No cierres los ojos Akal

ARTURO NOAIN

Tras los éxitos a finales de los 70 de Heidi y Marco, la industria de anime japonés puso sus motores a toda velocidad convirtiéndose en los 80 en una fábrica internacional de dibujos animados. Esencialmente, su producción se basaba en acuerdos con otras productoras para distribuir las nuevas ficciones tanto en Japón como en el país asociado. Por ejemplo, en el caso español la gran protagonista fue la productora BRB Internacional, que encontró una aliada nipona para emitir en TVE La vuelta al mundo de Willy Fog y D’Artacan y los tres mosqueperros. Así, los niños de la movida se educaron viendo las historias de Julio Verne y Alejandro Dumas encarnadas en simpáticos animales.

Esta pequeña anécdota sobre los dibujos infantiles habrá traído viejos recuerdos a los holmesianos; muchos no olvidan las peripecias de aquel sabueso con un sombrero de cazador de gamos. Por supuesto, Sherlock Holmes también tuvo su propia serie en esta eclosión nipona, simplemente que pasó algo más desapercibida en España, ya que se trataba de una producción italiano-japonesa. Aunque si hablamos de largometrajes animados inspirados en el detective inglés, parece inevitable la referencia a un gran éxito ochentero de Walt Disney: Basil, el ratón superdetective. Lo más curioso es que en ambos casos, como en casi toda recreación de Sherlock Holmes,  aparece el dichoso gorro jamás descrito en las obras de Arthur Conan Doyle.

Quizá, si destacamos los elementos más imprescindibles de este detective, nos quedamos sólo con dos: la pipa y el sombrero, dos características que no surgen de la pluma del autor. El mito del sombrero se lo debemos al ilustrador Sidney Paget quien, inspirándose en su hermano como modelo de Holmes, incluyó un dibujo en The Strand Magazine con la publicación de El misterio del valle Boscombe. Realmente se debe más a una confusión que a una licencia artística, ya que en el relato se describe al detective con una “ceñida gorra de paño”.

Parece que toda la iconografía que rodea a Sherlock Holmes viene dada por sus interpretaciones. Sucede lo mismo con la famosa pipa meerschaum, que apenas se utilizaba en el siglo XIX, aunque se asoció a la figura del detective gracias a la dramatización teatral de William Gillette en 1899. De hecho, sus obras ayudaron mucho en la popularización de la figura del detective, con más de 1.300 representaciones por todo el mundo. Por supuesto, se basó en las ilustraciones de Sidney Paget para personificar al detective, sombrero incluido.

En la anterior entrega de La pipa que no se apaga descubrimos que Sherlock Holmes nunca pronunció “Elemental, mi querido Watson” y en esta ocasión desvelamos que el detective novelado no iba ataviado con ningún sombrero. Para compensar tanta desmitificación del personaje, mejor será recordar su ingenio y grandilocuencia citando una de sus más célebres frases:

Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad.

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