Recuerda Eduardo Galeano en su último libro, Los hijos de los días, que hasta 1990 la homosexualidad fue una enfermedad mental según la Organización Mundial de la Salud. Desde entonces, podríamos considerar que la ONU ha dado pequeños pasos para un “lavado de imagen” y demostrar una auténtica lucha por la igualdad de los homosexuales.  En este pedregoso camino cabe destacar que para la organización internacional no existe el Día del Orgullo Gay (celebrado en decenas de países en estas fechas) sino que desde el 17 de mayo de 1990 conmemora el Día Internacional contra la Homofobia y Transfobia.

No obstante, si ignoramos los organismos supranacionales y nos centramos en los Estados, podemos constatar que, aunque en los últimos años se han logrado importantes avances (basta con revisar la historia del movimiento gay en España recogida por Juan A. Herrero en La sociedad gay), aún es mucho el camino por recorrer y por consolidar lo adquirido. Ahí están como ejemplo los más de ochenta países que condenan la homosexualidad o, el caso más cercano, el matrimonio homosexual en España. Un derecho que, a pesar de puro lógico y humano, sigue estando amenazado por el recurso de inconstitucionalidad presentado –y sorprendentemente, o no tanto, aún no retirado– por el Partido Popular en nombre de rancios y trasnochados principios.

Simplemente queríamos recordar algunos datos en un día como hoy,  que se inicia la simbólica semana del Orgullo en Madrid, un día en el que queremos reivindicar la igualdad. Y esta lucha, tan necesaria y justa, tendrá un nuevo instrumento de reflexión a partir del próximo mes de septiembre, cuando vea la luz la edición española del Diccionario de la homofobia dirigido por Louis-Georges Tin, un libro contra la violencia física, moral o simbólica ejercida a lo largo de la historia contra los homosexuales. Algo que, tristemente, hay que seguir denunciando en nuestros días.