No cierres los ojos Akal
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Sede central de Codere, en Alcobendas (Comunidad de Madrid) – Luis García

Pascual Serrano:

El negocio de los juegos de azar mueve en España entre 25.000 y 30.000 millones de euros anuales, el 2,5 por 100 del PIB. Ahora tenemos en el país más de 180.000 máquinas tragaperras (llegó a haber 240.000), un centenar de casinos, 312 bingos presenciales y más de 3.800 salones de apuestas y juegos de azar. A todo ello hay que sumarle el juego por internet: las estimaciones oficiales indican que en 2020 el juego online legal moverá unos 20.000 millones de euros; el 55,5 por 100 mediante las apuestas deportivas, que crecen a un ritmo del 30 por 100 anual, seguidas de los casinos virtuales y del póker online. La cantidad global que los españoles (y los visitantes) gastamos en juego equivale al presupuesto anual de la Generalitat de Cataluña, y los movimientos de dinero online en esta actividad igualan la cifra de ingresos y gastos de la Comunidad de Madrid.

Algún dato más: los dueños de los casinos se embolsaron 350,6 millones de euros en 2018 y los de los bingos, otros 602,3 millones. Y las apuestas deportivas generaron 752 millones de euros de beneficios, tanto desde los salones de barrio como desde terminales de internet.

Sólo los salones y casas de juego recaudaban una media de 621 euros por familia. Por cada una que usted conozca que no juega –ojalá sean muchas–, puede ir sumando 621 euros de gasto a otra para que se mantenga esa media, así podrá percibir la tragedia.

La primera manifestación de protesta contra los salones de juego que comenzaban a infestar los barrios más humildes de las grandes ciudades se registró en 2018 en el distrito madrileño de Tetuán, y apenas acudieron cien personas tras una pancarta. A la siguiente, en octubre de 2019, cinco mil personas se concentraron en Cuatro Caminos y recorrieron la calle de Bravo Murillo. En los dos últimos años ha habido muchas manifestaciones en los barrios madrileños castigados por la crisis financiera y económica: singularmente Usera, Vallecas y Carabanchel. Pero también en otras ciudades, de Andalucía a Galicia, Euskadi y Cataluña.

Había razones para movilizarse. El crecimiento actual de las salas de juego en los barrios es de 300 nuevas al año, hasta llegar a las 3.426 a finales de 2018, según los datos de la patronal del sector. Tenemos un salón de juego por cada 5.545 hogares.

No existen datos precisos sobre porcentaje de personas ludópatas o con problemas de adicción al juego en España, pero algunos estudios estiman una prevalencia de la ludopatía del 1,8 por 100 y de jugadores problemáticos entre el 2,5 y el 5 por 100. Ya en 2009 se hablaba de un millón y medio de españoles con problemas de juego patológico. Y un 11 por 100 de los que hoy son tratados en las consultas de ludopatía son menores de edad.

Todas estas cifras nos las trae este nuevo libro de la colección A Fondo, ¡Jugad, jugad, malditos! La epidemia del juego en España: ludópatas y capos del azar, de Luis Díez y Daniel Díez Carpintero, probablemente la mayor investigación sobre el negocio de los juegos de azar en España. Todo lo que uno se imaginaba (y algo más) y nadie había recopilado e investigado con tanta minuciosidad: los orígenes y trayectorias de las empresas, los nombres de los que se están forrando con el negocio, los políticos cómplices de tramas de favoritismos, los mecanismos de burla y evasión fiscal. Y, sobre todo, los testimonios de hombres, mujeres y jóvenes que han arruinado su vida por su dependencia del juego.

Con este tema, la colección A Fondo aborda, una vez más, asuntos de actualidad que forman parte del debate social y sobre los que es necesario profundizar e investigar.

La obra de Luis y Daniel Díez también nos introduce en las motivaciones y explicaciones psicológicas de los juegos de azar. Nuestros autores nos recuerdan que el juego es algo necesario, especialmente en la infancia y en el proceso de crecimiento en la medida en que supone un entrenamiento para la vida adulta. En ese mundo de mentira sin consecuencias graves se puede ser piloto de Fórmula 1 o asesino a sueldo, casarte con tu compañera de escuela o comprar frutas de plástico o edificios de mentira con dinero falso, y no pasa nada. El problema surge cuando se incorpora a todo ello el dinero real, y más todavía si se hace en edades en las que la mente del joven no ha saltado del juego de mentira al juego de verdad. Es como si, de golpe, la pistola de juguete comenzase a disparar balas auténticas, dejaras el coche de choque de la feria y cogieras el de tu padre por una autopista o con la compañera del colegio con quien te casabas de risas tuvieras relaciones sexuales.

La emboscada añade estratagemas como el entorno de aparente lujo que rodea el ambiente de las casas de juego o la idea de contratar como anunciantes a figuras del deporte para que asociemos su éxito al juego de azar. En 2017 se contabilizaron 2.744.100 anuncios en diferentes soportes y medios incitándonos a apostar y jugar. Sólo en el primer trimestre de 2019 las casas de apuestas destinaron 92,25 millones de euros a mercadotecnia, mucho más que cualquier campaña educativa o preventiva por parte de nuestras autoridades.

Pero, además, recuerdan los autores, el juego es tan traicionero y falso que provoca que fijes en tu recuerdo la adrenalina del momento en que alguna vez ganaste, y así, rememorándolo, sigas jugando y jugando, y perdiendo y perdiendo. Porque, no debería hacer falta decirlo, los juegos están ideados para que, a la larga, siempre gane la banca.

Si nos paramos a reflexionar, el juego de azar, incluso en su versión más inocente, en la medida en que muchos pierden un poco para que otro gane mucho, es la antítesis de la justicia social, lo contrario del principio de la redistribución de la riqueza. Porque lo opuesto a repartir el dinero de un rico entre muchos pobres es que muchos pobres pierdan dinero para hacer a uno rico. Siempre me ha resultado hilarante ese comentario habitual tras el sorteo del gordo de Navidad cuando los testimonios y los periodistas insisten, como dato muy positivo, en que el premio ha sido muy repartido. Repartido estaba antes de poner a la venta los décimos, puesto que entonces todo el mundo tenía en su bolsillo esa pequeña cantidad con la que jugó, y nadie acumulaba miles de euros en premios.

La investigación de ¡Jugad, jugad, malditos! combina lo mejor de dos magníficos profesionales: la larga trayectoria periodística de Luis Díez y la de escritor de Daniel Díez Carpintero. El resultado es esta investigación donde el rigor y la precisión sólo se ven superados por la sensibilidad y empatía con las víctimas del juego y sus familias. Ojalá en no mucho tiempo, como reclaman nuestros autores, la intervención de los poderes públicos logre atajar esta lacra y no tengamos que lamentarnos de más familias destrozadas por haberse arruinado con los juegos de azar.

¡Jugad, jugad, malditos! La epidemia del juego en España: ludópatas y capos del azar – Luis Díez, Daniel Díez Carpintero – Akal

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