Cumbres borrascosas

Cumbres borrascosas. Edición anotada

Cumbres borrascosas es un relato contado junto al fuego y la mayor parte de la acción de la novela tiene lugar en interiores. Una forma en la que la naturaleza figura es por medio de la analogía. Lockwood, el urbanita de vacaciones rurales, está más familiarizado con los mendigos que con los majuelos. Esto lo descubrimos porque cuando visita por primera vez las Cumbres, mide «la fuerza del viento del norte, que sopla por la ventana» por «la exagerada inclinación» de los «atrofiados abetos al final de la casa» y por una «fila de finos espinos todos estirando sus ramas en el mismo sentido, como implorando una dádiva del sol». De forma más memorable, los personajes cuyas historias escucha Lockwood revierten este proceso, recurriendo repetidamente a características del paisaje y de la vida animal para conseguir un lenguaje apropiado para expresar la naturaleza de su comprensión y experiencia. Así, Catherine advierte a Isabella de que Heathcliff es «una jungla de aulaga y rocas ígneas»; Heathcliff describe a Edgar como un «lebrato mamón»; y Nelly le dice a Lockwood que la historia de Heathcliff es la de un «cuco» y que Hareton es «como un acentor implume».

Aun así, la naturaleza no es una metáfora en Cumbres borrascosas y la novela siempre ha sido alabada por su capacidad de expresar los atributos de la vida sobrenatural que rodea a los personajes. Nacida y criada en el campo, Brontë nombra las flores y los árboles que crecen en la tierra y los pájaros que vuelan en el cielo, o que anidan, o que caen presa de los humanos y de otras aves. La naturaleza en la novela opera según los principios darwinianos. Descubrimos lo poderosa que es ya en el umbral de la novela, cuando Lockwood es forzado a hacer su camino de vuelta a la Granja de los Tordos desde Cumbres borrascosas tras una peligrosa nevada, un camino que conduce a cuatro semanas de enfermedad. Pero sin importar que la naturaleza sea hostil, imponente, gloriosa o estimulante, o no, sus cambios atmosféricos y de la estación se sienten de todas estas maneras, y más, en la novela; sus estados de ánimo carecen de cualquier intencionalidad que podamos leer como una expresión de voluntad, ni humana ni divina. En este sentido, Brontë se diferencia de Thomas Hardy, un escritor cuyo paisaje de Dorchester figura tan ampliamente en sus novelas como el de Yorkshire en las de ella.

Los animales tienen un papel especialmente crucial en la novela. No hay nada sentimental en la representación que Brontë hace de ellos y sus interacciones entre animales y humanos portan la carga de revelar la naturaleza de ambos. Sobre todo, son importantes los perros para el contraste entre la familia de las Cumbres, donde se los tiene para cazar y guardar, y la familia en la Granja, donde se los tiene también como mascotas. En su primera visita a Cumbres borrascosas, Lockwood intenta golpear a una perra perdiguera de color marrón rojizo que está vigilando a su camada.

Ella gruñe como respuesta y una de las primeras cosas que ve a Heathcliff hacer es darle una patada. En su segunda visita, Lockwood se entretiene provocando a los perros guardianes y estos le atacan. La primera visión que tenemos de la Granja de los Tordos y sus habitantes es cuando, de niños, Heathcliff y Catherine están parados frente a la ventana del salón por fuera observando dentro a Edgar y a Isabella. Edgar está llorando e Isabella está gritando tras discutir por la posesión de un pequeño y peludo perro, quizá el mismo springer spaniel que más adelante Heathcliff colgará con un pañuelo de un gancho de brida. También hay un bulldog en la Granja. Lo conocemos cuando clava los dientes en el tobillo de Catherine mientras que ella y Heathcliff, descubiertos en su espionaje, intentan regresar a Cumbres borrascosas. En esta ocasión, Heathcliff observa que Catherine está calmada y estoica a pesar del dolor. Ella es buena y parecida a los animales y no le guarda ningún rencor al bull-dog, a quien más tarde acaricia como si siempre hubieran sido buenos amigos.

  • Este texto pertenece a la edición anotada de Cumbres borrascosas.

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