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conocimiento-expropiadoFernando Broncano | Conocimiento expropiado

Cuando el antropólogo Gregory Bateson trataba de explicar la es­quizofrenia en los años cincuenta, elaboró un concepto que, aunque ya no se aplique a la enfermedad mental, sí sigue siendo empleado por los sociólogos para describir ciertas patologías sociales que aquejan al mundo contemporáneo. Se trata de la teoría del doble vínculo. Se trata de situaciones en las que están atrapados miembros de la sociedad o capas enteras de ella y en la que reciben mensajes del poder que son contradictorios e impiden por su propio carácter paradójico que el receptor pueda tomar ninguna iniciativa. Así, por ejemplo, el sociólogo Luis Enrique Alonso suele referirse a los mensajes que reciben los trabajadores de las empresas bajo las nuevas condiciones con esta descripción irónica «sé creativo, haz lo que te decimos». 

Con respecto a la circulación del conocimiento en nuestras sociedades sucede algo muy similar. Por un lado, recibimos continuamente requisitorias y protocolos de acción destinados a garantizar la transparencia y accountability (rendición de cuentas) en todas las instituciones y dimensiones de la vida social.  El mundo se ha llenado en poco tiempo de múltiples organismos o empresas dedicadas a la inspección: organismos reguladores, agencias de calificación y acreditación, sistemas de control de calidad… La suma de todos estos mecanismos institucionales está destinada a enviar un mensaje a la sociedad: «Hay que ser transparentes». Nunca hubo tantos dados e indicadores informando de todas y cada una de las acciones de todas y cada una de las empresas e instituciones sociales privadas o públicas. Paradójicamente, nunca han tenido tanta importancia en el funcionamiento de las cosas en el mundo la opacidad general buscada y protegida por todos los dispositivos del sistema.

El documental The Spider’s Web. Britain’s Second Empire (Michel Oswald, 2017) describe la transformación de la City londinense en el declive del imperio británico en un nuevo imperio financiero basado en el control de capitales mundiales, una parte sustancial de ellos a través de la construcción de una «tela de araña» de sociedades oscuras en paraísos fiscales. Los procesos de independencia poscoloniales que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial generaban una constante pérdida de poder económico en las élites británicas, por lo que en los años cincuenta comenzaron a tomar medidas de atracción de todo tipo de capitales, especialmente en dólares, con el objetivo declarado de convertirse en una casta de controladores de los movimientos financieros mundiales. Su metodología fue adoptar una estrategia mimética de la banca suiza, que tomaron como modelo ideal de opacidad y secreto en la recepción de capitales. Con este fin, crearon en los restos del imperio, las pequeñas islas o lugares como Hong Kong, islas Caimán, Bahamas, Bermudas, isla de Jersey y otros lugares, numerosas extensiones de sus bancos con la finalidad no declarada de atraer capitales oscuros. Poco a poco los capitales comenzaron a fluir hacia esos lugares que comenzaron a llamarse «paraísos fiscales» y, por parte de los bancos o del organismo regulador, el Banco de Inglaterra, instituciones off shore, lejos de la costa, deslocalizadas.

Lo más interesante, desvelado por el documental, a su vez basado en la investigación de Nicholas Shaxson, Treasure Islands: Tax Havens and the Men who Stole the World (2011), es que el gobierno inglés adoptó una política permisiva, contradictoria en sus hechos y aparentemente vigilante y opuesta a los paraísos fiscales. Nunca hubo leyes ni normas reales que impidiesen el proceso. Por el contrario, la offsorización fue un instrumento fundamental en la política de mantenimiento del valor de la libra esterlina. Muy pronto, el mundo entero descubrió la oportunidad del nuevo instrumento. Los Estados Unidos, por ejemplo, nos informa el documental, comenzaron a emplear los bancos ingleses para sus operaciones opacas en el orden mundial. Las islas offshore se convirtieron es extraños lugares donde florecían empresas fantasmas (en las islas Caimán, en 2016, había 80.000 empresas en una población de 60.000 personas) que gestionaban los fondos negros del mundo: los frutos de la corrupción a las élites africanas por parte de las empresas extractoras y depredadoras de sus recursos, los inmensos capitales de la droga, las operaciones financieras ocultas destinadas a la desestabilización de gobiernos o de guerras en lugares remotos lejos de la City.

En 2016, una fuente anónima contactó con los periodistas del Süddeutsche Zeitung Bastian Obermaier y Frederick Obermaier ofreciéndoles datos sobre paraísos fiscales. Les llegaron 2,3 terabytes de información que fueron investigados por cuatrocientos periodistas de cien diarios de todo el mundo. Son conocidos como los «Papeles de Panamá», por estar radicada en Panamá el bufete Mossak Fonseca, una de las grandes firmas mundiales del offshorey el origen de los datos. Gracias a ellos, los ciudadanos de a pie nos enteramos de que no se trataba de un fenómeno marginal, sino de un instrumento básico de funcionamiento de muchísimos estados (los que aparecían en estos papeles, lo que no significa que el resto no empleen estos instrumentos) y de la economía mundial.

El sociólogo de la movilidad mundial John Urry (1948-2016) describió en el 2014 lo que estaba ocurriendo en el mundo como una offsorización generalizada, una construcción sistémica destinada a ocultar de la inspección pública una parte sustancial del funcionamiento del capitalismo contemporáneo. La descripción que hace Urry de nuestro mundo es la de una sistemática deslocalización (es una forma de traducir offshoring) que afecta a procesos básicos de la movilidad en el planeta:

  • – Ocultamiento (offshoring) de las inmensas movilidades de multitudes de personas que son expulsadas de sus países por la corrupción de sus élites, la depredación de sus fuentes tradicionales de recursos, por las guerras sistémicas que asuelan el mundo y que no son sino escenarios del enfrentamiento oculto de los grandes intereses geoestratégicos.
  • – Ocultamiento de la deslocalización de la producción manufacturada, que se ha convertido en un procedimiento habitual para incrementar los beneficios trasladando los talleres y fábricas de montaje a espacios donde no existen controles de la edad, salubridad y condiciones de trabajo o salario mínimo de los trabajadores.
  • – Ocultamiento de los movimientos de los componentes materiales menos deseables pero centrales en la economía y sociedad contemporáneas: los movimientos y comercios de armas, los movimientos y comercios de deshechos y residuos tóxicos industriales, que han convertido la basura del mundo en un lucrativo negocio basado en el ocultamiento.
  • – Ocultamiento de las operaciones e instituciones de seguridad internacional. Aparecen nuevas y extrañas formas de agresión cibernética y nuevas y extrañas compañías de seguridad y protección, movimientos en la sombra de personas acusadas de delitos de terrorismo fuera de las jurisdicciones internacionales. El mundo de la seguridad (también un término de doble vínculo, pues suele significar ya la amenaza permanente) se ha transformado progresivamente en un mundo de secreto y opacidad jurídica.

El offshoring no es simplemente un proceso social que infecta la economía contemporánea. Como trato de argumentar, es una forma sistémica de producir ignorancia sobre asuntos que deberían ser del dominio público, por ejemplo, los beneficios de las personas y empresas que deben pagar los impuestos a los estados que hacen posible su existencia con servicios de infraestructura, seguridad o educación. No es una barrera incidental de ignorancia, sino una característica de la arquitectura político-económica de nuestros días.

El texto esta entrada es un fragmento del libro: “Conocimiento expropiado. Epistemología política en una democracia radical» de Fernando Broncano

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