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  • Enfoque: Macroeconomía
  • Pensador clave: John Maynard Keynes (1883–1946)
  • Antes:
  • * 1776 El economista escocés Adam Smith argumenta que la «mano invisible» del mercado llevará a la prosperidad.
  • * 1909 La activista social británica Beatrice Webb escribe Minority Report, donde afirma que las causas de la pobreza son estructurales y que no se puede culpar a los pobres.
  • Después:
  • * 1937 El economista británico John Hicks presenta su análisis del sistema keynesiano.
  • * 1986 Los economistas George Akerlof y Janet Yellen definen en EE UU el desempleo involuntario por medio de sus modelos de salarios de eficiencia.

John Maynard Keynes

keynes-john-maynardNacido en 1883, el año en que murió Karl Marx, John Maynard Keynes fue para la clase obrera un salvador insospechado. De padres académicos, fue criado en Cambridge y vivió una vida privilegiada. Obtuvo una beca para estudiar matemáticas en la Universidad de Cambridge, y posteriormente trabajó para el gobierno británico en India, a raíz de lo cual publicó su primer libro: Indian Currency and Finance.

Keynes fue consejero en la Conferencia de Paz de París tras la Primera Guerra Mundial y en la de Bretton Woods tras la Segunda. Siempre se dedicó a varias actividades al mismo tiempo (mientras escribía la Teoría general, construyó un teatro), y entre sus amistades figuraban escritores y artistas destacados. Keynes ganó una fortuna en la bolsa, y empleó buena parte de ella en apoyar a sus amigos artistas. Murió a causa de un problema cardiaco en el año 1946.

  • Obras principales
  • 1919 Las consecuencias económicas de la paz.
  • 1930 Tratado sobre el dinero.
  • 1936 Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.

En 1936, John Maynard Keynes publicó su innovadora obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, llamada a menudo simplemente Teoría general. Fue un libro importante porque invitaba a considerar los mecanismos de la economía desde una perspectiva totalmente nueva, e hizo de Keynes uno de los economistas más famosos del mundo.

Desde que el economista escocés Adam Smith publicara La riqueza de las naciones en el año 1776, esbozo de lo que posteriormente se conocería como la economía clásica, la economía se había considerado como un conjunto perfectamente equilibrado de mercados individuales. El consenso entre los economistas era que la economía lograba espontáneamente un estado de equilibrio, en el que todos los que deseaban trabajar encontraban trabajo.

Keynes iba a poner patas arriba gran parte del mecanismo básico de causa y efecto del modelo clásico. Argumentó, además, que la macroeconomía (la economía en su conjunto) se comportaba de forma distinta a la microeconomía (un sector de esta). Formado en la escuela clásica, Keynes se esforzó no obstante por escapar de las formas de pensar habituales, y así adoptó un enfoque económico radical que proponía toda una serie de causas distintas para el desempleo, así como soluciones diferentes.

Durante el siglo anterior a la publicación de la Teoría general, el problema principal era la pobreza, más que el desempleo. Hasta la década de 1880, en países como Gran Bretaña y EE UU, que experimentaban un rápido crecimiento como resultado de la revolución industrial, hubo una mejora general del nivel de vida, pero seguía habiendo bolsas de auténtica pobreza.

Cuestión de indolencia

Si regularizando la demanda nacional prevenimos [...] la ociosidad involuntaria de los desempleados, contribuimos realmente al producto nacional. Sidney Webb. Beatrice WebbDurante años, los economistas han considerado la pobreza como el mayor problema de la política social, pero a finales del siglo XIX el desempleo comenzó a preocupar cada vez más. Al principio se creía que la causa de este problema era la enfermedad o algún defecto de carácter del trabajador, como la indolencia, el vicio, la falta de iniciativa o de ética profesional; el desempleo se consideraba un problema de aquellos individuos que por alguna razón no eran capaces de trabajar, y no de la sociedad en general. No era, desde luego, asunto del gobierno.

En 1909, la activista social británica Beatrice Webb publicó The Minority Report of the Royal Commission on the Poor Laws; fue el primer documento que planteó el concepto y las políticas del estado del bienestar. En él afirmaba que:

«el deber de organizar el mercado nacional del trabajo con el fin de prevenir o minimizar el desempleo debía ser responsabilidad de un ministro».

Webb empleó por primera vez la expresión «desempleo involuntario», que implica la idea de que el desempleo no se debe a carencias de los individuos sino a las condiciones económicas imperantes, que escapan a su control.

