No cierres los ojos Akal

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Emilia Pardo Bazán nace el 16 de septiembre de 1851 en A Coruña, la Marineda de sus textos, y desde pequeña se aficiona a la lectura. Curiosa y observadora, la biblioteca paterna le brinda la oportunidad de conocer, muy joven, la picaresca, la novela cervantina, los clásicos grecolatinos y la literatura francesa. Ella misma glosó, años más tarde, este gusto temprano por la literatura y la creación literaria en los Apuntes autobiográficos que publica como prólogo a la primera edición de Los Pazos de Ulloa (1886). En ellos leemos, a propósito de sus primeros versos:

Mi primer recuerdo literario se remonta a una fecha histórica señalada: la terminación de la guerra de África, acontecimiento al que rendí las primicias de mi musa. Lo que los versos serían puede calcularse sabiendo que yo frisaba en los años en que la Iglesia católica concede uso de razón a los parvulitos.

La familia pasa los veranos en Galicia y los inviernos en Madrid, donde Emilia acude a un colegio francés. Escribe versos a escondidas y, también a hurtadillas, lee a Dumas, Sue o Victor Hugo, al que conocerá en París muchos años más tarde, en 1879.

En 1868 contrae matrimonio con José Quiroga, cercano políticamente a posturas carlistas. Juntos se instalan en Santiago, donde José estudia Derecho. La escritora recuerda en sus Apuntes estos acontecimientos, fundamentales en su vida, en paralelo al trascendente momento político que vive España en esas fechas:

Tres acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de Septiembre de 1868

El padre de la escritora, José Pardo Bazán, militante en el partido liberal progresista, es elegido diputado a Cortes por Carballiño (Ourense) y toda la familia se traslada a Madrid. Los atractivos de la vida en la corte son muchos para

[…] la recién casada de dieciséis años, que salía de una vida austera, limitada al trato de familia y amigos graves, al bullicio cortesano y a la sociedad elegante de entonces […], pero que […] prolongándose varios inviernos, empezaron a dejarme en el alma un vacío, un sentimiento de angustia inexplicable, parecido al del que se acuesta la víspera de un lance de honor, y le oprime entre sueños el temor de no despertarse a tiempo para cumplir su deber

En 1873 los conflictos políticos provocan la salida de España del grupo familiar, que viaja por Francia, Inglaterra, Austria e Italia. Emilia aprende inglés para leer en su idioma a Shakespeare y a Byron, y alemán para comprender mejor a Goethe, Schiller o Heine. Se interesa por los románticos italianos, entre ellos Alfieri o Manzoni. En posteriores estancias en París frecuentará a Victor Hugo, a Zola o a los hermanos Goncourt, y conocerá, en francés, las obras de los rusos Tolstoi, Dostoievski o Gogol, entre otros.

De vuelta en España, doña Emilia participa activamente en la vida cultural del país. En 1876 nace su primogénito, Jaime, y consigue la rosa de oro de los Juegos Florales de Ourense tras competir con Concepción Arenal. Un año más tarde comienza a publicar artículos en periódicos de Madrid y al siguiente nace su hija Blanca.

De esa época data su interés por los novelistas españoles de su tiempo:

Prodújome el descubrimiento gran satisfacción y me infundió la idea de probar a escribir también algo novelesco, idea que no se me pasaba por las mientes cuando creía que el busilis de la novela estaba en echar al héroe desde lo alto de un torreón al mar […]. Si la novela se reduce a describir lugares y costumbres que nos son familiares, y caracteres que podemos estudiar en la gente que nos rodea, entonces (pensé yo) puedo atreverme; y puse manos a la obra.

En efecto, en 1879 publica su primera novela: Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina. A partir de ahí, su contribución al panorama literario, incesante hasta su muerte, la convierte en una de las más prolíficas y audaces plumas de las letras españolas de finales del siglo XIX y principios del XX.

Tras el nacimiento en 1880 del tercero de sus hijos, Carmen, se separa discretamente de su marido e, instalada con sus vástagos en Madrid, se dedica intensamente a la literatura. Su obra es ensayística, erudita y de creación: intentos líricos y dramáticos, cuentos y novelas.

A la formación de Emilia Pardo Bazán, tradicional y cristiana, se superpuso, desde muy joven, un innegable interés por la filosofía y la ciencia de su época, lo que la lleva a ser divulgadora del naturalismo, del evolucionismo de Darwin, de la literatura rusa y de la francesa. Así, en 1883 publica La cuestión palpitante, un volumen prologado por Clarín que recoge los artículos aparecidos, un año antes, en La Época. En ellos analiza el naturalismo francés de Zola y sus aportaciones a la narrativa de la época, al tiempo que critica sus excesos y el determinismo subyacente al mismo. Pocos años después, en La Revolución y la novela en Rusia (1887) difunde las innovaciones de los escritores rusos en el ámbito de la novela.

