[El texto comienza en Friedrich Engels. Karl Kautsky (1 de 7)]
EL SOCIALISTA | 6 de septiembre de 1895, n.º 496 | Karl Kautsky
En Mánchester, Engels se consagró a sus estudios al mismo tiempo que a su negocio. Estudió, sobre todo, la historia de la guerra y la de las ciencias militares; la necesidad de este estudio se la hizo comprender la campaña de 1849, sirviéndole de base práctica su servicio de un año como voluntario de artillería. También se dedicó al estudio de la Filología comparada –su ciencia favorita siempre– y al de las ciencias naturaleza.
Durante la guerra italiana de 1859 publicó anónimamente el folleto militar El Po y el Rin, en que por un lado combatía la teoría austriaca de que había que defender el Rin en el Po, u por otro atacaba a los liberales prusianos, «pequeños alemanes», que veían con júbilo la derrota de Austria, sin comprender que Bonaparte era el enemigo común. Después de la guerra apareció otro folleto, Saboya, Niza y el Rin, cuyo contenido era semejante al de aquel. Durante el conflicto militar prusiano (1865) publicó otro panfleto, La cuestión militar prusiana y el Partido Obrero, en el que fustigó a liberales y progresistas por sus contradicciones y componendas, y manifestó que para la cuestión militar, como para todas las cuestiones importantes, solo el Partido Obrero podía dar una verdadera solución. Durante la guerra franco-alemana escribió una serie de artículos critico-militares en la Pall Mall Gacette, de Londres, en la cual estuvo tan acertado que el 25 de agosto ya preveía la batalla de Sedán (2 de septiembre) y el aniquilamiento del ejército francés.
División del trabajo
Si hasta entonces ya había habido entre Marx y Engels, para sus estudios, cierta división del trabajo, se completó después del establecimiento de Engels en Londres (1870). Mientras Marx seguía completando la teoría que ambos habían descubierto para presentarla de una manera sistemática al mundo científico, Engels se encargó por una parte de representar esa teoría en la polémica frente a los contradictores que valieran la pena, y por otra de estudiar a la luz de esta teoría las grandes cuestiones de actualidad y establecer respecto de ellas la posición del proletariado. Por supuesto, que esa división del trabajo no tenía nada de pedantesca. A menudo trabajaban juntos y siempre cambiaban entre ellos sus ideas.
Varias veces el mismo Engels ha manifestado cómo consideraba él su situación respecto de Marx en sus relaciones científicas. En su prólogo a la segunda edición de su libro La revolución de la ciencia por el dr. Dühring, dice:
«Como las opiniones presentadas en este libro han sido fundadas y desarrolladas casi totalmente por Marx, y solo en su menor parte por mí, convinimos en que esta exposición mía tendría su aprobación. Antes de la impresión he leído ante él el manuscrito entero, y el capítulo X de la sección de Economía ha sido escrito por Marx y solo abreviado por mí, debido a circunstancias especiales que son de lamentar. Siempre fue, además, costumbre nuestra ayudarnos recíprocamente en los ramos especiales».
A la mencionada división del trabajo hay que atribuir principalmente que mientras los estudios de Marx se concentraron en una gran obra, El capital, el resultado de las investigaciones de Engels está desparramado en numerosos escritos, casi todos pequeños. Pero a eso también se debe que mientras muchos se quejan de no entender a Marx y leen más sobre El capital que este libro mismo, Engels es el maestro de la exposición popular, sus obras son leídas por todos los proletarios que piensan, y la mayoría de los que se ocupan de socialismo han sacado de ellas el conocimiento y comprensión de la teoría Marx-Engels.
Y, a propósito de esto, una pequeña observación. La mayor parte de nuestros amigos, desde que llegan a comprender que el socialismo no es asunto sentimental, sino una ciencia, para entender la cual no basta buena voluntad, sino también cierta dosis de conocimientos, se arrojan llenos de entusiasmo sobre El capital, tratan de meter el diente a la teoría del valor, y ahí se quedan. Obtendrían un resultado muy diferente si empezaran con los folletos de Engels, y después de haberlos estudiado a fondo, tomaran El capital.
