Jack London

«Vivió como quiso vivir», «ser humano irrepetible», «no dejaba indiferente a nadie», «adelantado a su tiempo»… son la serie de clichés, lugares comunes y expresiones típicas que nos encontramos cada vez que echamos una ojeada a la biografía de alguna personalidad con un alto reconocimiento social (sobre todo cuando esta ha fallecido). Muchas veces se trata de exageraciones calculadas, idealizaciones innecesarias o formas de adornar un relato por parte de algún biógrafo o periodista con intención de engrandecer las vivencias de un determinado personaje. Para escribir este breve artículo sobre la vida y obra de Jack London sin recurrir a algunas de estas expresiones tan repetidas, me he visto atrapado en medio de una encrucijada debido a una profunda admiración fruto de la lectura de una de sus obras más conocidas, El Talón de hierro. No obstante intentaré evitarlas para no embellecer una historia que estuvo lejos de ser idílica.

Es imposible negar que la vida de John Griffith Chaney, más conocido como Jack London, estuvo llena de aventuras y pesares por doquier: navegó, escaló, vagabundeó, viajó, lucho contra sí mismo y contra su enfermedad, resistió la pobreza y el trabajo semiesclavo del capitalismo de finales del siglo XIX y, atraído junto a su cuñado al frenesí causado por la fiebre del oro, sobrevivió a las duras condiciones del invierno en Alaska. No fue una vida sosegada, siempre estuvo motivado por una especie de impulso por adquirir nuevas experiencias, de conocer nuevos lugares, de demostrar lo capaz que se sentía. Se describió a sí mismo, en más de una ocasión, como hombre dotado de unas buenas capacidades físicas. Estas le empujaron a vivir de forma desenfrenada, y le hicieron creer que el mundo era para los fuertes, que los que se quedaban en el camino eran débiles; incapaces de enfrentarse al día a día. London creyó que los hombres y mujeres eran dueños de sus destinos, estuvo absorto por ese individualismo y ese darwinismo social que tan útil ha resultado ser para las clases dominantes, que quisieron y quieren justificar sus privilegios en base a una supuesta naturaleza que explica que el mundo «siempre estuvo dividido entre ricos y pobres», que los ricos lo son por sus capacidades emprendedoras y por su determinación y los pobres por su falta de constancia y esfuerzo.

Podía verme a mí mismo, bramando por una vida sin final como una de las rubias bestias de Nietzche, vagando lujuriosamente y conquistando con mi plena superioridad y fuerza. En cuanto a los desafortunados, los enfermos, los achacosos, los viejos y mutilados, debo confesar que había pensado muy poco en ellos, excepto que vagamente sentía que, fuera de los accidentes, podían ser tan buenos como yo si lo deseaban con verdadero ahínco y trabajaban igualmente bien. (Cómo me hice socialista)

Pero fue esa misma vida la que determinó su forma de entender el mundo y la que influyó en sus escritos. Golpe a golpe, después de sufrir trabajos en constante explotación (latero, pescador, lavandero…), de conocer las vidas de las personas a las que el capitalismo iba dejando atrás y de ver la crueldad de la represión en la cárcel de Erie County (tras ser encarcelado por vagabundear) se convirtió en un ferviente defensor del socialismo. Con la intención de dejar de vender su fuerza de trabajo por un salario de hambre, con la experiencia fallida de enriquecerse en las minas de oro y aprovechando su insaciabilidad como lector decidió dedicarse a la escritura. Todo ello, junto a su afición al alcohol y las ganas de transmitir sus pensamientos socialistas, parecía reunir todos los ingredientes básicos para convertirse en un autor de éxito. Las más de 50 obras escritas, tanto ensayos como novelas, reflejarán a la perfección todos estos aspectos de London.

jack london

Aunque en muchas ocasiones se ha querido dividir parte de su obra entre las historias de aventuras y las novelas socialistas, esta línea divisoria no es ni tan clara ni acertada. Un ejemplo es el de Colmillo Blanco, obra que aborda temas mucho más complejos de los que insinúa la adaptación cinematográfica de Disney. Por un lado, la perspectiva desde el punto de vista de un mestizo entre perra y lobo le permite transmitir esa lucha por la vida donde solo los fuertes sobreviven, situación más fácil de explicar en el mundo animal que en la sociedad en la que London vivía, y por otro lado logra aclarar la gran influencia que tiene el medio sobre la forma de actuar y pensar del protagonista. Al contrario de lo que indican muchas reseñas sobre esta obra, o sobre La llamada de la naturaleza, en el animal no se despierta su lado más salvaje y primitivo de forma espontánea, como los hongos que surgen así en una noche, porque supuestamente su biología desemboque irremediablemente en esa forma de actuar, sino que son las condiciones impuestas por el medio las que modifican sus conductas. Buck, el perro protagonista de La llamada de la naturaleza, acaba por mostrar su instinto más profundo cuando está en contacto con los bosques del Yucón. Colmillo Blanco cambia su actitud juguetona por un temperamento más frío y hostil, al final del libro su personalidad acaba siendo amigable y leal. London lo describió como una arcilla que el entorno va moldeando: «Aquellos hombres eran el nuevo medio que lo rodeaba y que iba dando a la maleable arcilla de su naturaleza un carácter mucho más feroz que el que recibió al ser creado» (Colmillo blanco, 1906). Ambas obras nos hablan de su autor en cada línea: el contexto está basado en su experiencia en busca de las minas de oro, se combinan su mentalidad juvenil individualista con el proceso de cambio en su ideología (los perros cambian su conducta a la fuerza al encontrarse en ambientes hostiles y London se hizo socialista porque su individualismo le fue arrebatado a martillazo a consecuencia de los sucesos que le tocaron vivir), los protagonistas de las obras deben de elegir entre una forma de esclavitud o la libertad; al igual que el autor tuvo que elegir entre seguir formando parte de los asalariados o vivir de su creatividad. Ambas obras cuentan con un bellísimo estilo (uno no puede dejar de sentirse maravillado con la lectura del último capítulo de la Llamada de la naturaleza, «El resonar de la llamada», pero no es «un estilo por el estilo» como encontraríamos en algunas obras de Hemingway sino un estilo que no eclipsa la importancia del contenido. En conclusión, no se pueden describir como simples novelas de aventuras ya que llevan a cuestas su conciencia socialista y su biografía, y eso es decir mucho.