Desempleo involuntario

La dificultad no reside en las nuevas ideas, sino en la huida de las antiguas. John Maynard KeynesHacia 1913, el concepto de desempleo involuntario se comprendía ya como lo definió el británico Arthur Pigou como una situación en la que los trabajadores de una industria estaban dispuestos a aportar más trabajo del que se demandaba por el salario del momento. Aún hoy esta definición se consideraría una buena expresión de la naturaleza involuntaria del desempleo, en tanto que sugiere que los trabajadores carecen de opción acerca de la posibilidad de trabajar o no, pero entonces seguía predominando la concepción clásica. Según esta, el desempleo es en gran medida voluntario, y existe porque los trabajadores no aceptan trabajar por el salario ofrecido o prefieren dedicarse a alguna actividad ajena al mercado, como el cuidado de los niños. Quienes defienden esta postura insisten en que el desempleo involuntario sería corregido por los mecanismos automáticos y autorreguladores del libre mercado.

Según la perspectiva clásica, el desempleo involuntario no puede durar mucho tiempo, ya que el juego de los mercados devuelve rápidamente la economía al pleno empleo. Al principio el propio Keynes compartía esta idea; en Tratado sobre el dinero (1930) escribió que las empresas tienen tres opciones cuando los precios caen más rápido que los costes: asumir las pérdidas, cerrar la empresa o enfrentarse a los empleados para reducir sus ganancias por unidad producida. Solo la última de estas opciones, según Keynes, podía restaurar un equilibrio real a nivel nacional.

La Gran Depresión

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He aquí la tasa de desempleo en varios países entre 1919 y 1939. Aunque en la década de 1920 la mayoría de las economías se recuperaron, en la década siguiente sufrieron un aumento brutal del desempleo con la Gran Depresión.

Keynes tomó el mundo de la Gran Depresión como punto de partida. Los mecanismos comunes del mercado parecían incapaces de crear la presión necesaria para corregir el problema del elevado y persistente desempleo involuntario. En general, el número de las personas empleadas lo determina el nivel de los salarios reales, relativo a los precios de los bienes y servicios ofertados. En tiempos de recesión, los precios de los bienes tienden a caer más deprisa que los niveles salariales, pues la demanda de los bienes se reduce y, en consecuencia, su precio cae, mientras que los trabajadores se resisten a que reduzcan sus salarios. Esto provoca que los salarios reales aumenten. Entonces, dado el alto nivel de los salarios reales, crece el número de los individuos dispuestos a trabajar, pero el número de trabajadores demandado por las empresas disminuye, puesto que son más caros. El resultado es el desempleo.

Salarios rígidos

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Hombres en busca de empleo en una agencia de Chicago, fotografía tomada en 1931. Solo dos años más tarde, en 1933, más de 10 millones de estadounidenses habían perdido su empleo. El gobierno respondió a dicho problema con las medidas del New Deal.

Una manera de eliminar el desempleo sería que los trabajadores excedentes (aquellos que no trabajan) presionaran para hacer caer los salarios, mostrándose dispuestos a trabajar por salarios inferiores. Los economistas clásicos creían que los mercados eran lo bastante flexibles para ajustar y reducir los salarios reales, pero Keynes sugirió que los salarios podían ser «rígidos» y no ajustarse: entonces el desempleo involuntario persistiría. Keynes argumentó que los trabajadores no podían variar su precio aceptando salarios menores, y señaló que después de un colapso de la demanda como el de la Gran Depresión, las empresas podían estar teóricamente dispuestas a emplear a más trabajadores con unos salarios reales menores, pero que de hecho no podían hacerlo, debido a que la demanda de producción está constreñida por la falta de demanda de la economía en su conjunto para los bienes que producen. Los trabajadores quieren aportar más y las empresas producir más, pues de otro modo tanto las fábricas como las máquinas están infrautilizadas. En consecuencia, la falta de demanda atrapa a trabajadores y empresas en un círculo vicioso de desempleo y subproducción.

El papel del gobierno

Keynes vio que la solución al problema del desempleo involuntario estaba más allá del control de las empresas y los trabajadores, y que residía en que los gobiernos gastaran más en la economía, para que así la demanda general de productos creciese. Ello animaría a las empresas a contratar más trabajadores a medida que aumentaban los precios, los salarios reales caerían y la economía volvería al pleno empleo. Para Keynes, no importaba de qué modo el Estado gastara más. En sus palabras:

«el Tesoro podía llenar botellas viejas de billetes y enterrarlas […] y dejar en manos de la iniciativa privada, guiada por los principios contrastados del laissez-faire, el desenterrarlas».

Con tal de que el gobierno inyectara demanda en la economía, el sistema en su conjunto se recuperaría.

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Según Keynes, una depresión puede llevar a un círculo vicioso en el que el desempleo reduce la demanda y no se pueden crear nuevos puestos de trabajo. La intervención gubernamental genera un círculo virtuoso al estimular la demanda.

