Pascual Serrano
Rafael Poch-de-Feliu fue veinte años corresponsal de La Vanguardia en Moscú y Pekín, nueve en Berlín y en la Europa del Este, antes y después de la caída del muro, y colaborador de Le Monde Diplomatique y de la revista Du Shu de Pekín, entre otras.
Los que leímos su libro Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento, escrito antes de la guerra de Ucrania, pudimos comprender muchas de las razones y circunstancias que provocaron esa guerra. Durante estos tres años de conflicto Poch ha ido explicando a quien le ha querido escuchar y leer las claves geopolíticas de esa guerra. Ahora, con la llegada de Trump y los nuevos vientos favorables a una salida diplomática, hemos querido sabe su opinión sobre la Administración estadounidense, el desarrollo de la guerra de Ucrania y el papel de Europa.
¿A qué crees que obedece el cambio de Trump respecto a Biden sobre Ucrania?
Con seis semanas en la Casa Blanca, hemos asistido a una efectista serie de declaraciones en materia de cambio de prioridades, desde Groenlandia, aranceles contra todos y el proyecto genocida-inmobiliario en Gaza. De todo ello lo más concreto es el deseo de negociar la paz en Ucrania. Eso abre una clara ventana de oportunidad para acabar con el conflicto, pero Trump puede ser una anomalía pasajera. En el Kremlin deben preguntarse hasta qué punto es firme esa oportunidad.
Tras décadas de deslocalización y desindustrialización en busca del máximo beneficio cortoplacista, la dependencia de la economía de Estados Unidos de sus suministradores es grande. Los castigos arancelarios anunciados pueden crear rupturas y carestías. El mundo ya conoció, en la Rusia de Boris Yeltsin de los años noventa, grandes promesas de “volver a hacer grande” el país saldadas con un fenomenal desbarajuste.
En los inicios de Trump, el Presidente -que recordemos que sufrió dos atentados durante la campaña electoral – tiene a su favor la inercia del shock que provoca el anuncio de su política entre sus adversarios en Estados Unidos y en Europa, pero su posición está lejos de ser firme. Su mayoría en el Congreso es exigua, de solo tres votos. En el dossier ucraniano, todo el partido demócrata y parte del republicano no sintonizan con el giro hacia un acuerdo con Rusia. En el probable caso de que la economía se le tuerza, Trump perderá en dos años la mayoría en las elecciones de “midterm” y recibirá la suma de la energía opositora que ya se está gestando contra él. Desconocemos también cuanto durará la unidad en su bizarro equipo, formado por criterios de fidelidad. La Europa partidaria de la guerra podría sumarse a esa presión opositora. Esa es la principal incertidumbre.
Nadie puede garantizar que el siguiente presidente de Estados Unidos se parezca más a Joe Biden que a Donald Trump. Ese escenario de “paréntesis anómalo” en Washington, puede ser la esperanza de futuro de los ineptos dirigentes europeos que buscan en la continuidad de la guerra una loca salida a su debacle.
¿Cómo explicas la posición tan diferente de muchos países europeos?
La elite política europea está caracterizada por la ineptitud. En casi su totalidad se trata de gente que durante décadas externalizó a Estados Unidos la función de pensar políticamente, adoptando el infantilismo político, el narcisismo y la arrogancia de unos “principios y valores” que, desde luego, la Unión Europea no encarna, practicando una política basada en la imagen, y creyéndose su propia propaganda mediática sobre el motivo y origen del conflicto de Ucrania, a saber: el deseo de un malvado dictador de ampliar su imperio y recrear una especie de URSS.
La Unión Europea no puede resolver un conflicto cuyos motivos no entiende. Es incapaz, por tanto, de negociar, porque desconoce sus propios intereses: no los ha formulado, limitándose a seguir los de Estados Unidos, que ahora gira y la deja en la estacada.
Europa no quiere acabar la guerra de Ucrania, porque su burocracia oligárquica ha encontrado en la confrontación con Rusia la fórmula para consolidar su poder, su razón de ser. Este cúmulo de circunstancias explica su actual despropósito: pretender ganar sin Estados Unidos una guerra, que en su actual estado ha perdido con Estados Unidos.
¿De dónde van a salir los 800.000 millones anunciados para el rearme? Alemania su principal potencia está en puertas de otro año de recesión. ¿De dónde saldrán los hombres dispuestos a morir en la enésima cruzada de la historia europea contra Rusia? Sus principales potencias militares, Inglaterra, Alemania y Francia, disponen cada una de ellas de menos de una decena de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles, pero para cubrir mínimamente el espacio ucraniano (ciudades e industrias clave) en la época soviética se disponían allí de centenares de ellos. Es solo un ejemplo. Es verdad que los presupuestos de defensa combinados de los estados europeos suman cifras enormes, bien superiores a las de Rusia, pero eso no cambia la realidad de un mosaico operativamente incoherente de retazos de diferentes sistemas de armas, como ha demostrado la estrategia militar occidental en Ucrania.
Respecto a la invocada “invasión rusa de Europa” es una fantasía. Choca con la propia realidad del lento y penoso avance militar ruso en Ucrania y con la propia narrativa europea. Durante años, la UE ha mantenido que la inclusión de Ucrania en la OTAN es la garantía de seguridad, porque Rusia no se atrevería a atacar a la OTAN, pero al mismo tiempo se afirma esa posibilidad al agitar el “que vienen los rusos”.
