No cierres los ojos Akal
Kant

La biografía de Kant parece ser especialmente difícil. Por una parte, su vida personal fue la de un típico profesor universitario de la Alemania del siglo XVIII. Por otra, su obra filosófica es tan densa, abstrusa y técni­ca que es verdaderamente arduo hacerla accesible al gran público. De la combinación de estos elementos no sería difícil alumbrar un producto muerto. El propio Kant siguió en sus obras la consigna «de nobis ipsis silemus» («guardemos silencio sobre nosotros mismos»). Kant estaba interesado por la verdad filosófica, y deseaba ser conocido por haber avanzado verdades filosóficas. Esta actitud tuvo también sus consecuen­cias en lo tocante a su biografía: no existe un diario, y los detalles sobre su vida son escasos. Para encontrarlos hay que espigar en lo que Kant nos dejó por casualidad y en las memorias de los que estuvieron más cerca de él. La mayoría de estos datos son recuerdos de gente de edad avanzada sobre el viejo Kant.

Pero Kant tuvo una vida. Pese a que vivió en una región aislada de Prusia, pese a que no salió jamás de su ciudad, pese a que no vivió gran­des aventuras, y pese a que la mayor parte de su vida se resume en su trabajo, queda sin embargo por contar sobre él una historia altamente interesante y quizá incluso excitante. Es la historia de la vida intelectual de Kant, tal como está reflejada no solamente en su obra, sino también en sus cartas, sus enseñanzas y sus interacciones con sus contemporá­neos de Königsberg y del resto de Alemania. Incluso la circunstancia de que la vida de Kant fuera en alguna medida la típica de un intelectual alemán del siglo XVIII, tiene importancia histórica justamente por el he­cho de ser tan típica. Las diferencias y similitudes entre su vida y las de sus colegas de otras universidades protestantes como Marburgo, Gotin­ga y otras en Alemania, pueden aportar interesantes perspectivas para entender no sólo al hombre sino también al tiempo en el que vivió.

La vida de Kant se extiende a lo largo de casi todo el siglo XVIII. Su mayoría de edad asistió a algunos de los cambios más significativos del mundo occidental –cambios que aún siguen resonando–. Era el periodo durante el cual se originó el mundo en el que hoy vivimos. Aunque Kö­nigsberg no estaba en el centro de ninguno de los movimientos signifi­cativos que condujeron a nuestro mundo, aquellos movimientos deter­minaron ampliamente el medio intelectual de Königsberg. La filosofía de Kant fue en muy gran medida una expresión y una respuesta ante aquellos cambios. Su vida intelectual reflejó los desarrollos especulati­vos, políticos y científicos más significativos de la época. Sus opiniones son reacciones al clima cultural de su tiempo. La filosofía inglesa y fran­cesa, la ciencia, la literatura, la política y las costumbres formaron el tejido de sus conversaciones cotidianas. Incluso sucesos tan relativa­mente distantes como las Revoluciones americana y francesa repercu­tieron definitivamente en Kant, y por tanto también en su obra. Su filo­sofía debe ser contemplada en este contexto global.

Pero fue dentro de un escenario definidamente alemán, e incluso prusiano, donde Kant experimentó los sucesos trascendentales que tu­vieron lugar durante el siglo XVIII. A veces resulta casi chocante obser­var hasta qué punto su desarrollo intelectual estuvo dictado por fuerzas venidas de afuera. Por ejemplo, el trabajo filosófico inicial de Kant tomó la forma de una serie de respuestas a las Preisaufgaben filosóficas estable­cidas por la academia de Berlín. Y es tan difícil entender al primer Kant sin discutir su relación con el movimiento literario del Sturm und Drang y del «culto al genio», como lo sería entender al Kant maduro sin considerar la controversia que rodeó al llamado Pantheismusstreit.