Salarios reales

La Teoría general no es fácil de comprender –el propio Keynes la encontraba «compleja, mal organizada, y a veces oscura»– y hoy se sigue debatiendo qué quiso decir exactamente, en particular en relación con la diferencia entre desempleo involuntario y voluntario. Una de las explicaciones de que el desempleo elevado sea involuntario se basa en la idea de que la demanda de trabajo de una empresa la determina el salario real que la empresa debe pagar. Los trabajadores y las empresas únicamente pueden negociar el salario para tal trabajo o tal industria, y no tienen control sobre el nivel de precios de la economía en general. De hecho, los salarios más bajos reducirán por lo general los costes de producción y por lo tanto también el precio de los bienes; en consecuencia el salario real no caerá lo suficiente para eliminar el desempleo. Así pues, el desempleo es involuntario porque no hay nada que los trabajadores puedan hacer al respecto.

Es común la opinión de que los sindicatos, por medio de la acción concertada, son capaces de resistirse al ajuste de los salarios hasta el nivel requerido para el pleno empleo, de tal modo que se impide a los desempleados acceder al trabajo. Keynes situaba esta clase de desempleo en la categoría voluntaria, argumentando que en tal caso los trabajadores en su conjunto han acordado abierta o tácitamente no trabajar por un salario menor del que perciben. El razonamiento de Keynes difiere del de los economistas posteriores, que está dominado por modelos matemáticos. Una gran parte de la macroeconomía de posguerra consistió precisamente en aclarar la aportación de Keynes y enmarcarla en modelos más formales y ecuaciones. El británico John Hicks formuló las ideas keynesianas en términos de un modelo financiero conocido como IS-LM. Tras la guerra, este fue el modelo macroeconómico estándar, y sigue siendo una de las primeras lecciones que aprenden los alumnos de economía.

Nuevas interpretaciones

Las perspectivas actuales sobre la obra de Keynes apuntan a que lo que más interesa a los trabajadores es su salario comparado con el de otros trabajadores. Los trabajadores tienen una noción de su puesto en una teórica «liga» de salarios, y por ello se opondrían ferozmente a cualquier reducción que les hiciera descender. Interesa señalar que un incremento general de los precios debido a la inflación, que conllevaría una reducción de los salarios reales, topa con menos resistencia porque afecta a todos los trabajadores por igual.

Las teorías económicas conocidas como modelos de salarios de eficiencia se preguntan por qué las empresas no reducen los salarios con el objetivo de incrementar los beneficios, y la respuesta es que una reducción salarial podría desmotivar a los trabajadores, que se verían relegados en la «liga». El efecto neto de dicha reducción de los salarios sería de hecho una reducción de los beneficios, pues la ventaja de unos salarios menores quedaría más que anulada por una menor productividad debida a la baja moral o al abandono de los trabajadores cualificados. De esta manera, los trabajadores no pueden ajustar su precio para obtener empleo. Existen modelos neokeynesianos relacionados que ofrecen otras explicaciones para la rigidez salarial.

Resurgimiento clásico

Cuanto antes nos libremos del desempleo involuntario, mejor. Robert LucasEl keynesianismo fue perdiendo crédito durante la década de 1970 al hilo de los problemas de las economías europeas. Las ideas clásicas acerca del desempleo revivieron en la llamada «nueva economía clásica», que volvió a negar la posibilidad del desempleo involuntario persistente. El estadounidense Robert Lucas fue uno de los líderes del ataque al keynesianismo. Cuando le preguntaron cómo llamaría a un contable que conduce un taxi porque no puede trabajar como contable, Lucas respondió: «Lo llamaría taxista, si lo que hace es conducir un taxi». Para los clasicistas modernos, el mercado siempre se compensa y los trabajadores siempre tienen la opción de trabajar o no.

Los teóricos de la eficiencia coinciden a la hora de defender que todos los trabajadores que busquen empleo durante una recesión podrán encontrarlo, aunque también sostienen que algunos –como aquel contable– estarán infrautilizados y, por lo tanto, no maximizarán su valor para la economía. Como taxista, el hombre del ejemplo sigue siendo un contable involuntariamente desempleado; cuando la demanda recupere un nivel normal, volverá a su ocupación más productiva y eficiente, la contabilidad. Así pues, hay diferencias fundamentales en las ideas sobre la capacidad de ajuste de los mercados entre los economistas keynesianos y los clásicos.

Realidad clásica

John Maynard Keynes seguramente habría estado de acuerdo con el premio Nobel estadounidense Joseph Stiglitz, quien afirmó que durante la Gran Depresión la cuarta parte de los desempleados de Chicago se podría decir que escogieron permanecer sin empleo, ya que podrían haber emigrado a California para recoger fruta como tantos millones de desempleados hicieron. Sin embargo, Stiglitz añadía que aquello representaba un gigantesco fracaso del mercado, y que si la teoría clásica sostiene que no puede hacerse otra cosa que compadecer a los desempleados por su mala suerte, es mejor prescindir de dicha teoría.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento del libro: “El libro de economía”

El libro de economía

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