Durante el periodo comprendido entre 1750 y 1900, toda Europa se dispuso a conquistar tanto la salud privada como la pública. En este desarrollo intervinieron varios procesos que confluyeron en la revolución de la medicina y la higiene: los descubrimientos realizados en las ciencias, el cambio de actitud respecto de la enfermedad y de los médicos y los desafíos sociales que entrañó la Revolución industrial sin olvidar los conflictos derivados de la persistencia de las grandes epidemias.
Como el resto de las ciencias, la medicina es hija de su tiempo. Lejos de evolucionar de manera aislada, es generada por un entorno no solamente científico y cultural, sino también social, económico y político. Y recíprocamente, por sus repercusiones sobre la vida de los hombres (por ejemplo, demográficas, pero también filosóficas y de comportamiento), refleja, marca, e incluso afecta a las grandes etapas de la evolución de las civilizaciones.
El siglo XIX europeo, estimulado por la filosofía de las Luces de la segunda mitad del siglo XVIII, estará marcado por descubrimientos fundamentales que revolucionarán, primero, el conocimiento médico y, luego, paulatinamente, la práctica de la medicina; mientras que, por otro lado, la actitud de las poblaciones hacia el médico y la enfermedad, influida sin duda por este contexto, desempeñará también, en el otro extremo de la cadena, un cometido fundamental en el progreso médico: la expresión de nuevas expectativas, incluso de exigencias debidas a una nueva concepción de la existencia en la cual la salud y la enfermedad no son ya percibidas con el fatalismo de antaño, da a la motivación social una fuerza comparable, quizá incluso superior, a la sola especulación científica en este proceso.
Europa se encuentra por entonces a la cabeza de la ciencia médica, la cual no puede estudiarse a partir de un solo país. La comunidad científica es internacional, se entablan vínculos a través del espacio europeo y también mundial, experiencias y conocimientos circulan más allá de las fronteras. De este inmenso vivero emergerán los genios que con sus descubrimientos darán los impulsos fundamentales para el desarrollo de la ciencia médica; descubrimientos que, por cierto, no salieron ex nihilo de su tubo de ensayo o probeta, sino que fueron a menudo el fruto maduro de trabajos anteriores o simultáneos de investigadores cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros.
Medicina y salud en Europa, desde el siglo de las Luces hasta los albores del siglo XX
El tema debe ser aprehendido simultáneamente en el tiempo y el espacio. Doble dificultad: no hay «una» medicina de la época de la Ilustración al igual que no hay «una» medicina del siglo XIX, aunque las diferencias se articulen en torno de un tronco común que queda por definir, y Europa no solo no es una unidad, sino que sufrirá en el curso de este periodo profundas transformaciones geopolíticas.
Partiendo de la constelación de soberanías desperdigadas del siglo XVIII, zarandeadas por la epopeya napoleónica que obligó a remodelar Europa en 1815, las unificaciones del siglo XIX trazarán las fronteras de grandes Estados centralizados. Así, los aproximadamente 350 Estados alemanes del Antiguo Régimen darán lugar a la Alemania de Bismarck y Guillermo II. Sin contar los cambios de soberanía donde se verá –entre otros muchos ejemplos– a Bélgica nacer en la encrucijada de las influencias austriaca, francesa y holandesa; a Grecia bascular del Oriente Próximo a Europa pasando de la dominación otomana a la independencia bajo unas monarquías surgidas de viejas dinastías extranjeras, y aun a Italia lograr su unidad sacudiéndose el yugo de los Habsburgo y los Borbones.
Mientras que las guerras y las diplomacias deshacen para reconstruir, la evolución demográfica y económica, en particular con la Revolución industrial, desembocará en nuevos envites que exigirán la participación de los Estados en la implantación de políticas sociales y sanitarias. En todo este embrollo, la medicina y las políticas de sanidad deberán acompañar y adaptarse, cargadas con las influencias del pasado político de los pueblos a los que conciernen, y marcadas por rupturas y continuidades.
En el marco de esta breve obra, desenredar tal madeja parece imposible. Y si decimos «Europa», habrá que hacer alguna selección. Los países motores en este terreno de la medicina en el periodo considerado, a saber, Francia, Alemania y Gran Bretaña, serán, pues, tratados con mayor profundidad, pero no nos limitaremos a ellos: Austria, Bélgica, Suiza, España, Italia, Grecia, como también simples regiones, o incluso ciudades de otros países según la documentación que se presente al caso, vendrán a ilustrar en un momento u otro los diferentes modelos puestos de relieve a partir de nuestros ejemplos de base, ya sea para confirmarlos, invalidarlos o únicamente matizarlos. Y en el otro extremo de Europa, ocupando el lugar de ejemplo límite, la Rusia autócrata, en su singularidad, aparecerá como contrapunto.
Profesionalización de la medicina y políticas de sanidad pública
Tras evocar brevemente las principales etapas del desarrollo de la ciencia médica, este ensayo se organizará alrededor de dos grandes temas tratados separadamente a pesar de sus inevitables interferencias.
En primer lugar, será abordada la cuestión de la profesionalización de los médicos, cuyos criterios ideales son: una sólida formación científica, un estatus social elevado, la autonomía profesional y la libertad de acción, y finalmente el monopolio en el mercado de los servicios médicos. Así pues, analizaremos los diversos sistemas de formación médica y su evolución, las condiciones concretas de la práctica médica cotidiana, la lucha de los prácticos (aquel que practica la medicina, con o sin título académico para su ejercicio) por mejorar su estatus y, como corolario, sus relaciones con el Estado y su compromiso en la lucha contra la medicina «ilegal».
En segundo lugar, nos centraremos en el nacimiento de las políticas de sanidad pública a través, en un primer momento, del fenómeno hospitalario, es decir, del paso del hospital-hospicio al hospital para enfermos con su función de escuela clínica –ligada o no a las universidades– y, poco después, al nacimiento del hospital-laboratorio, como movimiento conducente a la especialización de los centros, con una atención particular dirigida al nacimiento del hospital psiquiátrico.
Y, en el centro mismo de la institución, seguiremos el desarrollo del personal hospitalario en todos los niveles de la jerarquía, con la evolución del papel de las instancias médicas en el seno de los centros, la sustitución del personal sanitario religioso por enfermeros laicos y la diversidad de las relaciones entre el hospital y el Estado en los distintos países.
Tras esto, en la prolongación de la cuestión hospitalaria, veremos cómo muchos Estados, impulsados por motivaciones mercantilistas y tendentes a favorecer el crecimiento de la población, e incluso disciplinarias y policiales, lograrán dotarse de sistemas destinados a proteger a sus ciudadanos de un total abandono terapéutico.
Veremos también cómo surgirá la noción de prevención, cuyas implicaciones en los planos médico y sanitario pasarán en un principio por la protección del nacimiento y de la primera infancia gracias a la profesionalización de las comadronas y a la vacunación contra la viruela. En tanto que, a causa de la calamidad epidémica de este siglo que representó el cólera –cuyas consecuencias, sin embargo, fueron en mayor medida políticas y sociales que médicas–, la higiene movilizará tanto a médicos como a pensadores y estadistas, cuyos esfuerzos comenzarán a dar sus frutos en los albores del siglo XX.
La conquista de la salud en Europa. 1750-1900 – Calixte Hudemann – Siglo XXI Editores