Lo que deberían hacer los políticos europeos es abrir su propia negociación con Rusia en lugar de mendigar un puesto en la mesa de Trump. Antes deberían reconocer que la única “garantía de seguridad” de Ucrania es su neutralidad. Seguramente es pedirles demasiado.
¿Y el caso de la izquierda española? También parece que lo del No a la OTAN o No a la guerra, se ha quedado para otros tiempos.
Por estar en el gobierno se paga un peaje y una servidumbre. Eso lo entiende todo el mundo. Pero hay que procurar no perder lo esencial por el camino. La izquierda puede debatir y discrepar sobre el nivel de responsabilidad de las elites de Rusia, de Ucrania y de la OTAN en este conflicto, pero antes hay que entender de qué va esa guerra, cuales son sus motivos y antecedentes.
No se puede bajo ningún concepto apoyar el envío de armas a lo que es una guerra de procuración de Occidente contra Rusia en suelo ucraniano. Ser de izquierdas pasa por estar contra la guerra y las políticas económicas que perjudican a la mayoría social.
En tu libro Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento, se aportan claves para comprender que la sociedad rusa apoyase las posiciones firmes de Putin ante Occidente. Han pasado tres años de guerra con Ucrania, ¿cómo crees que se encuentra el apoyo ciudadano a Putin?
La guerra de Ucrania es un fracaso manifiesto de las elites de Rusia y Ucrania. El régimen ruso ha utilizado la guerra para consolidarse. El apoyo al Presidente Putin ha aumentado, aunque el entusiasmo por la guerra sea escaso. Azuzados por la penetración occidental en el país, los dirigentes de Kiev traicionaron la mayoritaria opción de su población por la neutralidad de Ucrania, que era la clave de su soberanía e integridad territorial.
En esta guerra no hay bandos inocentes, pero las responsabilidades no son parejas. Esta guerra es muchas cosas. Es un recurso del régimen ruso para hacerse respetar en el mundo. Es una imposición de una identidad ucraniana hostil a Rusia sobre otra rusofila. Y es el resultado de construir una seguridad europea primero sin Rusia y luego contra Rusia. Sin este tercer aspecto, lo demás no se habría producido.
La población rusa, como la ucraniana y la europea en general quiere parar esta guerra con negociaciones. Eso está bien reflejado en todo tipo de encuestas. Pero los gobernantes pisotean esa voluntad. Mi simpatía está con las víctimas de esta guerra, con los cientos de miles de soldados muertos, con sus viudas y huérfanos. También con los encarcelados y represaliados por antibelicismo, unos 800 en Rusia, y entre 10.000 y 15.000 en Ucrania por “traición”, “colaboracionismo” o “simpatías con la agresión rusa”. Sin olvidar a los desertores en ambos países que huyen de la perspectiva de morir por la patria.
¿Cómo acabará Ucrania y cómo crees que quedará la OTAN después de todo esto?
El propio Zelenski reconoce que sin la ayuda militar americana, “las posibilidades de supervivencia de Ucrania son muy reducidas”. El posible colapso del frente y del ejército comportará el colapso del régimen. Del mero seguimiento de la prensa ucraniana se desprenden desde hace meses evidentes tensiones y rivalidades entre dirigentes. El jefe de la inteligencia militar, Kiril Budanov, un hombre de la CIA, está enfrentado con el jefe de la administración presidencial y mano derecha de Zelenski, Andri Yermak. Hay rumores de destitución de Budanov, que en enero dijo en una reunión parlamentaria a puerta cerrada que si no habían negociaciones de paz pronto el país se iría al garete.
El jefe del grupo parlamentario del partido del presidente, David Arajamiya, también está peleado con la administración presidencial que le quiere relevar del cargo. Arajamiya fue quien confirmó que en las negociaciones de marzo/abril de 2022 en Estambul había un acuerdo de paz ya preparado que fue echado para atrás por la presión occidental. El ex jefe del ejército Valeri Zaluzhni, al que Zelenski destituyó y envió de embajador a Londres por ser más popular que él, tiene ambiciones y mantiene contacto con el ex Presidente Petró Poroshenko, otro rival de Zelenski al que éste ha represaliado. La negativa actitud de Trump hacia Zelenski y sus sugerencias directas de que el presidente no es capaz de negociar la paz, no hacen más que reavivar estas tensiones y disputas por el poder en el interior del régimen de Kiev.
¿Sobreviviría la integridad territorial de lo que quede de Ucrania a ese posible colapso del régimen? La pregunta es razonable.
También hay que preguntarse sobre qué significa una victoria para Rusia.
Respecto a la OTAN, es difícil imaginar que se realice lo que dice el colaborador presidencial Elon Musk de que Estados Unidos se vaya de esa misma OTAN que el secretario de defensa, Pete Hegseth, quiere “más fuerte y letal”. Aún menos creíble es que Washington abandone Europa, pieza fundamental de la proyección del poder americano en el mundo.
Lo que me parece más plausible dentro de la economía de esfuerzos en Europa para encauzarlos contra China que apunta Trump es algún acuerdo por el que Moscú retire sus tropas de Bielorrusia, a cambio de una retirada de tropas americanas de Europa del Este, pero no de Alemania, así como una retirada mutua de misiles de medio alcance de ambos espacios.