No cierres los ojos Akal

Hank contó el fajo de dinero. Había muchísima pasta: ciento cincuenta billetes nuevecitos de diez dólares. Sus ojos amarillos escrutaron fríamente a Jackson.

– Así que me das quince de cien, ¿no?

Le gustaba hacer las cosas bien hechas. Estaban allí estrictamente de negocios.

Era un tipo bajito y atildado, con la cara morena y llena de manchas y el pelo ralo pero bien arreglado. Parecía metido en negocios.

– En efecto -dijo Jackson-. Mil quinientos dólares.

Jackson también estaba allí estrictamente de negocios.

Jackson era un negro gordinflón con unas encías moradas y unos dientes blancos como perlas que parecían hechos para reír. Pero Jackson no se reía. Aquello era demasiado serio para que Jackson se riera. Tenía sólo veintiocho años, pero la gravedad del negocio parecía cargarle con diez más.

Así comienza Por amor a Imabelle.

¿Conoces la Novela Negra de Akal?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *