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De Bandung a los BRICS en 70 años

Pascual Serrano

Hace siete décadas, en 1955, los jefes de gobierno de 29 países africanos y asiáticos, junto con representantes de las colonias que aún no habían alcanzado su independencia, se reunieron en Bandung (Indonesia) para celebrar la Conferencia Asiático-Africana. Este evento marcó uno de los momentos más importantes del proceso de descolonización. Fue un encuentro histórico, ya que por primera vez representantes de cientos de millones de personas del Tercer Mundo se congregaron para debatir sobre el vasto proceso social conocido como descolonización y evaluar sus implicaciones. Sukarno (1901-1970), presidente del gobierno de Indonesia y anfitrión de la conferencia, la inauguró con un discurso que reflejaba las aspiraciones de quienes lo organizaron.

Expresó que deseaba que la conferencia “sirviera de guía a la humanidad” y que esta guía “indicara el camino hacia la seguridad y la paz”. Entre otras cosas, estos líderes celebraban la independencia de dos naciones que terminarían siendo potencias: India (1947) y la Revolución China (1949).

Roeslan Abdulgani (1914-2005), colaborador de Sukarno, fue el secretario general de la Conferencia de Bandung. Durante y después de la conferencia, comenzó a hablar de un “Espíritu de Bandung”, que describió como “el espíritu del amor por la paz, la no violencia, la no discriminación y el desarrollo para todos, sin intervención indebida, sino con un profundo respeto mutuo” (1964; 1981: 89).

El “Espíritu de Bandung” surgió de las luchas de masas contra el colonialismo, representaba la voz de cientos de millones de personas que habían vivido bajo el dominio colonial y que se alzaban contra los horrores del colonialismo, al tiempo que expresaban su esperanza en un mundo nuevo.

En Bandung  se acordaron 10 principios que marcarían la historia del Tercer Mundo, el Sur. De ellos, tres puntos, interrelacionados, serían la clave: (4) “abstención de intervenciones o interferencia en los asuntos internos de otros países”, (6b) “abstención por parte de todo país a ejercitar presión sobre otros países”, (7) “abstención de actos o amenaza de agresión y del uso de la fuerza en los cotejos de integridad territorial o de independencia política de cualquier país”.

En una Guerra Fría con tensiones constantes poniendo en jaque la coexistencia pacífica entre los dos modelos, un bloque excluido, es decir los países del Tercer Mundo, se centraron en la defensa de sus soberanías políticas e independencias económicas en el orden mundial.

Aníbal Garzón recuerda que el Ministro de Exteriores de la República Popular China,  Z. Enlai, en su intervención en esta Conferencia señaló que “…la mayoría de los países afroasiáticos, incluido China, estamos muy atrasados económicamente debido a la prolongada colonización. Por eso, no sólo pedimos la independencia política sino también la económica. Conquistar la independencia total es el objetivo por el que la mayoría de los países y pueblos afroasiáticos venimos luchamos tanto tiempo”.

De la Conferencia de Bandung se pasó  a la llamada Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) celebrada en Belgrado en 1961, sumándose así estados de América Latina como Cuba, además de Bolivia, Brasil y Ecuador como observadores.

Pero la guerra fría y la fuerza económica de las grandes potencias impidieron que el mundo se sacudiera la estructura neocolonial que persistió incluso después del fin del dominio colonial formal, el Espíritu de Bandung se desvaneció. Como señalan en el dosier sobre Bandung del Instituto Tricontinental de Investigación Social, dedicado a la Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, “solo quedó la nostalgia. Las generaciones nacidas después de la era colonial ya no conservaban la memoria viva de las largas y difíciles luchas anticoloniales. El programa de liberación nacional se erosionó dentro de estas estructuras neocoloniales. Mientras campesinas, campesinos y trabajadoras y trabajadores de la era poscolonial comenzaron a ver a sus propias clases dirigentes como el problema, en lugar de identificar como el enemigo la estructura colonial heredada”.

Pero ese discurso de Z. Enlai, afirma Garzón, no quedó marginal en la memoria sino que está hoy muy presente en el imaginario social para los que hoy se llaman países en vías de desarrollo (nuevo concepto de Tercer Mundo) o en el proyecto de China para un nuevo orden mundial”.

De ello trata en su libro BRICS. La transición hacia un orden mundial alternativo. Al igual que en Bandung, China también es fundadora de los BRIC (Sudáfrica todavía no era miembro y por eso no estaba la S en el acrónimo). Allí estuvo, en la I Cumbre celebrada en Yekateringu, Rusia, el 16 de Junio de 2009, con la presencia de los 4 presidentes, I. Lula de Brasil, D. Medvédev de Rusia, M. Singh de India y H. Jintao de China.

Allí nacen los BRIC y, señala Garzón, convergen con el discurso de Z. Enlai en la Conferencia de Bandung, porque en ambos se apuesta hacia la independencia económica dando mayor voz al Tercer Mundo o Países en Vías de Desarrollo.

En la conclusión 3 de la I Cumbre BRIC se acordó que “Nos comprometemos a avanzar en la reforma de las instituciones financieras internacionales a fin de que reflejen los cambios de la economía mundial. Las economías emergentes y en desarrollo deben tener mayor voz y representación en las instituciones financieras internacionales, cuyos jefes y ejecutivos deben ser nombrados mediante un proceso de selección abierto, transparente y basado en los méritos. También creemos que existe una gran necesidad de un sistema monetario internacional estable, previsible y más diversificado”.