Por otra parte, Kant pertenecía al particular medio intelectual de Königsberg y no era el único interesado y afectado por aquellos cam­bios. Hamann, Von Hippel, Herder, Herz, y muchos otros fueron capa­ces de contribuir a la escena cultural alemana –al menos en parte– gra­cias a sus experiencias en Königsberg. Es importante investigar de qué manera se entrecruzaron las vidas de estas interesantes personas, y el modo en que, mediante su interacción con ellas, fue configurándose el propio Kant. Aunque pudiera parecer exagerado, tampoco sería ina­propiado hablar de una «Ilustración königsbergiana» del mismo modo que se habla de una «Ilustración berlinesa» y de una «Ilustración esco­cesa». La filosofía crítica de Kant tiene que ser contemplada igualmen­te en este contexto. Así pues, la discusión de la vida y las obras de Kant exige que los tres contextos –el global, el regional y el local– sean teni­dos en cuenta.

En la presente biografía de Kant todas estas circunstancias reciben más atención que la que se les ha prestado en biografías anteriores. Di­cho en otras palabras: este libro es una biografía intelectual de Kant que pone de manifiesto el modo en que los intereses especulativos del filó­sofo encontraron su arraigo en el periodo concreto que le tocó vivir. De alguna manera este enfoque tiene similitudes con estudios como los de Schilpp, Vleeschauwer y Ward, y con las discusiones sobre la Weltans­chauung de Kant expuestas en las obras de Kroner y Beck. Pero difiere de ellos en la medida en que dedica menos atención a los textos filosó­ficos ortodoxos y más a los sucesos de la vida de Kant y a la relación de este con los acontecimientos de Königsberg, Prusia, Alemania, Europa y Norteamérica. Sin olvidar la representación de los detalles biográficos de la vida de Kant y de su obra, este estudio se centra en el viaje intelec­tual que emprende Kant desde sus intereses parciales de una fundamen­tación metafísica de la física newtoniana, hasta la defensa filosófica de una actitud moral apropiada para un «ciudadano del mundo» ilustrado.

Al igual que Vorländer y Gulyga, me propongo presentar a Kant de un modo que sea asequible para el que no esté muy versado en el pen­samiento kantiano. Incluso el lector que desconozca las sutilezas de la discusión filosófica sobre Kant o de la filosofía en general encontrará legible este libro. La vida de Kant es intrínsecamente interesante, y, a diferencia de Vorländer y otros, que se proponían primariamente dar vida al viejo Kant, yo me centraré en el filósofo más joven, que conci­bió por vez primera el proyecto de una Crítica de la razón pura. Y espero que de aquí pueda emerger un Kant polifacético, un Kant que se acer­que más a una persona real que al «Mandarín» de Königsberg que Nietzsche vio en él.

De la vida de Kant podemos aprender tanto como de la de otras fi­guras del siglo XVIII –Benjamin Franklin, David Hume, Federico el Grande, Catalina de Rusia…– cuyas vidas se entretejieron con la de Kant de manera sutil y a veces no tan sutil. Ciertamente, podemos aprender de la biografía de Kant al menos tanto como lo que nos enseña la biografía de cualquier persona famosa. Y quizá incluso más, porque, como se verá a lo largo de este libro, el carácter de Kant fue una auto­creación consciente. Kant coincidía con Montaigne y sus predecesores estoicos en que «es deber nuestro componer nuestro carácter, no com­poner libros, y ganar no batallas y provincias, sino orden y tranquilidad en nuestra conducta. Nuestra gran y gloriosa obra maestra es vivir con­venientemente». Que Kant viviese o no su vida «convenientemente» es una cuestión abierta; y eso convierte en fascinante su vida para todo el que piense que la filosofía tiene una importante contribución que apor­tar al entendimiento de nuestras vidas.

[…] Por supuesto, no hay ninguna seguridad de poder extraer lecciones importantes y valiosas del estudio de una vida particular. Sería un error, creo yo, diseñar la vida propia de acuerdo con la de una figura histórica, incluso aunque esto haya sido practicado por muchos que acabaron convirtiéndose en figuras históricas por derecho propio. No es posible elegir una vida del mismo modo que uno elige un abrigo. Pero hay mu­chos modos de vida, y las biografías pueden darnos alguna luz sobre sus posibles peligros y recompensas. La vida que llevó Kant fue diferente de la de muchos románticos, de ciertos nietzscheanos y de muchos moder­nos aventureros. Si la vida de Kant fue o no fue atractiva, es el lector quien tiene que decidirlo. Pero estoy seguro de que fue más interesante que las caricaturas que corren hoy día.

Este extracto forma parte de Kant. Una biografía de de Manfred Kuehn.  

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