El 18 de marzo de 1871, hace hoy 154 años, comenzaba en París un movimiento insurreccional que gobernó poco más de dos meses la capital de Francia y que sería el primer experimento de socialismo autogestionario. Para los socialistas marxistas, la Comuna de París fue la primera dictadura del proletariado de la historia, puesto que fue el primer ejemplo concreto en el que el Estado es tomado por el proletariado.
La Comuna de París terminaría convirtiéndose en uno de los hitos casi fundacionales del movimiento obrero europeo.
Y, como señalan los investigadores, fue la inspiración de numerosos intentos comunistas y proletarios que a lo largo del siglo XX intentaron «tomar el cielo por asalto», como lo hicieron los comuneros parisinos entre marzo y mayo de 1871.
Además de una de las principales cartas de presentación de las ideas de un alemán obstinado, vilipendiado y venerado como Karl Marx.
La Comuna surge como efecto de la crisis social y económica posterior a la guerra entre el Imperio francés y el Reino Prusiano que precipitaría el fin del gobierno de Napoleón III.
Como colofón de aquel choque bélico, Prusia llegó a ocupar París durante cuatro meses, exaltando los ánimos de los rebeldes locales que tomarían el ayuntamiento de la ciudad pocos meses después.
Mientras fue controlada por los sublevados, se emitieron decretos de autogestión en fábricas y diferentes políticas sociales consideradas muy avanzadas para su tiempo.
Sin embargo, la aventura revolucionaria no resistió más de 71 días y concluyó con la famosa «semana sangrienta» a manos del gobierno francés.
La historia la conforman el relato de los acontecimientos, pero también el análisis y la interpretación de estos. Sobre esto segundo, el libro La Comuna de París nos proporciona el análisis más privilegiado que podamos imaginar sobre esa rebelión. Se trata de una recopilación de textos de Karl Marx, Friedrich Engels, Vladímir Ilich Lenin.
De Marx tenemos el “Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871. A todos los miembros de la Asociación en Europa y los Estados Unidos”. Este manifiesto termina recordando que “El París de los obreros, con su Comuna, será eternamente ensalzado como heraldo glorioso de una nueva sociedad. Sus mártires tienen su santuario en el gran corazón de la clase obrera. Y a sus exterminadores la historia los ha clavado ya en una picota eterna, de la que no lograrán redimirlos todas las preces de su clerigalla”.
Por su parte, el texto de Engels es la “Introducción a la edición alemana de La guerra civil en Francia, publicada en 1891”. Para él, el experimento de la Comuna de París es un avance, una premonición, de lo que luego sucederá en Rusia: “Últimamente, las palabras «dictadura del proletariado» han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”.
También Lenin, en su texto “Las enseñanzas de la Comuna”, recurre a paralelismos con Rusia, en especial con el levantamiento decembrista de 1825: “Y pese a la gran diferencia que había entre los objetivos y las tareas de la revolución rusa y los de la francesa de 1871, el proletariado ruso tuvo que recurrir al mismo método de lucha que la Comuna fue la primera en utilizar: la guerra civil. Al tener en cuenta las enseñanzas de la Comuna, sabía que el proletariado no debe despreciar los medios pacíficos de lucha –que sirven a sus corrientes intereses de cada día y son indispensables en el periodo preparatorio de la revolución–, pero jamás debe olvidar que, en determinadas condiciones, la lucha de clases toma la forma de lucha armada y de guerra civil; hay momentos en que los intereses del proletariado exigen el exterminio implacable de los enemigos en francos choques armados. El proletariado francés lo demostró por primera vez en la Comuna, y el proletariado ruso lo confirmó brillantemente en la insurrección de diciembre”.
Dos textos más se añaden a esta obra recopilatoria. “Cartas a Kugelmann”, dos cartas escritas por Marx a Ludwig Kugelmann, un médico alemán, amigo y confidente de Karl Marx y de Friedrich Engels. Kugelmann mantuvo una extensa relación epistolar con Marx, la cual solo fue hecha pública después de su muerte. En ella Marx vuelve a destacar la importancia histórica de La Comuna de París.
Por último, tenemos “En memoria de la Comuna”, de Lenin. Con motivo de los cuarenta años de La Comuna, el líder de la revolución rusa escribe: “Como combatiente de vanguardia de la revolución social, la Comuna se ha ganado la simpatía en todos los lugares donde sufre y lucha el proletariado. La epopeya de su vida y de su muerte, el ejemplo de un gobierno obrero que conquistó y retuvo en sus manos durante más de dos meses la Capital del mundo, el espectáculo de la heroica lucha del proletariado y de sus sufrimientos después de la derrota, todo esto ha levantado la moral de millones de obreros, alentando sus esperanzas y ganado sus simpatías para el socialismo. El tronar de los cañones de París ha despertado de su sueño profundo a las capas más atrasadas del proletariado y ha dado en todas partes un impulso a la propaganda socialista revolucionaria. Por eso no ha muerto la causa de la Comuna, por eso sigue viviendo hasta hoy día en cada uno de nosotros”.
Si conocer la historia es fundamental para analizar el presente, interpretarla todavía es más importante, porque supone pasar los fríos acontecimientos por el tamiz del pensamiento y la reflexión de los analistas. Si esos pensadores son Marx, Engels y Lenin, y el acontecimiento histórico es La Comuna de París, el resultado no puede ser más brillante. Nuestro mejor homenaje a aquellos hombres y mujeres parisinos que se levantaron para buscar a tientas un nueva sociedad, más justa e igualitaria, es leer su proeza y su martirio, pero también conocer las claves de aquella insurrección.