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De las novelas donde desata su papel más intelectual en el sentido gramsciano, sobresale El talón de hierro, un deleite para los oídos de comunistas y socialistas, una obra que mezcla un poco de ingenuidad, Ernest no se suele encontrar oposición en sus debates como si el discurso dominante no hubiese creado numerosos argumentos con los que defender el orden establecido, con una visión casi profética de la deriva autoritaria del capitalismo, no solo por la instrumentalización que hizo del fascismo (como creyó Trotsky al leer la obra) sino por el papel del imperialismo norteamericano a lo largo de los siglos XX y XXI; cómo con la máscara democrática lograría aplastar las esperanzas revolucionarias. Evidentemente todo lo escrito en el libro se hace desde el contexto de principios del siglo XX, un momento de gran ebullición de los movimientos sociales y obreros, con unas características que no son exactamente las de hoy en día (incluso puede parecernos machista y anticuada la poca personalidad que se le otorga a Avis) pero que nos hace pensar en nuestro presente a partir de las anticipaciones que realiza. Aún hoy, muchas de las críticas al capitalismo que hizo London siguen siendo válidas:

Ante este hecho, este doble hecho­­­­­ —que el hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, mientras su poder productivo es mil veces superior—, no cabe otra explicación que la mala administración de la clase capitalista; que sois malos administradores, malos amos, y que vuestra mala gestión es imputable a vuestro egoísmo .(El talón de hierro, 1908)

Pero no todas sus obras nos cuentan las formas de dominación del capitalismo desde el punto de vista del autor, otras están llenas de estímulos para el espíritu activista y motivan e impulsan las ganas de luchar, como es el caso de El Mexicano, donde además se nos habla de otra de las grandes aficiones del autor; el boxeo.

Su compromiso social y su participación durante muchos años en el Partido Socialista de América le granjearon muchas enemistades, y suscitaron una serie de críticas que todavía son utilizadas. Se le acusó de racista en base a algunos ensayos, sin tener en cuenta el conjunto de sus escrituras, donde demuestra en numerosas ocasiones empatía por ciudadanos de otros continentes y países:

Al llamarse camaradas esos hombres son capaces de la revolución socialista, y esta palabra no está vacía ni exenta de significación, liga al conjunto de estos hombres como hermanos, que es como deben ser los hombres que se mantienen codo con codo bajo la bandera roja de la revuelta, atraviesa los límites geográficos y pasa por encima de los prejuicios de raza.(Tiempos de ira)

También fue acusado de plagio por el uso de diferentes fuentes (London inspiraba casi todas sus obras en artículos periodísticos). Sus detractores parecían insinuar que los libros son creatividades independientes fruto de la propia individualidad, y no de la suma de muchos conocimientos y de la eterna «conversación» a lo largo de la historia entre unos libros y otros. Mientras se pone la lupa sobre él, se pasa de puntillas por otros casos, como el gran parecido entre 1984 de George Orwell con una obra anterior, Nosotros de Yevgueni Zamiatin ¿casualidad? Han sido muchos los esfuerzos por crear polémica en torno a su figura, quedando claro que no interesan los intelectuales con compromiso.

Definitivamente, una vida irrepetible (al final ha sido inevitable recurrir al tópico) incluso su final es motivo de controversia, muchos creen que se suicidó tal y como relata en su obra autobiográfica, Martin Eden. Tras su muerte London nos deja una herencia literaria que se ha convertido en parte imprescindible para todos los amantes de la lectura y de la justicia social.

eltalondeh

Artículo original en: rasgandotumente.wordpress.com

Este año se cumple el centenario de la muerte de Jack London, por ese motivo Ediciones Akal está reeditando los mejores relatos escritos por este novelista estadounidense: Libros de Jack London en Ediciones Akal

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