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La gran trilogía de El padrino de Francis Ford Coppola cumple este 15 de marzo cuarenta años. Con motivo de esta celebración, recuperamos parte del artículo de Peter Bondanella en Historia mundial del cine: Estados Unidos I sobre la película:

Retorno y superación de los estereotipos: El padrino.

Con su fenomenal trilogía sobre los inmigrantes italoamericanos, dedicada a la saga de toda una dinastía de gánsteres –El padrino (1972), El padrino. Parte II ( 1974), El padrino. Parte III (1990)–, Francis Ford Coppola eleva el género gansteril a los máximos niveles del arte dramático. Desde siempre uno de los directores más audaces de Hollywood, y constantemente al borde del fracaso por sus valientes elecciones artísticas, Coppola salva literalmente a la Paramount Pictures y a buena parte de Hollywood con la primera película de la trilogía. Raramente un número tan elevado de grandes intérpretes se combina con el éxito comercial: no solo Marlon Brando, en el papel de don Vito Corleone, fundador de la dinastía, entra en la historia del cine, sino que prácticamente todos los que participan en la película –de Robert Duvall a Robert de Niro, de Talia Shire a Al Pacino, de James Caan a Diane Keaton– se convierten en estrellas de la noche a la mañana.

Notable desde todos los puntos de vista, El padrino genera incluso una criatura rarísima: una continuación mejor que el modelo, El padrino. Parte II. Las dos películas tienen éxito porque se basan en la experiencia de un inmigrante italoamericano para reconstruir de forma épica la historia de Estados Unidos en el siglo XX. A pesar de que la mayor parte de los personajes son gánsteres despiadados, autores de docenas de homicidios, la representación que Coppola proporciona de su universo moral revela al público una dimensión casi homérica de su mundo. Se trata de un universo basado en pocas reglas simples, que componen un código de honor de tipo arcaico, cuya infracción no puede sino conllevar la extrema consecuencia de la muerte. Coppola consigue elevar el género al nivel de tragedia ilustrando los varios modos en que los mafiosos italoamericanos se crean y protegen, gracias a una rica red de relaciones «familiares». Por otra parte, sostiene sin medias tintas que, en Estados Unidos, otras muchas modalidades legítimas de alcanzar el poder, se trate de una carrera política o en los negocios, se basan, en definitiva, en las mismas dinámicas despiadadas vigentes entre el crimen organizado.

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El éxito artístico y comercial (de las dos primeras películas) deriva en gran parte del hecho de que Coppola puede contar con un reparto perfecto, un guion preciso y técnicos de altísimo nivel, entre los que recordamos a Nino Rota que, con su maravilloso tema musical, añade nueva fama a la que ya le ha reportado la música compuesta para las películas de Fellini. Entre los aspectos más interesantes del trabajo de Coppola es preciso recordar la reconstrucción parcial, en ambas películas, de la Little Italy neoyorquina y el montaje cruzado que acerca Little Italy y Corleone, lugar de nacimiento del «padrino». Además de narrar una historia fascinante, Coppola ilustra en términos precisos y profundos el nacimiento y el desarrollo del crimen organizado en Estados Unidos a partir de sus orígenes italianos; explicaciones de tipo comprensivo, que van más allá de la visión unidimensional del gánster como asesino puro y duro, para mostrar la complejidad de individuos empeñados en gobernar un imperio turbulento constituido por la familia, entendida en la acepción mafiosa, más que en sentido literal. En las películas de Coppola encuentra, asimismo, lugar un gran número de elementos importantes y significativos del estilo de vida italoamericano, partiendo del catolicismo. Es, por lo tanto, casi inevitable que, en ambas películas, en el momento culminante del rendimiento de cuentas, la celebración de una misa, o de otra ceremonia religiosa católica, se intercale con escenas de homicidios.

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Para millones de estadounidenses «medios», conmovidos por la trágica parábola de la familia Corleone, que de la miseria de la inmigración llega al poder y la riqueza, pero que concluye, en la última imagen de la trilogía, con un Michael Corleone solo y moribundo, obligado a despedirse del sueño americano para proteger a su familia, El padrino libera el estereotipo que se remonta a Hampa dorada, y a muchas otras películas sobre el gansterismo, sustituyendo la «vieja» imagen del gánster italoamericano por la de un personaje bastante más facetado, de más carga emocional .

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