La mayor parte de los escritos de Engels son escritos de ocasión; pero el valor de ellos no es efímero como las circunstancias que han determinado su aparición. Algunos de esos escritos conservan su valor para nosotros por caracterizar claramente el momento histórico que los ha ocasionada, y más aún si nos encontramos en un momento semejante. Así, por ejemplo, su El aguardiente prusiano en el Parlamento alemán es hoy más importante aún que en 1876, cuando Engels publicó en el Volkstaat los artículos que llevan ese títulos, artículos que también han aparecido, impresos separadamente. Y el folleto sobre los bakunistas en acción, que explica los motines anarquistas de España en 1873, es para nosotros, los austriacos, muy digno de estudio.
Los otros escritos de Engels son, en su mayor parte, de polémica; pero la polémica le da ocasión para desarrollo positivo de las diferentes fases de su propia teoría.
Por eso no han envejecido, como lo prueba bien el hecho de que todavía hoy se hacen nuevas ediciones de ellos. Esto es lo que pasa, entre otros, con La cuestión de la habitación, polémica contra el pequeño burgués prudhoniano Mülberger, de quien se deben acordar todavía los antiguos austriacos. Ese trabajo apareció por primera vez en 1872, en el Volkstaat en una serie de artículos, y después fue impreso separadamente. La Librería Popular de Zúrich acaba de editarlo de nuevo con un prólogo que trata del moderno desarrollo industrial de Alemania, que da interés a la segunda edición aún para los que tienen la primera.
En 1875 apareció también impreso separadamente del Volkstaat el folleto Algo social sobre Rusia, polémica contra el bakunista Tkatschkoff, que establece la posición del moderno socialismo científico respecto de la organización y de la situación del pueblo ruso. Es, sobre todo, interesante lo que dice Engels acerca de las arteli (Asociaciones primitivas), el comunismo comunal ruso y la importancia de esas instituciones para el socialismo. Desgraciadamente, no ha aparecido una segunda edición de ese folleto, aunque la primera está agotada hace tiempo.
Polémica contra Dühring
Dos años después publicó Engels su polémica contra Dühring. Fue un año antes de que se promulgara la ley contra los socialistas. Una parte de la Democracia Socialista alemana se mecía en las más atrevidas ilusiones. Lo más difícil parecía estar hecho, y muchos, viendo llegar el día en que una mayoría democrática socialista iba a obtener del Parlamento la creación del «Estado socialista», se devanaban los sesos respecto al modo de hacer esa transformación lo más sencilla y menos dolorosamente posible. La Democracia Socialista era el sol naciente, y a ella iba, no solo el proletariado, sino también toda una multitud de descontentos de las clases poseedoras, genios desconocidos que esperaban encontrar en los obreros el aplauso que la burguesía les negaba, antibakunistas, partidarios de la medicina natural, literatos de todas clases, Schäffles y comparsa. Era difícil distinguir esas gentes de los elementos burgueses que venían a nosotros realmente interesados por el proletariado y no por puro despecho contra la burguesía. Todos esos recién venidos eran recibidos con alegría por una parte de los compañeros, sobre todo por los jóvenes inexpertos. No cabía duda; cuando los profesores y los doctores se convertían a la Democracia socialista debía estar esta muy cerca el triunfo.
Pero los señores profesores y doctores no tenían en manera alguna intención de romper con la burguesía. Lo que querían era valerse de la Democracia Socialista para hacer un papel; servirse de ella para obtener el respeto de la burguesía. Para ellos se trataba, pues, ante todo, de hacer respetables a la Democracia Socialista, de quitarle su carácter proletario.
Era necesario oponerse a esos elementos ideólogos burgueses, pues de esa manera empezaban a adquirir influencia sobre la Democracia Socialista. Uno de los de más dotes naturales y de los más sobresalientes de esos socialistas de salón era indiscutiblemente el privatdozent berlinés Eugen Dühring, hombre de grandes facultades intelectuales, que hubiera podido realizar mayores obras si hubiera tenido un poco más de espíritu autocrítico de Marx y Engels, y menos del mal hereditario en los literatos alemanes, el delirio de grandezas. El señor Dühring creyó, por ejemplo, que su genio le dispensaba de la necesidad de estudiar a fondo las cosas sobre que filosofaba. Menos filisteo y atrevido que Schäffle, comenzaba a ejercer en Berlín un gran influjo en el Partido, sobre todo entre el elemento joven. No era un adversario despreciable, y por eso miembros autorizados del Partido pidieron a Engels que le saliera personalmente al encuentro para demostrar la vaciedad de su filosofía y hacer resaltar al mismo tiempo el carácter de nuestro movimiento.
[El texto continúa en Friedrich Engels. Karl Kautsky (5 de 7)]