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Conferencia de José Luis Moreno Pestaña en la Escola Europea d’Humanitats from La Maleta de Portbou on Vimeo.

Fragmento del libro ‘La cara oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios’:

La detección de los trastornos alimentarios, en la actualidad, se realiza raramente en los centros de trabajo, donde las autoridades de salud mental no acuden a diagnosticarlas –algo que sí hacen en los colegios e institutos–. La propia historia de este trabajo es sintomática al respecto. Cuando presenté una versión del mismo ante profesionales de la salud, se consideró por parte de algunos que se trataba no de un problema sanitario, sino económico. Nadie puede legislar sobre la libertad de querer ser delgada en el centro de trabajo y la de la empresa en exigirlo. Los prototipos de los trastornos alimentarios (chicas adolescentes) y de su etiología (trastornos biológicos, problemas de reconocimiento) ayudaban a excluir el lugar de trabajo como espacio de detección. Pese a toda la movilización contra la anorexia y la bulimia, el horizonte de atención saltaba de registro cuando se hablaba del empleo: la moralización sanitaria se detenía ante la sagrada libertad de mercado. Detrás de semejante exclusión –que permitía a los profesionales acorazarse en la libertad de empresa y retirarse del registro de la salud– se encuentran políticas sanitarias, económicas y también umbrales de sensibilidad de clase. Respecto a esta última (es una intuición resultado de la observación de aquel día), no resulta sencillo asumir que las tiendas donde uno compra pueden funcionar como centros patógenos. Por tanto, y pese a los muchos años de persecución de los trastornos alimentarios, los dispositivos de detección no se instalaron en los centros de trabajo.

Tales dispositivos no deben concebirse como grandes maquinarias institucionales: simple y llanamente, y dentro de un mismo marco cultural, las taxonomías orientan la atención hacia la lectura etiológica de determinados comportamientos –en determinados lugares–; en otros, activa registros de atención diferentes. Este ejemplo permite recalcar algo: los vectores de la enfermedad mental transitoria no separan únicamente épocas históricas, sino espacios sociales y culturales dentro de una realidad que nunca se ordena según patrones homogéneos. Debe recalcarse porque, en ocasiones, se centra la atención en la existencia de instrumentos técnicos. El IMC, con sus discriminantes de peso, lleva alrededor de un siglo entre nosotros y se encuentra ampliamente extendido. Pero su existencia no es lo determinante. Al principio, nadie lo utilizó para determinar la norma de delgadez. La importancia hoy del IMC nos la recuerda cada frigorífico.

Puede o no vincularse con la enfermedad según los espacios, las clases de edad y las relaciones sociales: en el trabajo no hay ninguna autoridad sanitaria que vigile la exigencia de medidas draconianas a las empleadas. Cuando los efectos del capital erótico conmueven la autoridad familiar, es más fácil que se utilice un diagnóstico psiquiátrico; si este puede obstaculizar el proceso de capitalización del cuerpo de los trabajadores, el adelgazamiento y sus estragos se atribuyen a la libertad de cada uno y sus riesgos. Cada espacio social, por tanto, establece criterios de qué es comer bien, cuánto, en qué ocasiones, qué ejercicio debe hacerse, a qué horas, en qué momento de la vida, qué ropa debe perseguirse, etc. Los umbrales de detección dependen de dispositivos sanitarios y de regulaciones económicas: estas distribuyen diferentemente la atención o no a la delgadez como síntoma, regulan prácticas de alimentación legítimas distintas, favorecen o no la presión a favor o en contra de la restricción alimentaria.

La cara oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios

portada la cara oscura del capital erotico¿Por qué nuestra apariencia corporal nos inquieta tanto? ¿Qué es lo que se valora socialmente en ella? ¿Se tasa en todos los entornos del mismo modo? Una reconstrucción histórica permite ver que los cuerpos no se valoraron siempre igual; tras esta, el autor nos propone leer la presencia de un capital ligado al cuerpo (un “capital erótico”) como el efecto de transformaciones en el campo de la salud, de la relación entre las clases sociales y de nuestra idea de cuáles son las condiciones de una persona consumada.

Esas transformaciones nos permiten avistar posibilidades de transformación. Porque una cosa es que nos expresemos como deseemos con nuestro cuerpo y otra muy distinta que se nos impongan exigencias y que éstas, además, nos adentren en caminos próximos a la patología. Un estudio empírico sobre trabajadoras, cualificadas y de oficios obreros, nos ayuda a tener un mapa contemporáneo de cómo se conecta el capital erótico con los trastornos alimentarios. Un análisis de los conflictos existentes nos permite avistar formas de movilización política contra los modos más dañinos de capital erótico.

José Luis Moreno Pestaña

Filósofo y sociólogo, formado en la escuela de Pierre Bourdieu, investiga y publica sobre filosofía política, sociología de la enfermedad mental y sociología de la filosofía. Es un reconocido especialista en la obra de Michel Foucault y en la sociología de los trastornos alimentarios.

José Luis Moreno Pestaña en blogspot.com

‘La cara oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios’ en Ediciones Akal

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