Héctor Ortega
Esta vez, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos no nos ha pillado por sorpresa. Aunque alertados, no ha dejado de impactarnos la forma incendiaria con la que ha iniciado este segundo mandato. Sin solución de continuidad, ha ido dando rienda suelta a su característico populismo vía decretos presidenciales, en los que no solo no se ha atenuado la retórica extremada por la campaña electoral—como cabría esperar con las responsabilidades de gobierno, como sucedió en su primer mandato—, sino que, por contra, se ha ido enrocando aún más en ella.
Este intento de implementar medidas, que tienen como único fundamento mantener altas las expectativas y apoyo de su electorado y partidarios, ha llevado a que, como nos explica Roberto Montoya en Trump 2.0 (Akal, 2024), el magnate reconvertido en presidente se haya visto obligado a redoblar sus ataques a la prensa, a las instituciones Estatales o a los organismos defensores de los derechos civiles o, sobre cualquiera que simplemente no se esté plegando a sus idas y venidas, conocidas como “The art of the deal” (el arte del tratante). Es decir, el clásico sostenella y no enmendalla.
Libros como Trump 2.0 se vuelven así esenciales para desentrañar los elementos ideológicos —y a veces meramente oportunistas— que configuran al nuevo mandatario y su entorno. Entender su trayectoria y sus alianzas internacionales, sus adscripciones religiosas o su papel entre los poderes del Partido Republicano nos permite comprender cómo este proyecto nos afecta. Tanto directamente, por la centralidad de Estados Unidos en el orden global, como indirectamente, por el eco que sus ideas están teniendo en las fuerzas políticas alineadas con la internacional ultraconservadora.
Aunque Trump represente un conservadurismo extremado, si echamos la vista atrás, no es un fenómeno nuevo en los EEUU. Recordemos, por ejemplo, desde la II Guerra Mundial hemos asistido a la paranoica época macartista, con su patriótica y anticomunista “caza de brujas”, en la que aún imperaban cosas como las leyes racistas de Jim Crow. O de como un Richard Nixon introdujo la vigilancia masiva y el señalamiento del enemigo interno para reprimir movimientos sociales; o pasando por un Ronald Reagan que cultivó una narrativa patriótica, liberal y conservadora “Let´s America great again”, aplicando en base a ello políticas que desmantelaron los derechos laborales y los servicios públicos. Hasta llegar a un George W. Bush que no dudó en utilizar el terror generado por el 11-S para justificar invasiones, aprobar una legislación que en nombre de la seguridad nacional permitió socavar derechos civiles permitiendo el espionaje interno a sus ciudadanos, y los limbos legales internacionales.
Por otra parte, como nos recuerda Roberto Montoya, no debemos dejar de visualizar que el éxito electoral de Trump tiene bases reales, sobre todo en un descontento social, provocado por el empobrecimiento que ha ido en aumento, y que el Partido Demócrata no ha comprendido o no ha sabido atajar, pues no ha dejado de aparecer ante su electorado tradicional como una maquinaria elitista y pragmática que no ha cumplido con las expectativas populares, pese a que ciertas medidas del periodo de Obama como en el de Biden fuesen orientadas a fortalecer el Estado de bienestar.
Con estos precedentes, como también se nos muestra en Trump 2.0, podemos ver que detrás del ruido no hay un gran vacío, sino que existe una estrategia compleja de acceso al poder que ha sido implementada anteriormente. Y que, por su parte, la furia ha ido alimentándose desde múltiples fuentes, tanto por incomparecencia del rival, como azuzado por los nuevos medios y sistemas de comunicación social que Trump y los suyos han sabido aprovechar como nadie.
Y entendamos bien, ruido y furia, para los demás, claro, pues, los negocios, la libertad sexual y la movilidad trasnacional, seguirán siendo patrimonio de unos pocos, o para decirlo en palabras del sociólogo Jesús Ibáñez: “Imponer la norma a los de abajo y reservar el azar para los de arriba”.
Visto lo cual, este fenómeno ya no lo podemos considerar como una anomalía pasajera o personal. Trump ha dejado de ser una figura aislada para convertirse en el engranaje más visible de una maquinaria ideológica global, con ramificaciones en Europa, América Latina y Asia, en donde partidos y actores políticos replican su estilo polémico, su desdén por los hechos y su estrategia de movilización basada en el odio y el miedo. Libros como el de Roberto Montoya ayudan a entenderlo, quizá, confrontarlo y, tras ello, poder superarlo.