No cierres los ojos Akal

La noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 ocurrió un hecho crucial en la historia reciente de México, con la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, y el asesinato de seis personas más, tres de ellas estudiantes.

TVE En Portada – La noche más oscura (05 feb 2015):

Supervivientes y familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa hablan para En Portada. México vive su noche más larga y oscura. La violencia endémica del país y la infiltración de elementos del crimen y del narcotráfico en el corazón de las instituciones, ha sumido al país en una crisis colectiva.

Desaparición forzada

Según la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 47/133, de 18 de diciembre de 1992, como conjunto de principios que deben ser aplicados por todos los Estados, se producen desapariciones forzadas siempre que:

«se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que estas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del Gobierno o con su apoyo directo o indirecto, su autorización o su asentimiento, y que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley.»

El tiempo de Ayotzinapa | Carlos Martín Beristaín:

En México, la desaparición forzada se asimila al “secuestro agravado”. Cuando mostramos nuestra preocupación, se nos dice que tiene más pena así, como si la cantidad de años borrara lo que importa, la responsabilidad de agentes del Estado. Ninguno de los inculpados del caso de los 43 está detenido por desaparición forzada. “Cosas de la ley”, nos dicen cuando preguntamos por qué.

(…) En la primera parte del expediente del caso Ayotzinapa, está el de Cardona. Es la única documentación de contexto. Ahí se cuenta cómo el alcalde Abarca mandó secuestrar a varios miembros del movimiento campesino y a este concejal. Después, el alcalde se presentó en el lugar donde estaban secuestrados y lo mató con sus propias manos, o sea, con su propia arma, cuando ya le quedaba poco aliento. Uno de los supervivientes había dejado constancia ante notario, antes de denunciarlo a las autoridades. La confianza brilla por su ausencia, porque tantas veces con la denuncia vienen nuevas muertes y amenazas. Detrás de eso estaría la lucha por el control del comercio de los fertilizantes, donde el alcalde querría tener el monopolio. No es que sea para los campesinos, sino para la amapola. Guerrero es el estado donde se produce el 80% del opio y la heroína en México, que se exporta hacia el norte. Un secuestrado con Hernández Cardona huyó entonces y contó el crimen.

Un año antes de Ayotzinapa, todo eso ya era sabido. Había denuncias contra el alcalde Abarca. Y el procurador de Guerrero había informado a la SEIDO de las sospechas contra él y había recibido por varias veces un “veremos” y la respuesta de que faltaban pruebas. Así que todo el mundo sabía. Alguien debe ser responsable de no haber hecho, pero las responsabilidades se diluyen en el tiempo. Como si las cosas cambiaran con el sexenio.

Los familiares de los 43 nos cuentan que las autoridades federales, justo después de los hechos, les dijeron que habían avisado a las autoridades estatales de que el alcalde Abarca era parte del crimen organizado. Después, Aguirre, el gobernador de Guerrero, les dijo a las familias que él ya había avisado a las autoridades federales. Entre el toma y daca, los familiares se sienten como pelota. La falta de acción es un tipo de acción. Como en la Teoría de la Comunicación, donde la primera regla dice que no se puede no comunicar. La patata caliente de la responsabilidad pasa de mano en mano, tal vez tratando de que así se enfríe.

En el derecho también se habla de responsabilidad por acción o por omisión. Las garantías de protección que tiene el Estado lo convierten en responsable de la inacción, cuando además tiene la información de lo que sucede. Esas garantías estaban aquí en entredicho antes de que sucediera la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Se calcula que hay más de 200 desaparecidos en la zona de Iguala en los últimos tres años. En una población de poco más de 100,000 habitantes, esa proporción de la ausencia forzada tiene una dimensión de catástrofe de guerra. Un terreno habitado de fosas. Una industria del exterminio. Todo esto quema cuando se pregunta: ¿por qué no se hizo nada? El problema de la impunidad es que se empeña en no quedarse en el pasado. Su mala sombra siempre te persigue. Según un estudio de International Crisis Group, después de que la Policía Federal tomara el control de la seguridad en la zona y sustituyera a la Policía Municipal, los asesinatos en Iguala y otros municipios de Guerrero aumentaron un 15%. Tantas veces me pregunto, en esta estadística macabra, qué son los números.

El tiempo de Ayotzinapa

portada-tiempo-ayotzinapaEl 2 de marzo de 2015 empezó su trabajo el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independiente (GIEI) designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para la investigación del caso, de acuerdo con los representantes de las víctimas y del Estado mexicano. El GIEI trabajó en el país durante dos periodos de seis meses cada uno, y en ese tiempo publicó dos voluminosos informes.

Este libro está escrito por uno de los integrantes del GIEI, un testigo. Es una historia desde el corazón de lo vivido, que parte de una experiencia y de una reflexión sobre lo que supone meter las manos en el dolor de las víctimas y el trabajo en un país como México, para contribuir de forma efectiva a la resolución del caso. En sus páginas se describen los avances en la investigación, que fue posible por la colaboración de las víctimas, de sus representantes y de funcionarios comprometidos, pero también los numerosos obstáculos que fueron apareciendo por el camino.

Con un estilo que permite al lector ser partícipe en todo momento de la evolución de los hechos y también del estado emocional del autor y de los principales implicados, se adentra en uno de esos acontecimientos históricos que marcan la vida de un pueblo, como es la herida abierta de Ayotzinapa.

Carlos Martín Beristaín

Médico y doctor en Psicología y un veterano investigador de las violaciones de derechos humanos en América Latina y otras regiones del mundo, así como referente en la atención psicosocial a las víctimas. Además de perito para la evaluación médica y psicosocial en varias ocasiones ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha trabajado como asesor sobre víctimas en diversos casos de la Corte Penal Internacional. Fue coordinador del informe «Guatemala: nunca más” y asesor de las comisiones de la verdad de Perú, Paraguay y Ecuador. Además de numerosas publicaciones en revistas especializadas y de su participación en obras colectivas, entre sus últimos libros publicados figuran «Historias de andares» (2012), «Diálogos sobre la reparación: ¿qué reparar en los casos de violaciones de derechos humanos?» (2010), «Manual psicosocial de investigación en derechos humanos» (2010) o «Reconstruir el tejido social: un enfoque crítico de la ayuda humanitaria» (1999).

El tiempo de Ayotzinapa – Carlos Martín Beristain – Akal

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