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La estatua de Franco en la exposición celebrada en El Born en octubre de 2016

Un breve comentario sobre un hecho acaecido en Barcelona. El ataque a una imagen, ya anteriormente mutilada, y su destrucción final marcaron en octubre de 2016 una polémica exposición histórica en El Born. Centre de Cultura i Memòria, organizada por el Ayuntamiento de la ciudad. La intención no era, en realidad, provocar una acción iconoclasta sino estimular mediante imágenes y su génesis reflexiones, en este caso sobre la permisividad con los símbolos de la dictadura y su longevidad en el espacio urbano.

Para ilustrar este fenómeno, se eligieron tres imágenes, tres esculturas de bronce de dos artistas catalanes, realizadas en parte en el contexto de la Segunda República, en parte durante el régimen franquista. Una era el monumento ecuestre del general Franco, realizado por Josep Viladomat, en su origen para el Patio de Honor del Museo Militar del Castillo de Montjuic, donde se colocó en 1963; ya en época democrática, fue retirado a almacén municipal, donde sufrió una decapitación en 2013. Las otras dos estatuas eran figuras femeninas, La Victoria de Frederic Marès, que en 1940 sustituyó a la segunda, La República de Viladomat, dedicada al republicano Francesc Pi i Margall, colocada en 1935 en lo alto de un obelisco en la hoy en día Plaça de Joan Carles I.

Sin embargo, los dos iconos franquistas, retirados respectivamente en 2008 y 2011 de espacios públicos, volvieron a la calle. Mientras la parte explicativa de la exposición se podía ver en el interior de El Born, las dos esculturas franquistas se colocaron en la explanada delante de la protegida zona museística. Dotadas de ruedas y unidas mediante un raíl, el jinete decapitado podía cabalgar por la plaza hacia La Victoria, mientras La República, como contrapunto icónico, se proyectaba como una sombra en la fachada del edificio. Sin embargo, sólo la figura del dictador se convirtió en la diana de acciones de protesta, provocando discusiones y enfrentamientos incluso violentos. Contra la figura se dirigieron ataques materiales, como lanzamientos de huevos y de pintura, la colocación de una cabeza de cerdo y una muñeca hinchable, en parte por personas que vieron en la presentación una ofensa a las víctimas de la dictadura, en parte, como ponía de manifiesto la aparición de símbolos independentistas en el monumento ecuestre, por aquellos que sacaban a colación un conflicto de la política actual, la cuestión separatista, al hallarse la figura del dictador en un lugar emblemático para la historia catalana como es la zona de El Born, donde se rememora el año 1714, cuando las tropas borbónicas entraron en Barcelona.

Derribada y rota en dos partes al cabo de unos pocos días, la estatua ecuestre, igual que La Victoria, que no había sufrido daños, fue retirada. Los restos se trasladaron al centro de colecciones del Museu d’Història de Barcelona, donde descansan en un patio, envueltos en lonas de plástico verde. La imagen, que debería haber sido un testimonio de la impunidad de los iconos de la dictadura y su continuada existencia en el espacio urbano, fue castigada – aunque ya estaba decapitada– en su retorno a la calle, a pesar de haber sido incluida como objeto expositivo en un contexto crítico.

El texto de esta entrada es un fragmento del libro “Teoría del acto icónico” de Horst Bredekamp

Teoría del acto icónico

portada-teoria-acto-iconicoEl presente libro es una obra de madurez, en la que su autor, uno de los más reputados historiadores del arte del panorama actual, sintetiza sus postulados en torno a una teoría de la imagen que es correlato de los «actos de habla» de los filósofos del lenguaje.

Como alternativa a una historia de las imágenes como fruto de la producción de los hombres de una época, objetivo tradicional de la Historia del arte y la Iconografía, Bredekamp busca explicar las imágenes en su condición de agentes históricos, como núcleo, más que consecuencia, de ciertas dinámicas sociales y ciertos modos de interpretación de la realidad. En este sentido, las imágenes son eficaces cuando actúan como catalizadoras de una cierta dinámica social, en la estela de otros ensayos fundamentales ya publicados en castellano, como los libros de David Freedberg, El poder de las imágenes, y Hans Belting, Antropología del arte. El eje vertebrador del libro es un análisis del poder de las imágenes para motivar la acción humana en ciertos contextos, y el impacto de las imágenes en tres campos fundamentales: la vida artificial, el intercambio de imagen y cuerpo, y la actividad autónoma de la forma.

La imagen no necesariamente refleja la realidad, sino que también coadyuva a la conformación de lo real. En este sentido, a través de ejemplos que van desde el mundo antiguo al contemporáneo, Bredekamp problematiza la relación entre la obra de arte y su público formulando el concepto de «acto icónico», que pone en cuestión ideas tradicionales de la Historia del arte como ilustración, representación y mímesis.

Horst Bredekamp

Horst Bredekamp, uno de los historiadores del arte alemanes más influyentes en el ámbito internacional, es catedrático de Historia del arte en la Humboldt-Universität de Berlín y Permanent Fellow del Wissenschaftskolleg de la misma ciudad. Ha recibido los premios Sigmund Freud a la prosa cientítica, el Aby M. Warburg, el Max-Planck de Investigación y el Richard Hamann por sus importantes contribuciones al ámbito histórico-artístico. Desde su tesis sobre las luchas iconoclastas y sus contextos sociales (1975), ha tenido un gran impacto en la historiografía del arte.

Teoría del acto icónico – Horst Bredekamp – Ediciones Akal

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