La imaginación socialista

La imaginación socialista nos presenta los rasgos de la tradición socialista como los propios de un ciclo histórico cerrado. A lo largo del siglo XIX el socialismo exhibe su juventud, con el cambio de siglo llega a su madurez y, desde la mitad del siglo XX, llega a su hibernación. En el presente, estamos ante un extremado agotamiento social, político, ideológico y cultural de la imaginación socialista.

Fernando Díez Rodríguez

Profesor en el departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Sus investigaciones se han centrado en la historia social del trabajo, la historia intelectual del trabajo y la historia de los sistemas modernos de protección social.

Entre otras, es autor de ‘La sociedad desasistida’ (1993), ‘Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo’ (2001) y de ‘El trabajo transfigurado. Los discursos del trabajo en la primera mitad del siglo XIX’ (2005 y 2011).
Fragmentos:

portada-imaginacion-socialista• El texto que presentamos examina, de manera más pormenorizada, la parte central del ciclo histórico del socialismo. Un periodo que se extiende entre finales de la primera década del siglo XIX y el final de la Primera Guerra Mundial. Su comienzo lo ligamos simbólicamente a la aparición, en 1808, de la Teoría de los cuatro movimientos de Charles Fourier; consideramos que esta obra es el arranque de una prospección sistemática de asuntos que apuntan a la conformación de un imaginario específicamente socialista. Su final lo hacemos coincidir con el momento en que ya están presentes las formas principales del socialismo propias del siglo XX. Aquí concluye el periodo nuclear del socialismo, el largo tiempo en que este ha desplegado la totalidad de sus opciones fundamentales y ha mostrado la compleja variedad de su propuesta. Las formas del socialismo propias del siglo XX, aquellas que ya están completas en sus rasgos fundamentales a finales de la Gran Guerra, entrarán a partir de los inicios del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial en un proceso de crisis y difícil readaptación, suponiendo esto una verdadera conmoción de los diversos socialismos del siglo. Tal conmoción es considerada en estas páginas como el final de su periodo histórico, el ocaso definitivo de la imaginación socialista. Un final que tiene una estrecha relación con el debilitamiento, cuando no la negación, de la condición histórica del socialismo como anticapitalismo y como fundador de un nuevo tipo de sociedad y un nuevo estilo general de vida.

• Quizá la nueva imaginación crítica tenga que empezar, como ocurrió con la socialista, por alguna forma de utopismo, experimentalismo y ensayismo con el fin de escrutar, sin limitaciones, los contornos de los problemas existentes y la posibilidad de avanzar una respuesta. También para introducir una nota de ilusión y esperanza. En cualquier caso, tenemos que recuperar el interés por el espectro más amplio posible de temas y problemas que debieran ser objeto de escrutinio, sin someter la mirada a algún canon de asuntos amortizados en lo que todavía pretendería pasar por una sensibilidad de izquierdas o simplemente socialista. Como si la nueva imaginación crítica pudiera contentarse con revitalizar la preocupación por los recortes de las políticas sociales, la pobreza, la distribución de la riqueza, la precarización del empleo y cosas parecidas, prevaleciéndose de una posición puramente defensiva y adocenándose sistemáticamente en la misma. Como si no hubiese toda otra serie de fenómenos de todo tipo de la más candente actualidad que se ciernen sobre nosotros de manera inquietante y sobrecogedora, nos afectan en nuestras vida, también en la más cotidiana, y a los que tendemos, sin embargo, a someternos pensando que, después de todo, gozan del marchamo de la exaltada e inmoderada modernidad con que se presentan.

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