En lo que a su producción novelística se refiere, cabría diferenciar –con las reservas propias de una generalización de este tipo– varias etapas . Desde su primera novela, Pascual López (1879), hasta 1891, en que aparece La piedra angular, se desarrolla su etapa realista/naturalista. La Tribuna (1883), Los Pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887), junto con Insolación y Morriña, ambas de 1889, han sido consideradas las creaciones más destacadas de este periodo. Una nueva fase, que arranca de Una cristiana y La Prueba (1890) y culmina en El niño de Guzmán (1899), se orienta hacia el espiritualismo de fin de siglo. La evolución narrativa de la escritora la conducirá, finalmente, hacia el simbolismo de inspiración pseudo mística, en el que se inscriben Misterio (1902), La Quimera (1903-1905), La sirena negra (1908) o Dulce dueño (1911).

Su obra puede clasificarse, asimismo, de acuerdo con los mundos que recrea. La representación de la Galicia rural, de sus campesinos e hidalgos venidos a menos, se reduce tras la primera etapa. A su lado se desenvuelve la Galicia urbana, la de las clases medias y el proletariado incipiente. De hecho, como ha señalado M. Sotelo a propósito de La Tribuna,

[…] es el primer relato español de protagonismo obrero, y más específicamente femenino […] y ello dota al texto de una significación singular en el último tercio del siglo XIX.

La narrativa de doña Emilia se preocupa de las clases medias, del pueblo y de la aristocracia madrileña, así como de los círculos cosmopolitas parisinos que la autora tan bien conoce, mundos todos ellos que aparecen, además de en sus novelas y ensayos, en un extenso corpus de cuentos que agrupa en colecciones: La dama joven; Cuentos escogidos; Cuentos de Marineda; Cuentos de Navidad; Cuentos Nuevos; Arco Iris; Cuentos de Navidad y Reyes; Cuentos de la Patria; Cuentos de Amor; Cuentos sacro-profanos; En tranvía (cuentos dramáticos); Cuentos antiguos; Cuentos trágicos

En prensa colabora, entre otras publicaciones, con La España Moderna, La Lectura, El Imparcial y Blanco y Negro. Se pone al frente de la dirección de la Revista de Galicia (1880). Con la herencia de su padre, a la muerte de este, crea, dirige y redacta, entre 1891 y 1893, una revista propia: Nuevo Teatro Crítico Universal, en alusión a la obra de Feijoo. Durante más de veinte años (1895- 1916) publica una sección fija (La vida contemporánea) en La Ilustración Artística. Envía también artículos a El Diario de la Marina (La Habana) y a La Nación (Buenos Aires). Prolífica creadora, escribe libros de cocina (La cocina española antigua y La cocina española moderna, ambos de 1913) y libros de viajes, además del novelesco Un viaje de novios (1881) y Por la Europa católica (1902), Mi romería (1888), Al pie de la Torre Eiffel (Crónica de la Exposición) (1889) y Por Francia y Alemania (1890).

En 1884 funda la sociedad El Folklore Gallego y en 1892 la Biblioteca de la Mujer, dedicada a la instrucción femenina. Fue, además, presidenta de la sección de Literatura del Ateneo de Madrid (1906), consejera de Instrucción Pública (1910) y profesora de Literatura de Lenguas Neolatinas (1916) en la Universidad de Madrid, cargo que abandona por falta de alumnos.

Las relaciones con otros escritores e intelectuales de su tiempo fueron numerosas, persistentes y fecundas: de amistad con Narcís Oller o Lázaro Galdiano; de mutuo reconocimiento con Menéndez Pidal, Linares Rivas o Unamuno; complejas con Clarín o Blasco Ibáñez; críticas y difíciles con Campoamor, Palacio Valdés, Pereda, Alarcón o Murguía, con quien se enemista tras el discurso sobre Rosalía de Castro que lee en el Círculo de Artesanos de A Coruña en 1885. Se cartea, larga y amistosamente, con Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza, y con Marcelino Menéndez Pelayo. Con Benito Pérez Galdós la admiración intelectual da paso a un rico diálogo literario que ambos escritores sostienen durante casi cuarenta años.

El 12 de mayo de 1921 muere Emilia Pardo Bazán en su casa de Madrid. Ocho días antes se había publicado en ABC el ensayo sobre la obra de Tagore; al día siguiente de su fallecimiento este mismo periódico recoge un último trabajo, El aprendiz de helenista, que evoca al escritor Juan Valera.

Montserrat Ribao Pereira

El texto de esta entrada es un fragmento del estudio preliminar del libro Teatro completo de  Emilia Pardo Bazán publicado por Ediciones Akal 

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