía a su mejor amigo, Patroclo, a luchar en su lugar. Héctor mata a Patroclo y Aquiles, atormentado por la rabia y la pena, se lanza a buscar a Héctor para matarlo. Héctor, aunque es sabedor de que no puede vencer a Aquiles, decide luchar contra él de todas formas y resulta muerto. Aquiles, entonces, deshonra el cuerpo de Héctor arrastrándolo con su carro en torno a la ciudad. Todos estos acontecimientos ocurren en el lapso de dos días de lucha separados por dos días de tregua, y ocupan los primeros 22 libros de la Ilíada.

Los libros XXIII y XXIV hacen el relato de los últimos estertores de la historia, que transcurren por un periodo de 13 días. En ellos se cuenta el extraño encuentro nocturno entre Aquiles y Príamo, el anciano rey de Troya y padre de Héctor, celebrado en el campamento de los griegos. Al final de esta reunión, el cuerpo de Héctor le es finalmente entregado a su padre para que se celebren los correspondientes ritos funerarios, ya que los dioses, ofendidos por el inaceptable comportamiento de Aquiles, lo han castigado manteniendo el cuerpo de Héctor hermoso y fresco; precisamente, el verso que cierra la obra: «Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos»

Precaución: lectura complicada

La Ilíada no es una lectura fácil; y esto no solo se aplica a los escolares torturados por la versión original griega, sino también a los adultos que se enfrentan a una traducción. ¿Por qué decimos esto? En primer lugar, porque conocer los obstáculos es el primer paso para superarlos, y la lectura de la Ilíada supone introducirse en el mundo del que quizá sea el mejor libro de todos los tiempos. Basándome en mi experiencia personal, y sin un orden definido, estas son las principales dificultades que le encuentro a la lectura del libro:

❖ El medio que supone la narrativa en verso nos resulta ajena. Si esto se combina con la dificultad que implica trasladar significados del griego original a nuestro propio idioma, el resultado suele ser poco elegante, un muro contra el que los traductores chocan una y otra vez, aunque algunos hayan conseguido salir bastante airosos.

El texto está lleno de repeticiones –coros descriptivos o mensajes reiterativos que permiten al bardo que recita el texto tomarse un respiro–. En algunas traducciones, estos son omitidos. Otros elementos idiosincráticos del origen oral de la historia, sin embargo, no pueden ser descartados de este modo sin alterar el mensaje original. Esto incluye epítetos como «Odiseo rico en ardides», «el dios rufián» (Ares), «las negras naves» y tantos otros. Además, existen epítetos que varían por las necesidades métricas, aunque no respondan al momento en que se encuentra la historia: «Palas», por ejemplo, aparece a menudo en sustitución de «Atenea», y nos encontramos con «las veloces naves» aunque dichos barcos se encuentren en ese momento varados en la playa. Cabe preguntarse en este punto: si estos cambios realizados para ajustar los versos nos dificultan la lectura, ¿por qué no suponían un problema para los oyentes originales? Expliquémoslo brevemente: en esta época las historias eran casi siempre transmitidas en verso; es más fácil de recitar que la prosa, es más fácil de recordar y sus reiteraciones permitían tanto al bardo como a su audiencia mantener la atención durante periodos de tiempo que a nosotros, poco acostumbrados a este tipo de relato, nos parecerían una eternidad. Es por eso que, en la mayoría de sociedades, el verso siempre se antepone a la prosa a la hora de contar historias de forma oral.

❖ Otra dificultad es la intervención en la historia de unos seres –los dioses– en los que nosotros, simplemente, no creemos, y cuyas acciones nos dan la impresión de que alguien está haciendo trampas para modificar el argumento. De todas formas, para superar este escollo basta con imaginar que las intervenciones divinas son una metáfora de la suerte. No cabe duda de que ya en la época clásica muchos lectores lo interpretaban de este modo.

❖ Una de las primeras barreras que se le plantean al lector de la Ilíada es la segunda mitad del Libro II. Tras un inicio prometedor, con el enfrentamiento entre Agamenón y Aquiles, y el consejo celebrado a continuación por los jefes griegos, la historia se detiene con una lista, aparentemente interminable, de los participantes en la guerra –tanto griegos como troyanos– y de sus lugares de procedencia. El arqueólogo y el estudioso la leerán con detenimiento; el simple lector puede saltársela e ir directamente al inicio del Libro III. Los ritos funerales celebrados en honor de Patroclo pueden ser igualmente aburridos, por lo que se recomienda adoptar una estrategia parecida.

❖ La Ilíada está repleta de nombres de personajes y lugares que nos resultan poco familiares: hasta 750. Los personajes que juegan un papel destacado en el argumento son, sin embargo, apenas 18 seres humanos y 12 dioses. Se recomienda centrar la atención en estos personajes destacados y en sus relaciones: posiblemente no requiera más esfuerzo que aprenderse los principales papeles en un culebrón, pero con resultados más gratificantes.

¿Personajes reales o héroes vacíos?

Los inmortales que juegan un papel en el argumento de la Ilíada tienen personalidades bien definidas, ¿son los personajes humanos algo más que meros arquetipos a los que asociamos actos de valor, cobardía, rabia, estupidez, honor y deshonor? Aunque, efectivamente, a veces funcionen como arquetipos, también creo que presentan unas características personales bien delineadas y realistas. Así, podemos ver unos cuantos ejemplos entre los griegos.

