España encabeza el ránking relativo a las tasas de consumo de psicofármacos en Europa, según la OCU. El Trankimazin, conocido más coloquialmente como Lexatin, es la tercera sustancia más consumida29, según la última encuesta del Ministerio de Sanidad en 2019.
En España, según el Ministerio de Sanidad, una de cada diez personas toma Valium, Orfidal, Lexatin o cualquiera de estos medicamentos a diario. Muchos de ellos lo consumen por estrés laboral o, justamente lo contrario, por el hecho de no encontrar un trabajo.
Además, estos medicamentos son muy fáciles de conseguir con receta; en un mundo en el que no hay tiempo para salir a correr o para descansar, es mucho más sencillo que te firmen un papelito y comprar en la farmacia una o dos cajas.
Personalmente, conozco a muchísimas personas a las que les han mandado tomar este medicamento por diferentes circunstancias. Tengo un amigo que se encuentra en paro, y cuando fue al médico para comentar que tenía unos sarpullidos en las manos y en los antebrazos, su doctor le recetó este famoso medicamento.
La madre de otro amigo mío también toma Lexatin. De hecho, lleva tomándolo desde que la despidieron y empalma trabajos en negro, hará de esto unos cuatro años.
En ambos casos, estos ansiolíticos son un parche, una forma de distraer la atención de sus verdaderos problemas: en los ejemplos dados, el paro y los trabajos temporales, precarios y mal pagados.
En cambio, tengo otra amiga que lleva trabajando en un puesto bueno durante tres años, en el que el nivel de exigencia es muy elevado y las horas extra no se pueden contar con los dedos de las manos. Esta amiga empezó con ansiedad y decidió tomar por su cuenta valerianas en pastillas, pero estas no le eran suficientes, así que fue al médico porque tenía un dolor muy fuerte en el pecho y pensaba que se estaba ahogando o que tenía un problema respiratorio. Tras una placa de tórax, el médico le dijo que lo que tenía era ansiedad y le recetó el Trankimazin, el Lexatin. Lleva más de un año tomando una pastilla por la mañana y otra por la noche, y de momento no tiene pensado dejarlas.
A mí también me han recetado esta medicación dos veces en mi vida, y otra vez más Orfidal.
La primera vez que me mandaron Lexatin fue en el año 2017, cuando trabajaba como administrativa-limpiadora-recepcionista- chica para todo a media jornada (más las horas extra que a la empresa le diese la gana sin remunerar) por 360 euros al mes. Era invierno, me acatarré y, cuando fui al médico, me dijo, tras preguntarme si estaba bien en el trabajo, que el estrés había favorecido mi catarro. Así que decidió mandarme Lexatin antes de dormir durante un mes.
La segunda vez fue en el verano de 2020. Estaba malísima de la tripa y fui al médico, que me recetó el famoso fármaco explicándome que mis problemas digestivos se debían al estrés del confinamiento; una semana más tarde me tocó ingresar por urgencias con riesgo de septicemia a causa de una infección de la que todavía no me he recuperado.
La última vez que me recetaron uno de estos ansiolíticos, en este caso Orfidal, fue en noviembre de 2020. Fui al médico por decimoctava vez, sin todavía estar recuperada del todo, y mi médica decidió que lo mejor era que lo tomara para relajarme mientras se me curaban las secuelas de la infección que me tuvo ingresada una semana.
Como decía al principio, conozco muchas personas que toman y han tomado estos medicamentos (más de las que menciono aquí), y la mayoría de ellas no necesitaba hacerlo. Me explico, sus problemas no se solucionaban con un Lexatin, aunque como parche esta pastilla vaya fenomenal. No quiero decir que esté en contra de esta medicación, siempre y cuando sea necesaria, pero en España se abusa mucho de ella y parece que se utiliza para que los humanos sigamos funcionando en un mundo que no para y que nos ahoga a cada paso que damos, en el que el ámbito laboral es determinante y la precariedad es detonante.
Tomar Lexatin no va a hacer que lleguemos a fin de mes, no va a hacer que nos paguen las horas extra, no va a hacer que tengamos un salario de más de 1.200 euros y no va a hacer que baje el precio del alquiler, pero nos ayuda a sobrellevar que estemos en paro, que no nos paguen las horas extra, que no tengamos un salario de más de 1.200 euros y que estemos pagando 900 euros por un piso en Madrid.
Para que exista esta denominada generación Lexatin, en mi opinión confluyen tres factores que consiguen que muchos médicos firmen la famosa receta y que muchos pacientes la soliciten.
En primer lugar, la precariedad en la que estamos inmersos. Hay muchísimos españoles que viven con la soga al cuello, y hay generaciones a las que se les prometió trabajo que cabalgan entre la temporalidad y el paro. Nos encontramos con que en España hay muchísimas familias que no llegan a fin de mes, personas de cincuenta y cinco años o más que no saben qué hacer porque no encuentran empleo, jóvenes que trabajan de forma absolutamente precaria… y la solución no está en que estas personas tomen pastillas.
En segundo lugar, tenemos una sanidad que no puede hacer mucho por las personas que se encuentran en esta situación y que llegan a las consultas al borde del colapso. Cuando digo que no puede hacer mucho, me refiero a que no tiene los recursos suficientes, como ocurre con la psicología pública, que presenta unas listas de espera que, en algunas provincias, superan los ocho meses. Ni tampoco tiene una varita mágica con la que cambiar la situación económica de este país.
Por último, como tercer factor, podemos hablar de la propia pastilla, que no soluciona absolutamente nada, pero que disipa la ansiedad y el nudo en la garganta que provoca todo este tipo de situaciones.
El problema de la precariedad en la que nos encontramos en España es que, si no se busca una solución, se abocará a más generaciones a esta situación. Nadie debería medicarse para aguantar las condiciones laborales de un puesto de trabajo y nadie debería tener que hacerlo porque no haya manera de encontrar uno.
- Este extracto pertenece al libro La España precaria de Alejandra de la Fuente.