Pascual Serrano
Gilles de Montmorency-Laval, también conocido como Gilles de Rais, nació en una fecha que se calcula en torno a 1405. Su padre, Guy de Laval, y su madre, Marie de Craon, descendían de dos de los linajes más importantes de Bretaña. Tras la muerte de su abuelo se convirtió en barón de Rais y heredó dos inmensas fortunas, que lo hicieron más rico incluso que el rey Carlos VII de Francia.
Era dueño de tierras tanto en Francia como en Bretaña, que era una región aliada en aquel entonces a Inglaterra.
Los dos reinos estaban enfrentados en la Guerra de los 100 Años y Francia estaba a punto de reconquistar la ciudad de Orleans.
El barón de Rais se puso del lado del rey Carlos VII (no confundir con el Carlos VII Borbón aspirante al trono de España) y selló una alianza con su influyente primo, el gran chambelán Georges de La Trémoille. Esto le llevó a luchar contra los ingleses junto a Juana de Arco. Durante sus campañas conjuntas, contribuyó significativamente a levantar el sitio de Orleans antes de ser ascendido a mariscal, la distinción más elevada de Francia, el 17 de julio de 1429, a la edad de 25 años, el día en que Carlos VII fue coronado rey en Reims.
Tras la liberación de Orleans, el barón continuó luchando junto a Juana de Arco, y estaba a su lado cuando París fue atacado; de hecho, le salvó la vida en una escaramuza que estalló cerca de allí.
Tras la muerte de su abuelo Jean de Craon en 1432 y la caída en desgracia de Georges de La Trémoille en 1433, el mariscal de Rais se retiró progresivamente de la guerra.
Su hogar eclesiástico contaba con el servicio de unas 80 personas y financió la construcción de una capilla -la Capilla de los Santos Inocentes-, para la cual formó un coro de niños. Nunca dejó de rezar y era extremadamente generoso. Fue un gran mecenas de músicos y dramaturgos.
Con esto que les acabo de contar, seguro que el barón de Rais le parecerá el partido idóneo para su hija o el mejor amigo para su hijo. Su familia acudiría encantada a una invitación en su castillo y, por supuesto, la puerta de su casa siempre estaría abierta para tan virtuoso noble.
La otra parte de la vida de Gilles de Rais es la que descubrirá en el libro “La Francia de Gilles de Rais. El primer asesino en serie de la historia”, de Pablo Alberto García Rodríguez, un psicólogo escritor de novela negra y ciencia ficción que ha descubierto en este aristócrata francés el caso real que supera la ficción.
A lo largo de 7 años, casi doscientos niños de origen pobre desparecieron en zonas cercanas a los castillos de Gilles de Rais. El barón resultó ser un sádico torturador, violador y homicida. Su momento de mayor excitación sexual se producía cuando veía a los niños morir, ya fuesen estrangulados hasta la asfixia o degollados y chorreando sangre.
Tras detenerlo y juzgarlo, la sentencia del tribunal eclesiástico declaró a Gilles de Rais culpable del asesinato de “ciento cuarenta niños, o más”. El tribunal secular ratificó su culpabilidad, pero no se aventuró a dar una cifra de víctimas. En el juicio se dijo también que, en 1437, el barón ordenó incinerar los restos de cuarenta niños en uno de sus castillos, porque temía ser investigado.
Así, y tras escuchar el relato de los horrores que el barón infligió a decenas de niños, el jurado lo condenó a morir ahorcado y quemado simultáneamente. Los dos sirvientes que le habían hecho de cómplices corrieron la misma suerte.
La ejecución de Gilles de Rais tuvo lugar el 26 de octubre de 1440, a las afueras de Nantes.
Sus propios contemporáneos lo definieron como criminal, pederasta, sádico y hereje, y el folclore bretón se inspiró en él para crear la leyenda de Barba Azul. Casi seis siglos después de su muerte, Gilles de Rais sigue siendo uno de los personajes más famosos y polémicos de la historia de Francia.
El director de cine Agustí de Villaronga si inspiró en la historia de Gilles de Rais para su película de terror nazi “Tras el cristal”.
En este libro, además de conocer los hechos, podremos descubrir la falta de límites propia de la nobleza feudal como explicación del sentimiento de impunidad de Gilles de Rais para convertirse en ese monstruo y continuar sus crímenes durante demasiado tiempo. La obra analiza el contexto histórico y las casuísticas personales que forjaron su comportamiento destructivo y delirante. Desde una infancia tortuosa a la violencia de la guerra.
Este libro no es la narración truculenta de unos crímenes esa una inmersión en la Edad Media, en sus tinieblas, sus supersticiones, su religiosidad enfermiza y su clasismo.
Al final la supuesta lucha por la justicia en la guerra y la devoción religiosa puede terminar en el lado opuesto: en el culto a la violencia y la fascinación por Satanás.
Y termino con esta confesión de Gilles de Rais:
«Confieso que maté a esos niños de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad».
Verdaderamente, mejor no vayamos a su castillo si nos invita, ni nos entusiasmemos con su amistad, por muy religioso, generoso, héroe y compañero que fuera de Juana de Arco.