No cierres los ojos Akal

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Planta y alzados del talayot este de Cornia Nou en Maó, Menorca (fuente: M. Anglada et al., «Les comunitats humanes a Menorca durant l’Edat del Bronze: el jaciment de Cornia Nou», Quaderns de Prehistòria i Arqueología de Castelló 29 [2011]
En Mallorca y Menorca el Bronce Final viene determinado por la conformación de una cultura propia, la cultura talayótica. Todas las cuestiones relativas a la cronología de su inicio y a los factores causales de su formación han sido objeto de intenso debate.

Por cuanto respecta a la cronología, dos han sido las posiciones principales en discusión. Por una parte, la de aquellos que situaban el inicio de este fenómeno cultural en fechas antiguas, hacia 1300 cal a.C., basándose, fundamentalmente, en las dataciones radiocarbónicas obtenidas en S’Illot (Sant Llorenç des Cardassar, Mallorca), y, por otra parte, aquellos que cuestionaban la validez contextual de las dataciones radiocarbónicas «antiguas» para lo talayótico, a la vez que subrayaban que la mayor parte de dataciones obtenidas en yacimientos talayóticos caen en la franja 900-800 cal a.C. y defendían que el análisis contextual de los primeros materiales arqueológicos exhumados en ambientes ya claramente talayóticos apuntaban también a estas cronologías, terminando por proponer un periodo entre 1000 y 900 cal a.C. para la fase formativa y un pleno desarrollo a partir de 900-800 cal a.C., a las puertas, pues, de la Edad del Hierro. En la actualidad, parece que todo apunta a una mayor solidez de esta cronología más moderna.

Por cuanto respecta a los factores que dieron lugar a su eclosión, son igualmente dos las posiciones. La de aquellos que defienden una ruptura cultural completa entre el panorama anterior y la cultura talayótica motivada por la llegada de población nueva procedente del Mediterráneo central y, en segundo lugar, la de los que explican el inicio de esta cultura como el resultado de una evolución autóctona, siendo esta última la que más consenso ha obtenido en los últimos años.

Corresponde, pues, también a este inicio del I milenio la culminación del desarrollo formativo y la plenitud de la cultura talayótica en Mallorca y Menorca, una cultura que perdurará durante varios siglos hasta su final entorno al 600 a.C.

Su rasgo material más particular es su arquitectura, destacando los monumentos turriformes llamados talaiots (atalayas) que le dan nombre. Se trata de una arquitectura megalítica, de gran impacto visual, con edificios de carácter público y monumental: el propio talayot, las taulas y santuarios y los recintos amurallados.

Los talayots están construidos, como toda la arquitectura monumental de esta cultura, con grandes bloques, a menudo de varias toneladas de peso, unidos a seco, y son por regla general torres de planta circular y sección troncocónica, aunque no faltan algunos de morfología distinta, especialmente cuadrada. El interior de estas torres presenta tipologías muy diversas, aunque las más frecuentes son una cámara con una columna de piedra central para sostener una techumbre y, a menudo, un segundo piso que funcionaba como atalaya, o bien, especialmente en Menorca, con un pasadizo de lado a lado del cual parten en algunos casos pequeñas cámaras laterales a modo de alvéolos. La función de estas torres ha sido y es muy discutida; en realidad se documentan casos diversos: hábitat, espacio comunitario, etc. En el poblado de Son Fornés (Montuiri, Mallorca) se ha podido determinar que de los dos talayots excavados, en uno de ellos se realizaba el despiece de carne (cerdos y bóvidos) y se organizaban banquetes comunitarios, funcionando, pues, de hecho como un centro redistribuidor, mientras que la función del segundo talayot era la de espacio de reunión de la comunidad del poblado.

Las llamadas taulas (mesas), que son privativas de la isla de Menorca, son santuarios o recintos rituales que consisten en un muro que delimita un espacio a cielo abierto, generalmente con cabecera absidal, en el centro del cual se erigía una estructura pétrea megalítica constituida por una gran piedra hincada sobre la que se sostenía otra en posición horizontal configurando el conjunto forma de una gran T. Los santuarios presentan plantas cuadradas o absidales.

Los santuarios y las taulas se implantan aisladamente, mientras que los talayots pueden encontrase aislados o bien formando parte de los poblados. Estos están amurallados y presentan unas plantas irregulares y una disposición de los talayots que tampoco sigue unas pautas de implantación claras. No obstante, parece que el amurallamiento de los poblados talayóticos es un fenómeno que no se produce hasta la plena Edad del Hierro, al menos así se ha documentado en los escasos casos en los que se cuenta con dataciones (Ses Païses, Artà, Mallorca), aun cuando algunos autores defienden la existencia de murallas en momentos mucho más antiguos (Son Catlar, Ciutadella, Menorca). En Mallorca, las casas pueden tener plantas cuadrangulares o arriñonadas y columnas o pilastras para sostener la techumbre, mientras que en Menorca son frecuentes las casas circulares o radiales con patio central. El mobiliario interior de las viviendas está integrado por hogares, banquetas, plataformas y depósitos de agua.

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Planta del poblado talayótico de Son Fornés (Montuiri, Mallorca) (fuente: www.sonfornes.mallorca.museum).

A juzgar por el incremento del número de hábitats parece que la formación de la cultura talayótica va paralela a un importante aumento demográfico y una nuclearización de la población. Poco se sabe aún de su estructura económica, si bien todo apunta a un peso específico mucho más importante de la ganadería (ovicápridos, bovino y cerdo) que de la agricultura (cereales) y una dependencia aún reseñable de actividades de recolección, caza y pesca. Desde el punto de vista de su estructura social, hay que señalar que las viviendas no muestran signos claros de diferenciación social y que parecen corresponder a unidades familiares básicamente autárquicas económicamente; sin embargo, sabemos que las comunidades talayóticas contaban con mecanismos de redistribución de alimentos bajo la forma de banquetes comunitarios.