Un punto, nos explica Garzón, “que tira el dardo a la unipolaridad de una economía mundial dominada por el dólar y sus organismos financieros occidentalizados no democráticos como el FMI o el BM, donde en el primero históricamente el director gerente siempre es europeo y en el segundo es estadounidense”.

Han pasado 70 años, Bandung queda lejos, muy lejos, pero el sueño de independencia de aquellos países está hoy más vivo, fuerte y triunfador que nunca y se ha materializado en los BRICS. Ha sido precisamente la soberbia de Estados Unidos, y el seguidismo de la UE, quién con sus atropellos comerciales y su política de sanciones y castigo a todo país que se rebelara, ha logrado unir a aquellos países de Bandung y despertar su espíritu, el “espíritu de Bandung”.

Un comentario

  1. I. El «Espíritu de Bandung»: una invención retórica cargada de mitos
    Falacia fundacional: El “Espíritu de Bandung” nunca fue una doctrina coherente ni una praxis política exitosa. Fue un momento efímero de alianza entre regímenes recién independizados, muchos de los cuales evolucionaron rápidamente hacia formas autoritarias, corruptas o directamente totalitarias (Indonesia, Egipto, China, Ghana, etc.). La glorificación nostálgica de Bandung omite deliberadamente:

    Las guerras fratricidas y genocidios posteriores (Camboya, Indonesia 1965, Biafra).

    La deriva dictatorial de líderes como Sukarno, Nasser, Nkrumah o Nehru.

    El uso del anticolonialismo como pretexto para consolidar el poder personal y suprimir libertades civiles (modelo Castro, modelo Mugabe).

    Análisis neuropolítico: La persistencia de esta narrativa se explica desde la neurocognición de la identidad grupal y el sesgo del oprimido virtuoso (ingroup moral superiority bias), que genera esquemas binarios: Occidente = opresor; Tercer Mundo = virtuoso y emancipador. Este mecanismo de identidad grupal inhibe la autocrítica y perpetúa el victimismo como forma de capital simbólico.

    II. Los BRICS: ¿herederos de Bandung o nuevo eje de autoritarismo?
    Contradicción estructural: El artículo equipara los BRICS con Bandung como si fueran un proyecto emancipador. Pero los BRICS están dominados por autocracias, regímenes híbridos o democracias iliberales:

    China: dictadura unipartidista con campos de reeducación, censura masiva y vigilancia orwelliana.

    Rusia: régimen cleptocrático militarizado, invasor de Ucrania y violador sistemático del derecho internacional.

    Brasil: gobernado por Lula, un líder que oscila entre populismo económico y retórica tercermundista, sin lograr reformas estructurales.

    India: democracia formal con fuertes tendencias etnonacionalistas autoritarias (BJP).

    Sudáfrica: estado con instituciones colapsadas, violencia endémica y corrupción sistémica.

    Hipocresía funcional: Se habla de “desdolarización y multilateralismo”, pero estos países continúan dependiendo del comercio con EE.UU. y la UE. China sigue anclada al sistema SWIFT, compra bonos del Tesoro de EE.UU., y mantiene una economía subsidiada por exportaciones a Occidente. Es un proyecto de poder geoeconómico, no de liberación de los pueblos.

    III. La falacia moral del antiimperialismo de cartón piedra
    El autor proyecta la idea de que el imperialismo es exclusivo de Occidente. Pero omite:

    El neocolonialismo chino en África, con préstamos trampa y extractivismo salvaje.

    El imperialismo ruso, que bombardea, envenena opositores y anexiona territorios.

    El apoyo de China y Rusia a dictaduras como Corea del Norte, Venezuela, Siria y Cuba.

    Desde la neurociencia moral, esto se explica por disonancia cognitiva ideológica: cuando el “enemigo de mi enemigo” (Occidente) es automáticamente percibido como aliado, sin importar cuán tiránico o corrupto sea.

    IV. El “sueño del Sur Global” como instrumento de control interno
    Este relato tiene una función psicológica: desviar la frustración interna de las masas hacia un enemigo externo. Las élites corruptas del Sur Global utilizan la retórica de Bandung o BRICS para:

    Justificar su incompetencia económica.

    Reprimir el disenso bajo la bandera de la “soberanía nacional”.

    Consolidar regímenes extractivos, mafiosos o clientelares.

    Es el mismo mecanismo que operó en Cuba: tras 60 años de “antiimperialismo” castrista, el resultado fue hambre, censura, persecución política y migración masiva.

    V. Conclusión: el mito Bandung–BRICS como anestesia colectiva
    Desde una perspectiva filosófico-política y neurológica:
    Este discurso es una forma de secuestro simbólico del concepto de justicia, utilizado por autócratas para blindarse.

    Activa redes cerebrales vinculadas a la recompensa emocional de la pertenencia ideológica (red de default mode, corteza prefrontal medial y sistemas límbicos), y apaga la crítica racional individual.

    Refuerza lo que en neuropolítica se llama moral tribalista compensatoria, donde las violaciones a la libertad en el “Sur Global” se excusan porque el opresor es un “compañero de lucha antioccidental”.

    Bibliografía sugerida (APA):
    Haidt, J. (2012). The righteous mind: Why good people are divided by politics and religion. Vintage.

    Greene, J. (2013). Moral tribes: Emotion, reason, and the gap between us and them. Penguin Press.

    Sowell, T. (1995). The vision of the anointed: Self-congratulation as a basis for social policy. Basic Books.

    Arendt, H. (1973). The origins of totalitarianism. Harcourt.

    Ferguson, N. (2011). Civilization: The West and the rest. Penguin Press.

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