Agamenon, el comandante en jefe, es mandón, arrogante e incapaz de comprender a sus hombres y a sí mismo. Nótese cuando, al principio, para tratar de alentar a los griegos a la lucha diciéndoles que lo mejor que pueden hacer es recoger e irse a casa, sus tropas están a punto de tomarle la palabra. Es frecuente que las situaciones le sobrepasen. Es orgulloso, tiránico y, cuando se encuentra bajo presión, poco resolutivo.

Ajax, hijo de Telamón (hay dos Ajaxes), es un matón impetuoso y musculoso, insensible, valeroso, brutal y estúpido –un tipo perfecto para protagonizar películas de acción.

Aquiles es un hombre apasionado que se deja llevar con excesiva facilidad por una cólera destructiva. Su enfrentamiento con Agamenón es la causa indirecta de la muerte de su amado Patroclo. Suele reaccionar de forma excesiva, y no solo mata a Héctor, sino que también deshonra su cuerpo –y también, por consiguiente, a sí mismo–. Aquiles está torvamente resignado a morir. Es reflejado como un ser humano grandioso pero imperfecto: violento, valiente, orgulloso y finalmente redimido por la pena que comparte con el hombre a cuyo hijo ha matado –un personaje complejo y apabullante.

Néstor es viejo, experimentado, sabio, terco, impertinente e inflexible –el ejemplo perfecto de líder retirado que recibe el respeto de todos y que a veces se lo gana.

Patroclo es joven, amable con las mujeres y con sus amigos y arrojado; al final, demasiado arrojado para permanecer con vida.

De todas formas, los personajes que mejor reflejan la complejidad humana son los tres principales troyanos:

Príamo, rey de Troya, anciano y cansado de la guerra, de sus constantes tragedias y de la destrucción que se abatirá contra todo lo que ama –la pérdida de sus hijos, la esclavitud de su hija Casandra y de su familia, y su propia muerte–. Es un hombre abrumado por el dolor y que está destinado a sucumbir; un hombre al que no le queda más recurso que la súplica para que le devuelvan el cuerpo de su hijo.

Paris (también llamado Alejandro) –la causa humana de este desastre–, un amante hermoso y vital, elegante y delicado, valeroso, aunque solo hasta cierto punto, e inteligente. Finalmente es el responsable de la muerte de Aquiles, por medio de una estratagema, pero nunca se le encuentra allí donde se le necesita. En un momento de la historia, Héctor se lo encuentra en retaguardia, «ánimos dando a sus compañeros». Tras la recriminación de su hermano, Paris contesta:

Llévanos adonde el corazón y el ánimo te ordenen; nosotros te seguiremos presurosos, y no han de faltarnos bríos en cuanto lo permitan nuestras fuerzas. (XIII, 784-787)

En un momento anterior de la lucha, se dice que Paris se entretiene demasiado con su señora, y cuando finalmente hace acto de presencia, le dice a su hermano Héctor: «Mucho te hice esperar deteniéndote, a pesar de tu impaciencia; pues no he venido oportunamente, como ordenaste». La respuesta de Héctor es un ejemplo de humanidad y de su anhelo por el final de la guerra, un deseo que está presente en todo el relato de esta guerra universal.

¡Querido! Nadie que sea justo reprenderá tu trabajo en el combate, porque eres valiente; pero a veces te complaces en desalentar y no quieres pelear, y mi corazón se aflige cuando oigo que te baldonan los troyanos que tantos trabajos sufren por ti. Pero vámonos y luego lo arreglaremos todo, si Zeus nos permite ofrecer en nuestro palacio la crátera de la libertad a los celestes sempiternos dioses, por haber echado de Troya a los aqueos de hermosas grebas. (VI, 521-final)

Por supuesto, esto no ocurrirá nunca. En apenas dos días Héctor estará muerto. El orgulloso contrapeso de Aquiles, que es reflejado como un hombre libre del vicio de la ira, que defiende su hogar, ama a su esposa y que es tierno con su hijo, se compromete a luchar contra Aquiles, una lucha que sabe que no puede ganar. Es mejor que seas tú mismo quien decida sobre su carácter. Es posible que llegues a la conclusión de que Héctor es el verdadero héroe de la Ilíada.

El texto de esta entrada es un fragmento del libro “Guía para viajeros a la filosofía clásica” de John Gaskin

Guía para viajeros a la filosofía clásica

potada-guia-viajeros-filosofia-clasicaRetrocede en el tiempo y conoce las ideas que cambiaron la forma de comprender el mundo desde la Grecia homérica al siglo IV a.C.

Los griegos fueron los primeros en preguntarse dos temas fundamentales que no han dejado de preocuparnos: ¿cuál es la naturaleza del universo? y ¿qué puedo hacer durante mi corta existencia en él? Interrogantes cuyas respuestas son hoy en día tan relevantes como lo fueron en la Antigüedad.

Sirviéndose de ejemplos sencillos y divertidas explicaciones, esta obra te guiará por la filosofía de la mano de los mayores pensadores del mundo clásico y por los lugares más representativos. Una guía ideal para todos aquellos que, sin moverse del sillón, quieran visitar las ruinas clásicas y, de paso, explorar las grandes cuestiones de la vida.

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