La arquitectura monumental talayótica es el rasgo que más claramente apunta a formas de organización social disimétrica, en las que un segmento de la población tenía la capacidad para generar los recursos colectivos y la fuerza de trabajo para erigirlas y, a la vez, gestionar su construcción y uso. Al menos en algunos casos, el talayot se muestra, aun cuando con funciones diversas, como un monumento de carácter comunal, ya sea en el plano económico, en el ideológico o en ambos. Por otra parte, la existencia de santuarios o recintos de culto situados fuera de los poblados y en número mucho menor que estos indica la existencia de alguna forma de organización que rebasaba la población y el territorio del poblado para erigirse en símbolo ideológico de un territorio más amplio. En definitiva, todo ello indica la progresión de la diferenciación social y la formación de comunidades políticas más complejas que las de ámbito local. Sin embargo, el conocimiento de la diacronía de la cultura talayótica es aún insuficiente para fijar la evolución de todos estos aspectos en el marco del lapso temporal de cuando menos medio milenio en el que se desarrolla.

El registro funerario talayótico es insuficientemente conocido. Para los primeros siglos de andadura del mismo podemos reseñar la pervivencia del enterramiento colectivo en cueva, en la tradición del Navetiforme. Lo ejemplifica espectacularmente el yacimiento excavado en años recientes de la Cova des Pas (Ferreries, Menorca), al sur de la isla, suspendida sobre el mar en un acantilado de difícil acceso en el barranco de Trefalúguer y fechada radiocarbónicamente entre 900 y 800 cal a.C., es decir, al inicio del periodo talayótico y coincidiendo con el último tramo de los enterramientos en la Cova des Càrritx. En la Cova des Pas, encontrada en un extraordinario estado de conservación, se documentaron unos 70 individuos inhumados en posición fetal. Los escasos objetos recuperados en el yacimiento corresponden a ítems utilizados en el ritual fúnebre y a algún escaso adorno personal. Por razones que aún están en estudio, los cadáveres conservaban algunas partes blandas (músculos, tendones, masa cerebral, etc.), quizá porque fueron sometidos a algún proceso de momificación. Los cadáveres se transportaban en angarillas de madera a la cueva –algunas de las cuales se han conservado dentro de la misma–, se amortajaban, flexionados y atados, envueltos en sudarios de piel de buey. Antes de amortajarlos, los cadáveres eran sometidos, como en Es Càrritx, a un ritual de tonsura y teñido del cabello, habiéndose recuperado en la cueva, igual también que en Es Cárritx, estuches tubulares de cuero con tapones de madera para los mechones cortados. El excelente estado de conservación de los restos ha posibilitado recuperar muchos pólenes que han permitido detectar la presencia de una gran cantidad y variedad de flores que se depositaron para acompañar el sueño de los muertos y que, de hecho, debían constituir el verdadero ajuar normalizado de los mismos. Entre los escasos elementos de ajuar personal, es reseñable por su rareza una aguja de pelo constituida por un vástago de madera con aros de estaño puro que localizada in situ en el peinado de una mujer enterrada en la cueva.

Como ya hemos comentado, para las Pitiusas esta etapa cuenta con escasísimos datos: únicamente los enterramientos de inhumación de Can Sergent (Sant Josep, Ibiza) datados radiocarbónicamente entre 900 y 800 cal a.C., el recinto amurallado de Sa Cala (La Mola, Formentera) datado entre 810 y 750 cal a.C. y varios depósitos de bronce, tanto en Ibiza como en Formentera, con dataciones en los dos primeros siglos del I milenio. En Cap de Barbaria en Formentera, sin embargo, se documenta una aldea, para la cual no se cuenta con dataciones absolutas antiguas, pero que tipológicamente parece poder encuadrarse a partir de la Fase II del Navetiforme balear.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento del capítulo “El Bronce Final y la Primera Edad de Hierro en la fachada oriental peninsular y las Baleares” (escrito por Nùria Rafel) del libro “La Protohistoria en la península Ibérica” 

La Protohistoria en la península Ibérica – Sebastián Celestino Pérez (coord.)

portada-protohistoria-peninsula-ibericaLa Protohistoria en la península Ibérica es una visión actual del Bronce Final y la Edad del Hierro en la península Ibérica, que es el Far West del Viejo Continente como última tierra de Eurasia.

El manual se estructura en seis capítulos, escritos por un grupo de investigadores de diferentes universidades e instituciones, que abordan todos los aspectos de las diversas culturas y pueblos que conforman el complejo mosaico de la Protohistoria en la península Ibérica, desde los hallazgos arqueológicos más recientes a las últimas investigaciones sobre tecnología, economía, sociedad, religión, ideología, lingüística, tradiciones orales reflejadas en la iconografía y paleogenética.

Todos los capítulos arrancan con un panorama general del Bronce Final de los respectivos territorios, que se estudian desde una perspectiva geocultural, es decir, analizando los elementos culturales comunes, pero incidiendo también en las peculiaridades de cada uno de ellos. En definitiva, se  ilustra cómo procesos históricos y mitos actuales sobre nuestra complejidad cultural hunden sus raíces en estos lejanos tiempos.

La Protohistoria en la península Ibérica – Sebastián Celestino Pérez (coord.) – Istmo

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